martes, 15 de junio de 2010


La tierra de los fantasmas

Lizeth Sevilla
“Un hombre de agua dulce”
A la salida del Luna Park un cronopio advierte
que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj.
Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas
  que remonta Corrientes a las once y veinte
y él, objeto verde y húmedo, marcha a las once y cuarto.
Meditación del cronopio: Es tarde, pero menos tarde
  para mí que para los famas,
para los famas es cinco minutos más tarde,
llegarán a sus casas más tarde.

La tristeza del cronopio. Julio Cortázar.



1.- No me gusta el mar, al mar le tengo miedo; soy lo más parecido a un hombre de agua dulce. Eso me dijo uno de los tantos días en que lo conocí y digo uno de los tantos días porque no tengo la certeza de cuantos han sido hasta la fecha en que le he leído con detenimiento y asombro esperando que un día deje de ser parte de la correspondencia y a veces pienso, de mi imaginación. Como todos los hombres, este no es común y corriente; se advierte en cada golpe sobre su teclado un arsenal de calma, un arsenal de historias, carreteras, mujeres y soledades. Advierto en sus palabras un trozo de otras latitudes que no conozco todavía y advierto que sus ojos lo han visto todo, incluso ese absoluto que debaten filósofos e intelectuales cuando están en calma, aunque claro, esa es divagación mía.
Bajo nuestras pequeñas, diminutas complicidades los dos sabemos que es mundano y que en algún lugar del mundo existe; que en algún lugar del mundo alguien le habla, alguien platica con él de política y economía, que en algún lugar del mundo tal vez alguien le da un abrazo o le da de comer. Desde mis trincheras advierto a un ser que no está quieto, que las casas y sus conceptos se hicieron para los que se han cansado de ver el mundo -lo que sea que signifique- y que su vida, la que se ha formado, es como esos prólogos de escritores drogadictos o solitarios en los que la vida es un camión, un avión o una balsa en movimiento. 
2.- Su vida es un danzón, un huapango, es jazz y flamenco; y yo le creo, cuando advierto en sus escritos esa lista interminable de músicos y géneros desde los cuales se puede advertir un concepto de vida y muerte; desde los cuales se puede hacer el amor pasando desapercibidos por la moral del hombre, desde los cuales se puede cuestionar de sobremanera un duelo y un instante pretérito colmado de rostros y huellas. 
3.- Los hombres de agua dulce como él dan la impresión de tener amores en cada kiosko en el que se anclan, dan la impresión de soledad cuando se les mira - o se les lee- una soledad llena de máscaras de otros, llena de historias y cuentos para dormir; los hombres de agua dulce tienen manos cálidas y pasos grandes, no pueden perder el ritmo, porque le han ganado ya varias batallas al tiempo. Se construyen andamios por nuevos lugares en donde por un instante diminuto echarán raíces para después irse a ninguna parte. Los hombres de agua dulce comparten historias con mujeres que en cada invierno tejen bufandas interminables, para el momento de su partida, bufandas que nunca estarán listas, viajes que ellos, nunca consumarán. 
4.- El final en la vida de un hombre de música, de aguas tibias y bienvenidas, es un concepto que forma parte de la dialéctica; él nunca termina de irse, nunca termina de llegar; carreteras, montañas, lagos, mares, peces, mujeres, pieles, aromas, sexos… 
5.- Un día me describió su hogar y desde entonces me ha dejado muda cada que describe esos desiertos, esas montañas, esos mares en comunión con su capacidad de asombro y tal vez su bolsillo lleno de experiencias. Los hombres de agua dulce a veces ayudan a conciliar el insomnio y la desgana. 



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