martes, 24 de octubre de 2023

 La Política, el miedo y el odio.

Por Rodrigo Sánchez Sosa

"El dinero es un mal transmisor de identidad. Sin embargo, puede reemplazarla, pues el dinero proporciona a quien lo posee al menos una sensación de seguridad y de tranquilidad. Por el contrario, quien ni siquiera tiene un poco de dinero no tiene nada: ni identidad ni seguridad. " Byung-Chul Han

"A la globalización le es inherente una violencia que hace que todo resulte intercambiable, comparable y, por ende, igual. La comparación igualatoria total conduce, en último término, a una pérdida de sentido. El sentido es algo incomparable. Lo monetario no otorga por sí mismo sentido ni identidad. La violencia de lo global como violencia de lo igual destruye esa negatividad de lo distinto, de lo singular, de lo incomparable que dificulta la circulación de información, comunicación y capital. Donde dicha circulación alcanza su velocidad máxima es precisamente donde lo igual topa con lo igual. 


Ese violento poder de lo global que todo lo nivela reduciéndolo a lo igual y que erige un infierno de lo igual, genera una contrafuerza destructiva. Jean Baudrillard señaló que la vesania de la globalización engendra terroristas a modo de dementes. Según eso, el penal de Guantánamo sería el equivalente a los manicomios y las cárceles de aquella sociedad disciplinaria y represiva que, por su parte, engendra delincuentes y psicópatas. 

Con el terrorismo ha sucedido algo que, yendo más allá de la intención inmediata de los actores, apunta a unas convulsiones sistemáticas. Lo que mueve a los hombres al terrorismo no es lo religioso en sí, sino más bien la resistencia del singular frente al violento poder de lo global. Por eso, esa lucha contra el terrorismo que se centra en determinadas regiones y en determinados grupos de personas es una desesperada acción sustitutiva. Incluso la expulsión del enemigo encubre el verdadero problema, que tiene una causa sistemática. Lo que engendra el terrorismo es el terror de lo global mismo. 

El violento poder de lo global barre todas las singularidades que no se someten al intercambio general. El terrorismo es el terror del singular enfrentándose al terror de lo global. La muerte, que no se somete a ningún intercambio, es lo singular por antonomasia. Con el terrorismo, la muerte irrumpe brutalmente en el sistema, en el cual la vida se totaliza como producción y rendimiento. La muerte es el final de la producción. La glorificación de la muerte por parte de los terroristas y esa actual histeria con la salud que trata de prolongar la vida como mera vida a cualquier precio se suscitan mutuamente. Sobre esta conexión sistemática repara la sentencia de AlQaeda: "Vosotros amáis la vida, nosotros amamos la muerte". 

Baudrillard señala la peculiaridad arquitectónica de las Torres Gemelas, que ya en 1993 fueron el objetivo de atentados terroristas islámicos. Mientras que los rascacielos del Rockefeller Center reflejan la ciudad y el cielo sobre sus fachadas de vidrio y acero, las Torres Gemelas no implicaban ninguna referencia externa, ninguna relación con lo otro. Los dos edificios gemelos, iguales entre sí y que se reflejan mutuamente, constituyen un sistema cerrado en sí mismo. Imponen lo igual, excluyendo por completo lo distinto. El atentado terrorista de 2001 abrió brechas en este sistema global de lo igual. 

El nacionalismo que hoy vuelve a despertar, la nueva derecha o el movimiento identitario son asimismo reacciones reflejas al dominio de lo global. Por eso no es casualidad que los seguidores de la nueva derecha no solo sean xenófobos (odio al extrajero), sino también críticos del capitalismo. Tanto esa alabanza nacionalista y romántica de la frontera como el terrorismo islámico obedecen al mismo esquema de reacción en vista de lo global. 

El neoliberalismo engendra una injusticia masiva de orden global. La explotación y la exclusión son constitutivas de él. Construye un "apóptico", una construcción basada en una "óptica excluyente" que identifica como indeseadas y excluye por tales a las personas enemigas del sistema o no aptas para él. El panóptico (sistema de vigilancia total) sirve para el disciplinamiento, mientras que el apóptico se encarga de la seguridad. Incluso dentro de la zona de bienestar occidental el neoliberalismo recrudece la desigualdad social. En último término, elimina la economía de mercado social. 

