jueves, 12 de agosto de 2010


La tierra de los fantasmas

Por Lizeth Sevilla

"Un epílogo: Mario Benedetti"

IRSE 


Cada vez que te vayas de vos misma
no olvides que te espero
en tres o cuatro puntos cardinales
siempre habrá un sitio dondequiera
con un montón de bienvenidas
todas te reconocen desde lejos 
y aprontan una fiesta tan discreta
sin cantos sin fulgor sin tamboriles 
que sólo vos sabrás que es para vos
cada vez que te vayas de vos misma
procura que tu vida no se rompa
y tu otro vos no sufra el abandono
y por favor no olvides que te espero
con este corazón recién comprado
en la feria mejor de los domingos
cada vez que te vayas de vos misma
no destruyas la vía de regreso
volver es una forma de encontrarse
y así verás que allí también te espero.


Eran las siete de la noche del 17 de mayo, como todos los domingos, preparaba el ritual para iniciar mi trabajo de tesis, cuando entré a mi cuenta de internet, mis amigos, saturaron mi máquina de mensajes, todos, todos decían que Mario había muerto… se me fue a pique el corazón.
Cuando tenía 16 años y había adornado mis trincheras con libros y gente, una buena persona, que en ese momento ayudaba a que mis poemas tuvieran limpieza y tal vez sentido, lo primero que me dio a leer, fue La tregua, de Mario Benedetti… jamás había escuchado hablar de este hombre y comencé a leer, a la semana inicié Primavera con una esquina rota y me prendé de ese hombre de ojos juguetones que parecía tener la fórmula para que la desgracia, fuera eso, desgracia, pero con dignidad… aunque después entendí que el sentido no cuenta cuando se vive; siguieron los libros de poemas, artículos, entrevistas, Benedetti se convirtió en el principal poeta del que yo me valiera para saber que entre la nostalgia y la vida hay una simbiosis extraña pero fabulosa que vale la pena transcurrir. A mis 20 años, había escuchado de homenajes a Gabriel García Márquez, Jaime Sabines, Saramago… homenajes que disfruté también por sus obras y no por el vitoreo de sus personas… pero no escuchaba nada de Benedetti, en esas épocas, cuando se acercaba el cumpleaños número 80 de Benedetti, decidí escribir un artículo, en el que relatara algunos aspectos de la vida de ese hombre que había nacido un 14 de septiembre de 1920 y mi vida que apenas iniciaba de un 13 de septiembre de 1986… y entonces Cuando se es viejo a los 20 y joven a los 83, me llevó a entender, porqué al leer Benedetti, sentía la calma y el asombro de lo que transcurría y también ignoraba, a los 80 años había acumulado visiones en sus ojos lúdicos, instantes, dolor humano, y el tiempo le dio la calma para detenerse, olerlo y dejar que lo impregnara como fuera posible… a mi edad, había ruido, imágenes fuertes, la gente y yo íbamos acelerados, parecíamos viejos, sin historias y con mucha soledad…
A mis casi 24 siguen, por fortuna, los abismos y pretextos, el dolor y la inseguridad, corrupción, silencio… por fortuna nos han quedado algunas insatisfacciones para discutir… a sus casi 89, libros, poemas y mucha soledad… mucho tiempo sin el… y ahora los homenajes, el duelo, los recuerdos… después de todo, decía él, la muerte es un síntoma de que hubo vida…

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