viernes, 12 de junio de 2015

Los grandes perdedores de la jornada electoral

Por Federico González Alfaro


La pasada jornada electoral, fue un ejercicio democrático, de los más enriquecedores que podemos narrar a la fecha.
Artículos, notas, tesis, hasta libros van a surgir del análisis de esta jornada. Fue una manifestación de poder de la ciudadanía, fue una manifestación del hartazgo que tenemos a la clase política dominante. Se les grito fuerte y claro que ya no los queremos, que nos tiene hartos.
        El grito de dio de dos formas, una, mediante el voto y otra con la abstención. En las ciudades y Estados, donde el ciudadano podía castigar a la clase dominante con el sufragio, se dio de manera copiosa y abrumadora. Un candidato independiente termino con el dominio de todos los partidos políticos en nuevo León, un joven recién egresado gano su distrito en Zapopan, otro candidato independiente venció en la capital de Michoacán, otro valiente ciudadano gano en Sinaloa.
       En Guadalajara y en todas las ciudades importantes del estado de Jalisco, venció no un partido, venció un líder social que va en contra de la forma tradicional de hacer política. Los grandes perdedores son los partidos políticos, las encuestadoras y  la televisión. Kumamoto les demostró que no se necesita gastar grandes recursos en publicidad, ni en comprar encuestas a modo, ni pertenecer a un partido política para ganar. Con diez mil pesos gano una elección.
         El Bronco, ya anuncio y como me divirtió ver la cara de Loret de Mola, cuando le manifestó que no le va a dar un solo centavo a su empresa televisiva. Que va a ser un gobierno ciudadano y que no necesita de las flores de sus locutores o de su empresa, que al pueblo se debe y que con el pueblo va a estar.
   Un durísimo golpe sin duda y la respuesta, no se asombren, será desproporcionada. Le van a dar con todo. Las campañas políticas, son uno de los principales ingresos de la televisión y de la radio.  Le están pegando en donde más les duele, en el bolsillo.
         Estamos entrando a una dimensión desconocida, abróchense fuerte el cinturón que entramos a zona de turbulencia.

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