sábado, 28 de noviembre de 2009

La Filosofía de vivir
Por: Rodrigo Sánchez Sosa
¿Sabe usted cual es única obligación que tenemos en esta vida? No ser imbéciles. "Imbécil" viene del latín baculus que significa bastón, inbaculum el que anda con bastón. Esto no tiene ver con ninguna minusvalía. Si el imbécil cojea no es de los pies, sino del ánimo. 
  Es su espíritu el minusválido. Hay imbéciles de varios tipos: a) el que cree que no quiere nada, que dice que todo le da igual, que vive en un perpetuo bostezo o permanentemente dormido aunque tenga los ojos abiertos y no ronque. b) el que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que se le presenta. c) El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita el querer del vecino o le lleva la contraria porque sí, todo lo que hace está dictado por la opinión de la mayoría: es conformista sin reflexión o rebelde sin causa. d) El que sabe lo que quiere y sabe que quiere y, más o menos sabe por qué lo quiere pero lo quiere fácil. 
  Al fin termina haciendo lo que no quiere. e) El que sabe qué quiere con ferocidad, pero se engaña así mismo sobre la realidad, se despista y termina confundiéndolo todo. Todos estos tipos de imbéciles necesitan bastón, es decir necesitan apoyarse en cosas de fuera, ajenas, que no tiene nada que ver con la libertad y reflexión propias. Siempre acaban mal, no quiero decir en la cárcel o muertos sino que nunca logran vivir una vida digna. Los síntomas de imbecilidad solemos tenerlos casi todos. ¡Cuidado! ¡La imbecilidad asecha y no perdona!  
  No confundir la imbecilidad con ser tonto, saber poca cosa, no entender de trigonometría o de física cuántica. Uno puede ser imbécil para las matemáticas y no serlo para la moral, el oficio de vivir. Y al revés. Seguramente hay muchos premios Nobel aptos para lo suyo, pero inútiles en la reflexión ética. Está claro que la cuestión es que se evita la imbecilidad en cualquier campo esforzándose todo lo posible por aprender, en ese requisito coinciden las matemáticas y la ética. Aún así saber cuantos son dos y dos no nos libra de los fracasos en la vida si se es un imbécil moral. Lo contrario de ser moralmente imbécil es tener conciencia. 
  Pero la conciencia no cae del cielo. Por su puesto que hay una predisposición innata, pero esta debe desarrollarse con la practica. Si alguien carece totalmente de la sensibilidad y la conciencia para vivir éticamente, poco se puede hacer. Por ejemplo: Uno puede dar muchas razones estéticas, basadas en la historia del arte, la armonía de formas y colores, para justificar que un cuadro de Rufino Tamayo tiene mayor merito artístico que un dibujo de los Simpson. Pero si después de mucho hablar alguien prefiere la caricatura a Tamayo, no se puede hacer nada. 
  Del mismo modo si alguien no ve malicia en decapitar a alguien más por un cargamento de droga, poco se puede hacer para disuadirlo. Aparte de las cualidades innatas que son necesarias para desarrollar una conciencia ética suponemos que serán favorables ciertas condiciones sociales y económicas, pues al que se ha visto privado de lo humanamente necesario es difícil exigirle la misma facilidad de comprensión en el tema. Si nadie te trata como humano, no es raro que te comportes como bestia ¿En qué consiste esa conciencia moral que nos curará de la imbecilidad moral? Básicamente en: a) Saber que no todo da igual porque queremos vivir y además vivir bien, humanamente bien. b) Estar dispuestos a saber si lo que hacemos corresponde a lo que realmente queremos o no. c) A base de práctica, ir desarrollando el buen gusto moral, de tal modo que haya ciertas cosas que nos repugnen espontáneamente hacer. Por ejemplo: que le de a uno "asco" mentir como da asco orinar en el plato que uno come. d) buscar pretextos que justifiquen nuestra falta de libertad para no ser responsables de las consecuencias de nuestros actos. No se trata de escoger entre la imbecilidad y la conciencia  
  ¿Por qué está mal lo que llamamos "malo"? Por que no le deja a uno vivir como uno quiere. Resulta que hay que evitar el mal por una especie de egoísmo. Pero no el egoísmo del imbécil, que genera miedo y crueldad. Egoísta es el que quiere lo mejor para sí mismo, una buena vida. ¡Hay que ser imbécil, moralmente imbécil, para suponer que es mejor vivir rodeado de pánico y crueldad que entre amor y agradecimiento! Los humanos necesitamos para vivir bien algo que solo los otros humanos pueden darnos si nos lo ganamos pero que es imposible de robar por la fuerza o los engaños. Sólo deberíamos llamar egoísta consecuente al que sabe verdaderamente lo que conviene para vivir bien y se esfuerza para conseguirlo. El que se harta de todo lo que le sienta mal (Odio, caprichos criminales, lentejas compradas a precio de lágrimas, etc.) en el fondo quisiera ser egoísta pero no sabe. Le hace falta conciencia para dejar de ser imbécil.
Fernando Savater, Filosofo español; "Ética para Amador", adaptación.

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