lunes, 23 de julio de 2018

Política, espejos, espejismos y sombras…
Por Rodrigo Sànchez Sosa

Fe de erratas: en la pasada entrega de esta columna  por un error involuntario mío, el inicio del texto debió ser: "…luego del triunfo apabullante de AMLO y Morena con un indiscutible 53% de los votos a su favor, a lo que llama Lorenzo Meyer, investigador y maestro de la UNAM, ´La insurgencia electoral´; las fuerzas reaccionarias comenzaron sus ataques contra un gobierno que aún no toma posesión…" Y no como apareció impreso. Una disculpa por ello, gracias.
Bien, retomando el mismo tema de la semana anterior, es decir, los ataques contra el virtual gobierno electo de México, quisiera poner a su consideración, la siguiente observación de la realidad política de nuestro país.
Lejos de que la polarización de los mexicanos, surgida en las pre campañas y durante la campaña electoral de las ultimas elecciones, desapareciera, ya resulta la elección; esta continua y en algunos casos de forma más radical y hasta cínica. Más allá del problema que plantea para la gobernabilidad del país el asunto de acentuar la división en medios y redes sociales, me parece que el resultado de las elecciones nos puso a los mexicanos frente a un espejo, y lo que vemos allí, no sólo no nos está gustando, sino que nos asusta. Durante los años que duró la dictadura del PRI con dos gobiernos de oposición de derecha (PAN) a modo intercalados, nos vimos a nosotros mismos como un país tolerante donde, el racismo, el clasismo y la intolerancia eran cosas superadas, del pasado, trincheras de grupos radicales de derecha asociados al fanatismo religioso u ordenes sociales reducto del profirismo en los rincones más alejados de la patria. Pero, en estos últimos tiempos, saltó a la vista como una bofetada, lo contrario. La exclusión y la intolerancia en México eran la base de nuestras relaciones cotidianas, nuestra economía, nuestra política y nuestra forma de percibirnos. Antes incluso de las precampañas, un estudio del INEGI ventiló que el color de piel en México determinaba las oportunidades para sus ciudadanos, algo que estudios universitarios ya habían evidenciado. No es que no lo supiéramos, la rebelión indígena de 1994 en Chiapas, que puso frente a la opinión pública las condiciones en las que vivían los pueblos indígenas en territorio nacional, fue el primer aviso de que nuestro orgullo por las raíces indígenas era una hipocresía que mantenía encubierto un estatus heredado de la colonia, la exclusión social y étnica.
Jacques-Marie Émile Lacan un médico psiquiatra y psicoanalista francés conocido por los aportes teóricos que hizo al psicoanálisis, en un apartado de su estudio de la personalidad humana, nos habla del Estadio del Espejo, que sugiere que el bebé humano sólo hasta los 18 meses es capaz de reconocerse así mismo en un espejo. Antes de ello, su identificación con la madre es tal que se siente una extensión de ella, no un individuo. Se ha observado que sólo los primates mayores, gorilas y chimpancés, orangutanes y bonobos, con quienes compartimos el 98% de nuestro material genético, pueden hacer lo mismo, reconocerse en un espejo. Otros animales al acercárseles un espejo, creen que están frente a un miembro desconocido de su especie e intentan pelear o huir.
La experiencia del espejo, el reconocerse así mismo como ser individual es parte de la madurez, de la independencia del individuo y por ello de la responsabilidad de tomar la vida en las propias manos, en el caso del hombre, pero también de los pueblos.
Los mexicanos nos vimos en el espejo crudo, sin filtros ni maquillajes. Allí estamos: racistas, clasistas, intolerantes, corrompidos y corruptos, ante un cambio que no se podía postergar, frente al reto de madurar como país, de dejar atrás el cinismo hipócrita de un nacionalismo fundamentado en mitos de plástico. Emergimos a nuestra realidad como los hombres de la caverna de Platón, aquel mito que habla de unos esclavos obligados a experimentar en una cueva la realidad sólo como sombras reflejadas en la pared de esta, a la cual ellos creían la única realidad posible. Nuestro mundo real, es nuestra realidad como nación y no es grata. Nos dejamos guiar por perversos lideres corruptos, nos sentimos "protegidos" en esa pesadilla