miércoles, 14 de marzo de 2018

                    Especial para Horizontes...
Mitos y leyendas populares
de Sayula
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

Las leyendas y los mitos son formas por las cuales los pueblos ordenan su realidad, configuran una cosmogonía, construyen su mundo. A diferencia de los animales, el hombre se ve en la necesidad de explicarse su entorno, lo que sucede frente a él. El animal se limita enfrentar los fenómenos, el hombre, como ser cuya naturaleza es pensar, le es necesario explicarse tales fenómenos, no sólo enfrentarlos apoyado en el instinto. Así pues, la capacidad de explicación será directamente proporcional a su grado de razonamiento. Es pues lógico aceptar que la leyenda y el mito, sean recursos para explicar y ordenar la realidad del hombre, en un estadio determinado de su existencia como especie. Lugo vendrá la razón lógica y la ciencia a substituir estos primeros estadios; y en los límites de estas, paradójicamente, volverán a resurgir la leyenda y el mito en un, al parecer, circulo que se retroalimenta. 
El mito trata de ordenar los fenómenos de la realidad desde la apariencia fantástica como son interpretados por el pensamiento mágico del hombre. La angustia existencial en la que las circunstancias de indefensión frente al acontecer natural, que experimenta el hombre, lo llevan a una especie de ensueño cuyas metáforas oníricas son tomadas como origen del mundo y de él mismo. Así nacen los dioses, el mundo, la humanidad y la civilización. Por ejemplo, el relámpago y su atemorizante estruendo, no pueden ser otra cosa, en el mito, que la furia del dios de la lluvia. El mundo entero debe ser capricho y diseñó de un dios que por ello demanda respeto, sumisión y obediencia. El hombre es deudor de las fuerzas terribles y misteriosas que lo crearon, y sus pueblos imitación del orden divino, cuya fundación y desarrollo está relacionado íntimamente con estas fuerzas mágicas que rigen la realidad y que le da sentido a la existencia de lo humano. 
La leyenda es por su parte también producto fantástico, pero, de hechos, hechos ya no originados en los sueños de interpretación de los fenómenos naturales, sino de actos épicos sucedidos en un pasado distante, experiencias en el marco de la realidad simbólica del mito, que bien pueden desafiar dicho orden o confirmarlo con las consecuencias obvias en cualquiera de los casos. Los personajes de las leyendas son hombres del pasado que se vuelven referente simbólico de su clan o pueblo, al enfrentar situaciones ideales que reafirman el imaginario colectivo que, a su vez, ordena la realidad en la lógica del mito. La leyenda, pese a tener su origen en hechos remotos, ve su objetividad trasformada por el relato mítico de los mismos, deformando así lo acontecido hasta volverlo mero referente difuso de un instante en el pasado.  La leyenda se repite por generaciones entre los pueblos y cada generación tenderá a mitificarla más, agregando al relato sus propios ensueños, miedos y esperanzas. Así surgen los héroes legendarios que con el tiempo pierden su humanidad en el relato y se vuelven semi dioses.
Tanto la leyenda como el mito son parte del orden de la realidad en la historia de los pueblos y no sólo se producen en el entorno del pensamiento mágico y pre racional del hombre, lo hacen igual en el pensamiento racional, lógico y científico. Existen mitos a partir del discurso científico como el de los extraterrestres y leyendas, como la manzana de Newton. Ambos son parte del imaginario colectivo entorno al discurso ordenador de nuestra realidad: la razón lógica. Los mitos y leyendas dan identidad y pertenencia, así, por ejemplo, los extraterrestres en la edad media no tendrían ningún sentido al no existir una sociedad tecnológica basada en la ciencia como la nuestra; pero, tampoco en nuestro tiempo, la leyenda medieval del "Santo Grial", fuera de ser un relato especulativo para películas y libros, no nos determina como personas del siglo XXI. Sin embargo, hay otros mitos pre científicos que nos determinan de forma importante hoy en día, aunque parezca increíble: En la era del Internet, el ADN y la biotecnología, por ejemplo, el racismo, determina de forma contundente la política y la economía en algunos países - el fenómeno Trump en EU y el incremento de los partidos de ultra derecha fascista en Europa -.  Por ello el mito y la leyenda son importantes a la hora de entender a los pueblos.