Alexander Rüstow, quien acuñó el concepto de "neoliberalismo", constató que si la sociedad se encomienda únicamente a la ley mercantil neoliberal se deshumaniza cada vez más y genera convulsiones sociales. Por eso señala que hay que completar el neoliberalismo con una "política vital" que siembre solidaridad y civismo. Sin esta rectificación del neoliberalismo a cargo de la "política vital" surgen unas masas inseguras, que actúan movidas por el miedo y que se dejan captar fácilmente por fuerzas nacionalistas étnicas. 

El miedo por el futuro propio se trueca aquí en xenofobia. El miedo por sí mismo no solo se manifiesta como xenofobia, sino también como odio a sí mismo. La sociedad del miedo y la sociedad del odio se promueven mutuamente. 

Las inseguridades sociales, unidas a la desesperación y a un futuro sin perspectivas, constituyen el caldo de cultivo para las fuerzas terroristas (en nuestro caso crimen organizado como opción a la marginación y pobreza). El sistema neoliberal cultiva directamente estos elementos destructivos, que solo a primera vista parecen opuestos a él. En realidad, el terrorista islámico y el nacionalista étnico no son enemigos, están hermanados (¿En nuestro caso diríamos que el nacionalismo ramplón de corridos contemporáneos del Comander a Peso Pluma, el rap gang mexicano y el nacionalismo futbolero-televisa, están hermanados con la violencia del C. organizado?), pues comparten una genealogía común. 

El dinero es un mal transmisor de identidad. Sin embargo, puede reemplazarla, pues el dinero proporciona a quien lo posee al menos una sensación de seguridad y de tranquilidad. Por el contrario, quien ni siquiera tiene un poco de dinero no tiene nada: ni identidad ni seguridad. Así, forzosamente se evade a lo imaginario, por ejemplo a la idiosincrasia de un pueblo, la cual pone rápidamente a disposición una identidad. Al mismo tiempo se inventa un enemigo, por ejemplo el islam. Es decir, a través de unos canales imaginarios levanta unas inmunidades para alcanzar una identidad que otorga sentido. El miedo por sí mismo hace que inconscientemente se provoque la nostalgia de un enemigo. El enemigo es, aunque de forma imaginaria, un proveedor de identidad: El enemigo es nuestra propia pregunta como figura. Por este motivo tengo que confrontarme con él combatiendo, para así obtener mi medida propia, mi frontera propia, mi figura propia . 

Lo imaginario compensa una carencia en la realidad. También los terroristas habitan lo imaginario. Lo global hace que surjan unos espacios imaginarios que promueven una violencia real. 

El violento poder de lo global debilita al mismo tiempo las defensas inmunitarias, pues estas estorban la circulación global acelerada de información y de capital. Precisamente ahí donde los umbrales inmunitarios son muy bajos el capital fluye mucho más rápido. 

Dentro de ese orden de lo global que hoy es hegemónico y que totaliza lo igual en realidad solo existen más iguales u otros que son iguales. No es en esas vallas fronterizas que se han levantado recientemente donde se despierta la imaginación creadora de fantasías referidas a otros. Ante tales vallas, la imaginación se queda estupefacta y sin habla. 

En realidad, los inmigrantes y los refugiados no nos resultan distintos, no nos resultan ajenos, no son unos extraños a causa de los cuales se sienta una amenaza real, un verdadero miedo. Ese miedo solo existe en la imaginación. Los inmigrantes y los refugiados se perciben más bien como una carga. Lo que se siente hacia ellos cuando se los considera como posibles vecinos es resentimiento y envidia, unos sentimientos que, a diferencia del temor, el miedo y el asco no son una auténtica reacción inmunológica. Las masas xenófobas gringas están contra los mexicanos, pero luego pasan las vacaciones con todos los gastos pagados en  playas mexicanas (adp)."  Byung-Chul Han, Filosofo Coreano Contemporáneo. 

 


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