viernes, 23 de diciembre de 2016

LA POLITICA DESDE GAYOLA
Por Rodrigo Sanchez Sosa

Parece difícil de creer que en pleno siglo XXI existan muchos individuos intolerantes con los demás. Es para preocuparse cuando uno oye en las noticias que Donald Trump, una persona intolerante, racista y xenófobo, ganó la presidencia de los Estados Unidos. Uno piensa: "parece que en el mundo algo no va bien…"
El pensamiento ilustrado, que luego se volverá liberal, más tarde libertario, luego democrático burgués y finalmente socialista y comunista, en occidente; no concibe hoy en día las posturas intolerantes. Sin embargo, la igualdad racial, social y sexual, es un discurso, en la historia de la humanidad, relativamente nuevo. Concretamente en nuestro país, se popularizo hasta mediados del siglo XIX, es decir hace 146 años, parecen muchos años, pero no lo son en el tiempo de los países; en el caso nuestro, el discurso contrario se vio totalmente natural por cerca de más de trecientos años, y en el caso de la civilización occidental, por más de 2500 años. Aún hoy, por ejemplo, existen en Europa monarquías como la británica y la española que, si bien ya son casi simbólica, no deja de recordar la diferencia cualitativa entre las personas por razones de descendencia, de linaje.  En EUA, por no ir más lejos, hasta 1840, hace 176 años, la esclavitud era legal, y hasta hace unas semanas los crímenes de odio en las calles de ese país, enfrentaron a la policía con los ciudadanos negros, quienes los acusaban de asesinar gente solo por su color de su piel. El discurso de Trump, es una clara muestra que sigue latente el racismo, y hoy se manifiesta con toda su fuerza la división de esa sociedad por tal motivo. México pese haber abolido la esclavitud en 1810, antes que los Estados Unidos, y haberse declarado la igualdad entre los ciudadanos mexicanos por las reformas juaristas de 1860, los indígenas y los descendientes de las personas africanas en la República mexicana, siguen siendo discriminados y tratados como ciudadanos de segunda, tanto que hay un alzamiento armado indígena desde 1994 en Chipas, no resulto aún, el del EZLN, y comunidades de afrodescendientes en las costas de Guerrero y Oaxaca, cuya situación legal no reconocida el día de hoy, les impide acceder a programas del gobierno federal de asistencia social.
En Sayula, el clasismo, el racismo y la intolerancia, fueron practicados abiertamente, por las clases altas de la localidad, cada vez con más dificultad, primero por ser prácticas sociales ilegales y luego por convertirse en políticamente incorrectas en el contexto del discurso social aceptado en el mundo occidental, al liberalismo ilustrado y las tendencias políticas democráticas. Pero, tal prejucio no desapareció del todo. Aunque las clases altas decimonónicas en Sayula, perdieron con el avance del siglo pasado, paulatinamente su poder político y económico (prueba de ello es que desapareció el trazo del antiguo jardín de la Plaza de Armas que separaba las clases sociales del municipio, y desde 1976, el poder político fue usurpado por las clases sociales bajas, hasta el día de hoy), existen individuos descendientes de aquellas antiguas clases sociales que esgrimen como buen gusto y signo de alta educación y cultura, el desprecio por las clases bajas. Esto no es ninguna exageración, el discurso racista y clasista de estas antiguas clases poderosas, sigue siendo esgrimido como moral social hasta por las clases humildes de Sayula, y por lo tanto, ello supone en el inconsciente colectivo local, un orden jerárquico de clases sociales. Este prejuicio socialmente costoso, no es comprendido en su dimensión, tal que en Sayula se hace antinatural, entre ciertas personas, que el hijo del albañil hoy sea maestro o el hijo de campesino sea abogado, que el vulgo (el pueblo), los vulgares (los del pueblo) accedan, por la educación, a lugares que este prejuicio les niega en la escala social. Demasiada gente valiosa se ha perdido víctima de este prejuicio aun antes de demostrarse así mismo su valor ¿Cuántas personas que conocimos o conocemos, nos hemos dado cuenta que su talento ha sido desperdiciado por juicios erróneos sobre su persona que apelaban a su humilde origen o a estereotipos prejuiciosos? Y ¿Cuántas, esperándose mucho de ellas, no llenaron las expectativas que sobre ellas pesaban por ser de clase alta en el municipio, por las mismas razones, pero distinto enfoque? Estos últimos creyendo que el talento se hereda no hicieron más que esperar que todo les llegara fácil y se hundieron en la mediocridad. Los hay en ambos casos que no se ajustan a este molde, incluso aquellos que rebelándose desafían toda expectativa. Esto nos muestra la diversidad humana, y más que nada lo falso del prejuicio que genera la intolerancia. El ser humano es libre, es más, como decía Sartre, está condenado a serlo. La intolerancia raya en la enfermedad mental.