En el caso de Sayula, el mito y la leyenda locales son factores importantísimos, tanto como el estudio objetivo de la historia, para entender nuestro carácter e identidad. Es necesario analizar e interpretar estos relatos que construyen la realidad colectiva de nuestro municipio para entendernos a nosotros mimos. 
Las Torrecillas.
La leyenda de Las Torrecillas personalmente me ha fascinado, estas cavernas al poniente de Sayula pueden ser formaciones en la roca por filtración que podrían remontarse hasta 36 mil años en el tiempo, cuando esta región estaba totalmente cubierta por un gran lago, que fue el origen de la actual playa seca. Una vez que este lago se secos, los sedimentos de las sierras alrededor bajaron con las lluvias hasta rellenar el vaso lacustre hasta formar el valle, tal como lo conocemos. En ese entonces pudieron haberse formado este sistema de cavernas. Aunque también pudiera ser que estas se formaran durante el deshielo de la última glaciación hace 15 mil años, cuando retrocedieron al norte los grandes glaciares, dejando como rastro más visible en la región las así llamadas "Piedrotas" en el municipio de Tapalpa. Como fuera, las Torrecillas son antiquísimas. Cuando los primeros hombres llegaron a esta región provenientes del norte del continente como parte de la migración desde Asia, se encontraron con estas formaciones que les pudieron parecer poco menos que mágicas. En la colonia no se mencionan de forma especial, más que como guarida de bandidos; pero, ya durante la guerra de independencia, se sabe que fueron fortificación y escondite de los rebeldes y gavillas de salteadores. En la revolución, Pedro Zamora las utilizó para esconderse y esconder los tesoros saqueados; lo mismo hicieron los cristeros. No es pues ocioso que se asocie el lugar con tesoros escondidos. Cuenta la leyenda que, en una de las cuevas de las Torrecillas, existe un gran tesoro encantado, esperando algún valiente que le rescate. Por su naturaleza, el tesoro sólo puede ser sacado de allí a determinada hora de un día comprendido entre los de la Semana Santa cada año. Además, se debe enfrentar al guardián del tesoro, un esqueleto vestido con yelmo español que lo resguarda. La condición, si es que uno logra cumplir con los primeros requisitos, es llevarse todo o nada, es la advertencia del esqueleto, pue si uno carga con lo que puede solamente, no llevándose las carretas de monedas de oro que allí hay, lo que pueda sacar de la caverna, se convertirá en carbón. Además, existe un peligro adicional: salir de la caverna puede alterar nuestro lugar en el tiempo y se dice que hay quien nunca sale de ahí o sale 20 años después de haber entrado. La siguiente es una experiencia que me contará un vecino del municipio: Cuando niño, Javier, que así se llama quien me lo contó, fue a buscar el tesoro con sus amigos, todos alrededor de los 13 años. Encontrando un acceso que les pareció correcto, el único que podía, por su complexión, introducirse a la cueva, era Javier. Con miedo Javier aceptó, con la condición de que, un ovillo de hilo de cocer que llevaba en su bolsa, se atara a su presilla del pantalón y fuera sostenida por uno de sus amigos, para poder volver sin perderse en el interior de la cueva. Armado con una caja de cerillos, avanzó por la estrecha cueva que apenas se lo permitía gateando. Conforme avanzó en el estrecho túnel este se hacía un poco más amplio, pero no lo suficiente para levantarse ni para darse vuelta y regresar. Pensó, ante la oscuridad, regresar de reversa, pues por más que le insistían sus amigos, no veía nada delante de él y pese a los cerillos que encendía cada tanto, la luz de estos no le permitía ver más allá de algunos pasos. Las voces de sus amigos se oyeron más lejanas y al final ya no las escuchó. Tuvo miedo y quiso regresa, pero la cueva se volvió más amplia permitiéndole levantar la cabeza, pero sin dejarlo dar la vuelta, delante de él, vio luz, luz de día, era otra salida de la