domingo, 4 de diciembre de 2016

Los lugares de honor al interior del Santuario de Guadalupe y de la Parroquia de la Inmaculada en Sayula y la importancia de la etiqueta y el protocolo

           Por Federico González Alfaro

La disposición de los lugares de honor, al interior de estos templos, deben seguir el mismo protocolo y etiqueta de los templos españoles e italianos. Tomando como referencia al santuario de Guadalupe en Sayula, será muy fácil poder explicar su disposición.

Detrás de la mesa del altar, se coloca el trono episcopal o faldistorio. Si el trono episcopal es muy antiguo, el faldistorio, tiene unas características únicas que se pueden apreciar en la fotografía de esta nota. Es el sitio reservado a la máxima autoridad eclesiástica que se encuentre al momento de la celebración litúrgica en el templo.
Dispuestos, a la derecha e izquierda del trono episcopal, siempre detrás del altar, se colocan, en sitiales próximos o adosados a los muros, a los representantes de la iglesia paralelamente unos frente a otros. Si el número es crecido, se exige formar un ángulo recto respecto al trono episcopal, colocándose siempre en orden jerárquico, de mayor rango al menor. Los sillares, claramente distinguen a unos de los otros. Los de respaldo alto son para los de mayor nivel, los de respaldo bajo, para los de menor nivel, de lo contrario, si los sillares son semejantes como en el Santuario, los más próximos al trono episcopal son para los de más alto nivel y los más lejanos, para los de menor nivel.
En los brazos de la cruz latina del Santuario, se colocaban a los feligreses de mayor poder económico, militar o político. De un lado el género femenino y frente a ellas, el género masculino. Estos, igualmente, estaban divididos en al menos tres partes para facilitar su   disposición, y a la vez, indicar la importancia del usuario de acuerdo al lugar que estos ocupan. En  los lugares destinados a los feligreses importantes, las bancas o sillares tienen respaldo y descansabrazos, para dividir los asientos. No siendo el caso de Sayula.
El trabajo de ebanistería, es muy importante para marcar las diferencias, entre mayor sea el trabajo artístico de los sillares, mayor sería el grado del personaje.
Los asientos, destinados a los más feligreses de mayor poder, tenían un pequeño aditamento que bien vale la pena mencionarse, conocido en España como paciencia o misericordia. Es una especie de ménsula colocada en la parte delantera del mismo, que sirve para apoyarse cuando se está de pie en las ceremonias de larga duración, pudiendo aliviar el cansancio. Las más elaboradas, tienen también un sitio especial para los libros litúrgicos del feligrés.
Como pueden apreciar, el protocolo y la etiqueta, eran y son bastante rígidos. A una dama, sin importar su posición social, nunca se le saludaba de mano, se colocaba la mano derecha en el corazón y se hacia una ligera reverencia descubriéndose la cabeza, era el más alto saludo que podía recibir una dama. El besamanos, se realizaba como saludo a una dama casada, nunca a una soltera. Se tomaba su mano derecha y se acercaban los labios a su mano haciendo una ligera reverencia, pero jamás estos, podían ni debían tocar la mano de la dama. El beso se daba en el aire. A las señoritas, simplemente con una reverencia.
La etiqueta, hasta hoy en día sigue vigente no solo en España, se sigue respetando en México. En Sayula, sigue cumpliéndose en familias con modales refinados.  La clase es la clase y nada tiene que ver con el dinero. El saludo de beso en la mejilla NO ESTA PERMITIDO, salvo entre familiares. En Sayula, les puedo mencionar a varios caballeros de la vieja escuela: Raul Aréchiga del Río, Daniel González Guerra, Justo Ramírez, Gabriel Murguía, Gabriel de la Peña,  Carlos Cueto Amador  entre otros caballeros a seguir como ejemplo, varios de ellos ya fallecidos, pero sus modales, permanecen en el recuerdo de los que los conocimos. En lo personal, mi mejor ejemplo es mi abuelo paterno, el Dr. Federico González, un verdadero caballero español. La educación y los modales son aún de suma importancia. Los tiempos cambian, pero los modales seguirán vigentes. Una dama es y será siempre una dama. Tengo la fortuna de estar casado con una de ellas, educada con el más puro protocolo europeo, un gran privilegio sin lugar a dudas. Su porte y sus modales al hablar la distinguen.

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