Hoy tan mal está el asunto, que la psicología considera la intolerancia una patología, una enfermedad, propiciada por la ignorancia, la irracionalidad y el fanatismo:
"Características de las personas intolerantes:
 1. Están llenas de prejuicios: Las personas intolerantes tienen demasiados prejuicios, es decir, prejuzgan a una persona o situación en base a una opinión previa o algo que se conoce mal. Y, además, se dejan influenciar por los estereotipos, ideas de algo o alguien aceptadas como patrón de cualidades o comportamientos.
2. Discriminan: Este modelo de pensamiento basado en prejuicios y estereotipos les lleva a convertirse en personas discriminatorias e intolerantes, que a la mínima se enfurecen. Suelen discriminar por motivos de raza, sexo, orientación sexual, discapacidad u otros trastornos.
3. Son fanáticas: Las personas intolerantes son personas con un alto grado de fanatismo. Puesto que estas personas creen firmemente en sus ideas, también las defienden con una pasión exagerada y desmedida. El fanatismo grupal, además, favorece la formación de prejuicios hacia otros grupos de personas, y es caldo de cultivo para el conflicto intergrupal, pero también interindividual.
4. Son intransigentes: Puede parecer que las palabras intolerante e intransigente son lo mismo, pero, a pesar de estar íntimamente relacionadas, no son exactamente lo mismo. La intolerancia es no aceptar las ideas de los demás, creer que lo sabes todo y debatir abiertamente estas ideas; mientras la intransigencia es no ceder a las exigencias y peticiones de los demás. Las personas intolerantes son también, muy a menudo, intransigentes.
5. No escuchan: Las personas intolerantes defienden sus ideas, pero no solo eso, sino que no escuchan la opinión de los demás. Ya que piensan que tienen razón en todo, su idea es la única que cuenta. La opinión de los demás no existe.
6. Son autoritarias: La personalidad autoritaria es un conjunto de características individuales que generalmente se aprenden durante la infancia y que incluyen rasgos antidemocráticos e intolerantes. Cuando te cruzas con una persona autoritaria, no importa que tengan razón o no, la opinión de los demás no tiene ningún valor y hay que obedecerles o montan en cólera.
7. Tienen problemas con sus relaciones interpersonales: Y claro, teniendo en cuenta las características anteriores, está claro que las personas intolerantes tienen serias dificultades para mantener las relaciones interpersonales y entran en conflicto con otras personas con bastante frecuencia. Siempre intentan tener la razón y menosprecian a los demás.
8. Poseen pensamiento dicotómico: Para las personas intolerantes o es blanco o es negro, no tienen término medio. Son personas que lo quieren tener todo bajo control, porque han crecido en familias que generalmente les han educado de esta manera.
9. Miedo a la incertidumbre: Puesto que son personas que quieren tenerlo todo bajo control y piensan que todo es blanco o negro, tienen pánico a la incertidumbre y no quieren aceptar que hay otros puntos de vista y que en la vida no siempre está todo bien atado. Odian la espontaneidad y el imprevisto.
10. Son psicológicamente inflexibles y rígidos: Una de las causas del punto anterior es su pensamiento rígido y que solo piensan que existe una verdad: la suya. No hay más opciones, y cuando alguien pretende hacer frente a sus opiniones, se genera una gran ansiedad en su interior. Es este miedo a lo desconocido es lo que les hace comportarse así, de forma intolerante. Esta es su manera de garantizar que la única verdad existente es la suya y la de nadie más.
11. Explotan a la mínima: Las personas intolerantes ven a las demás personas como amenazas, y cuando alguien intenta llevarles la contraria actúan de forma hostil. Al tener una mentalidad discriminatoria y ser fanáticos de sus ideas, suelen ser agresivos ante otros individuos o grupos.
12. No soportan las críticas: Estas personas no saben aceptar las críticas, y tal y como se ha mencionado en el punto anterior, actúan de malas maneras cuando alguien les dice que no lo están haciendo bien. Las personas intolerantes no hacen autocrítica."   - Juan Armando Corbin. Licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires -

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