cueva, pensó, y se apresuró, se sentía el aire fresco soplando desde la luz a su cara. La cueva se volvió a estrechar como al principio y Javier se apuraba a llegar a la fuente de la luz. Efectivamente, era una salida de la cueva, Javier salió encandilado y sacudiéndose el polvo de su ropa, sólo para quedar sorprendido de encontrar a sus amigos al lado de la salida. Era el mismo lugar por el que había entrado. Nadie entendía nada. Sus amigos ya no gritaban porque hacía rato Javier no contestaba y sin querer habían soltado el hilo que llevaba atado a su pantalón. Creyendo que Javier se había perdido se lamentaban cuando lo vieron salir. Javier no podía creer lo que le decían sus amigos, si no había pasado tanto tiempo, él los había escuchado hasta hace poco. "El hilo" recordó uno de ellos. Javier lo buscó atado a su pantalón y allí estaba, y seguía hasta la cueva, perdiéndose en su interior acusando que la punta estaba muy dentro en la cueva. Los muchachos se asustaron tanto que bajaron corriendo del lugar. Llegaron más rápido de lo que creían era posible a su barrio, la candelaria, pero no contaron nada a sus madres por miedo la represarías ¿y para qué? si no les iban a creer. 
El Caballo del Diablo.
Cuando los caballos fueron traídos a estas tierras por los españoles, les parecieron a los indígenas vestías malignas, aterradoras. En el valle central de Anáhuac se creía que el caballo y su jinete eran una misma bestia, que un español era la parte de arriba de un caballo. No pasó menos en Tzaulan, los caballos no se conocían en estas tierras antes de la llegada de los españoles (1522). El resoplar del caballo, el sonido de sus cascos sobre las piedras de las calles y su relinchido, debió causar miedo, terror entre los indígenas aún ya en la colonia. A ellos se les prohibía por ley tener estas bestias. Además de asociarlos a los españoles, la guerra y el abuso de estos, a estos animales desconocidos se les atribuyó cierto poder místico entre los indígenas, cierta aura de maldad y misterio. Por lo antes dicho. Escuchar por las noches un caballo cerca de las casas de los indígenas era sinónimo de peligro. Debió de ser muy aterrador. El siguiente relato me lo contaron dos personas, mi padre y un despachador de gasolina de la gasolinería ubicada en el cruce de las calles Juárez y Constitución, hecho acaecido en los años noventa del siglo pasado:
A las tres de la madrugada, hora señalada por el cristianismo en que el demonio anda suelto, mi padre llegó a comprar combustible en su carro a la gasolinería citada. El negocio no permitía despachar combustible a esa hora, pero mi padre llamó antes, desde su casa, al velador para pedirle de favor que le vendiera, asique ya lo esperaba. Mientras despachaba el combustible, el velador escuchó los cascos de un caballo contra el pavimento, se acercaban del sur por la calle Juárez. Insinuó a mi padre que era le caballo del diablo, medio en broma medio en serio. Cuando los cascos se detuvieron ambos vieron parado a mitad del cruce de calles, frente a la esquina del asilo, un caballo enorme, negro de ojos rojos que resoplaba, sin jinete. El caballo movió la cabeza como si una rienda invisible lo animara a avanzar. Siguió su camino sobre la calle Juárez rumbo al jardín principal, pasando frente a ellos, que se quedaron inmóviles. El despachador miró cómo de sus cascos salían chispas, mi padre decía que eso no lo recordaba, pero ambos coinciden en que, justo frente a la puerta de la sala de velación pública, en el atrio de San José, despareció. Cabe señalar que precisamente allí comenzaba lo que fue en la colonia (1546) el atrio de la parroquia, no había calle. Terreno santo, se diría. El Caballo del Diablo no podía pisar terreno consagrado; ellos no podían saber que la calle terminaba en ese tiempo justo allí. Eso es lo fascinante de las leyendas… (En el próximo número, continuarán los mitos y leyendas de Sayula). 


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