jueves, 13 de junio de 2013

ANESTESIA  Emocional
Por el psicólogo Arturo Fregoso Flores
¡Acérquese! Aquí andamos otra vez en este espacio que es alimento para el ánimo del escritor.
Hoy con el favor de su atención les traigo algo sobre el tema "LIBERARSE DE LA IRA EN UN PROCESO DE DUELO".
Las personas que han sufrido una desgracia se niegan a veces a practicar el duelo. No se dejan conducir a través de las puertas de la comprensión que empiezan a dibujarse, sino que se empeñan con todas sus fuerzas en no querer darse cuenta de lo sucedido o buscan airadamente un chivo expiatorio (alguien a quien culpar), siendo este último un recurso aparentemente aliviador. Lo que intentan estas personas al enojarse con el causante o los causantes de su desgracia es hacer elocuente el apego que sentían por el valor perdido. Sin embargo, ¿quién puede apreciar correcta y objetivamente el complejo encadenamiento de causas de una desgracia cuando, encima, se halla bajo un peso emocional extremadamente fuerte? Nadie.
¿Qué es una transferencia? Veámoslo con la ayuda de un ejemplo. Un hombre está afligido porque su empresa lo ha trasladado del departamento externo a las oficinas, donde se encuentra muy a disgusto. El motivo del traslado es la edad, cosa de la que no quiere oír hablar, y arremete contra el jefe de personal, que no ha tenido otra elección que ejecutar el traslado. De esta manera, el hombre transfiere su enfado a una persona que no es responsable de la causa del mismo. Los médicos de hospital sufren hasta la saciedad este tipo de sucesos. Cuando fallece un paciente en el hospital, los médicos se ven no pocas veces en la penosa necesidad de soportar los insultos de los familiares del fallecido por haber obrado con negligencia.
Naturalmente, un accidente se puede atribuir a la negligencia, la injusticia, el descuido e, incluso, al carácter hostil de otra persona. Sin embargo, nadie está en disposición de asegurar categóricamente que habría actuado mejor si hubiera estado en la piel del otro.
La proyección, por su parte, al igual que la transferencia, dirige la cólera en la dirección equivocada. Según la definición psicológica, la gente a la que no podemos soportar sostiene ante nosotros un espejo de nosotros mismos, es decir, de un atributo que no nos gusta de nosotros y cuya existencia hemos reprimido, lo cual es el colmo de un tratamiento de la frustración falto de ética. Estamos afligidos por un problema propio, queremos confesarlo abiertamente y lo combatimos en la persona que tenemos enfrente. Un ejemplo sería el de una mujer que ha humillado y esclavizado a su marido durante años. Entonces, sucede que el hombre necesita cuidados médicos e ingresa a un hospital. Allí, durante las visitas, la mujer martiriza al personal sanitario quejándose continuamente de que su marido no está recibiendo la suficiente atención. En el fondo, a esta señora le duele su propio mal comportamiento y proyecta la rabia interior en unas personas que no tienen ninguna culpa.
Tenemos que ir con cuidado cuando un suceso trágico nos induce a buscar chivos expiatorios. El dolor que experimentamos no disminuye golpeando a diestro y siniestro ni repartiendo más dolor. Tampoco es cierto que nos encontremos mejor sabiendo que otros también están sufriendo o expiando sus culpas. Y la venganza es mucho menos dulce de lo que la gente cree, porque deja de forma irremisible el amargo sabor de verse hundido en la condición de culpable.
EJEMPLO DE SANACIÓN
Una estudiante universitaria estaba llorando en cierta ocasión, hacía poco que había sabido que era el resultado de una violación. Su madre, con quien había crecido, nunca había mencionado al padre, cuyo nombre tampoco aparecía en su acta de nacimiento. Sin embargo, durante la niñez, aquella estudiante ha-bía barajado la idea de conocer a su padre biológico, hasta que, al final, la madre le contó la verdad.
La joven se encontraba triste e impresionada. Su amor propio estaba por los suelos y las dudas acerca de su procedencia aumentaron. ¿Quién  soy? -preguntaba-. ¿Late en mí un corazón criminal?
Una psicóloga le aseguró al ir a terapia que espiritualmente era una persona nue-va, única e irrepetible sobre la tierra, y le citó una ingeniosa frase de Viktor E. Frankl: "Los padres transmiten sus cromosomas a los hijos, pero no les inflan el espíritu". Aquel argumento le pareció evidente. Tras una larga conversación, escribió una carta a su padre desconocido, en un lugar también desconocido. Querido papá -empezó a escribir la joven con caligrafía inconstante a causa de la ansiedad-. Donde quiera que estés, que mi alma llegue a la tuya. Desgraciadamente, lo único que sé de ti es que cometiste un delito repugnante. Por eso quiero hacer valer la posibilidad de que tienes otras caras más dignas de ser amadas, o de que has evolucionado positivamente y ya no has vuelto a ser violento. También cabe la posibilidad de que estés en la cárcel o de que descanses en una tumba.
Sólo quiero comunicarte lo siguiente: yo, tu hija, no soy tu juez. Espero por tu bien que te arrepientas de tu acto. Si no lo haces, quizá te ayudará saber que me gusta vivir y que soy feliz. Al igual que en la naturaleza los residuos se convierten en abono para hermosas plantas y los cadáveres en alimento para los insectos, de tu error, y con la ayuda y el sacrificio de mamá, ha surgido de forma maravillosa algo bueno. Esto no justifica tu delito, pero deberá servirte de consuelo para superar tu culpa.
Al consolar en cierta manera a su padre, la estudiante obtuvo para ella misma el consuelo óptimo para superar su crisis. No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, no permitas que la vida te pase sin que la vivas...
Agradezco el favor de tu atención y sigo recibiendo sus opiniones en mi correo electrónico arturo_fregoso@hotmail.com.
Recuerden algo… Si la única herramienta que tienen es un martillo, piensen que cada problema que surge es un clavo. ¡Atrévanse a soñar!, confíen en ustedes y ¡hagan que las cosas sucedan!

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