de autoritarismo y represión, de crimen organizado, cientos de miles de muertos y desaparecidos, pobreza y saqueo. Como en un espejismo, que refleja lo que la mente quiere ver, nos vimos con rasgos europeos, viviendo mejor que la gente en África, Cuba o Venezuela. Nuestra realidad de espejismo nos consolaba, nos mirábamos a nosotros mismos con rasgos europeos, ricos, viviendo en libertad y paz. "Póngase a trabajar", les gritábamos a los que ya no pudiendo con su realidad cruel salían a las calles a protestar y cuando alguien desaparecía o era asesinado en las calles nos decíamos "Por algo será". Hasta que esto nos comenzó a pasar a nosotros, hasta que el espejismo trasmitido en la televisión en noticias y TV novelas, no funcionó más, y palpamos aire en nuestro visiones del espejismo, éramos nadie en un país desolado, regentados por el crimen y la muerte. Pedíamos seguridad y nos daban guerras en las calles, pedíamos educación y nos daban antimotines y cuotas obligatorias en la educación pública; pedimos justicia y nos encarcelaban acusados de crimenes que no cometimos o éramos despojados por aquellos que deberían hacer justicia; pedíamos salud y medicamentos en el sistema publico de salud y nos daban citas con tres o seis meses de espera, medicamentos de segunda cuando había; pedíamos un buen salario y nos daban el salario mínimo mientras ellos ganaban cien mil veces más; pedíamos democracia y nos daban fraudes.
Usamos las urnas y les pusimos en claro que ya no funcionaba el espejismo, que no queríamos más sus farsas. Pero vino, como decía, en consecuencia, el espejo. Nos miramos. No sólo eran ellos, los perversos gobernantes y sus cómplices los delincuentes, éramos nosotros también: una sociedad dividida por los prejuicios, el  racismo, el clasismo y la intolerancia. Nos vimos desnudos y desgajados de los mitos coloniales, en un mundo que habíamos ganado pero en desorden, como en el cuento de  Rulfo "Nos han Dado la tierra".
Aquí estamos, pensando que el cambio ya es inevitable, pero ¿Qué hacemos con los que exigen los antiguos privilegios: Burocracia VIP, políticos tradicionales, Magistrados, Empresarios, Clases altas, la gente blanca de rasgos europeos que exige su estatus, los hijos de los antiguos señores todo poderosos? Esos que representan una minoría, pero admirada, envidiada y en otro tiempo respetada; esos que nos llaman "chairos", esos que se burlan de nuestra miseria, de nuestra humildad, de nuestro género, preferencia sexual, color de piel, rasgos indígenas y hasta de nuestra nobleza. Esos que se creen con derecho a los privilegios, como si de una cuestión de "sangre azul" se tratara ¿Alcanzará la ley a ponerlos en su lugar? ¿Alcanzarán cinco años diez meses que durará el sexenio para ajustarlos al nuevo orden, al respeto de la ley y la democracia, pero sobre todo el respeto a la dignidad de un pueblo moreno descendiente de indígenas, noble pero embrutecido, capaz pero humillado, que representa el 70% de la población de este país? Quizás no.
El espejo revela trágicamente la enajenación de las mayorías. Todo esto enumerado aquí como anti valores, son para muchos aún en México sentido común: así el indio, el joto, la marimacha, el naco, el jodido, el tatuado, el cholo, el corriente, el ignorante, no merecen la justicia social, por que su estado natural es la injusticia: que los ninis, se queden ninis por huevones; que a los indios se les despoje de sus tierras por ignorantes; que a los prietos se les pague menos por feos; que los nacos se queden pobres por corrientes; que los banqueros y especuladores extranjeros se agencien el país y nos pongan condiciones de hasta de quién debe gobernarnos, porque ellos si son europeos o gringos; que a los jotos, las lesbianas y las putas, los violen y maten porque se lo merecen. Eso es lo que arroja el espejo a nuestra cara, sacándonos del espejismo y la caverna de sombras en que hemos vivido desde la colonia.
Ya reconociendo nuestra miseria en este espejo, queda claro dónde está nuestro país, dónde estamos nosotros, pero lo que no queda muy claro es nuestro futuro como nación ¿Terminará correctamente nuestro proceso de maduración como pueblo? Esa es una pregunta que no puede responder el espejo.

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