miércoles, 9 de enero de 2019

                         Política y engaño. 
 Por Rodrigo Sànchez Sosa
Aun con el ejercito de boots, se puede medir en redes sociales tendencias objetivas. Los comentarios violentos, de rechazo, insultos y amenazas en redes sociales al EZLN, deja ver la jugada de la derecha, no porque sea la ultra-derecha criminal mexicana y sus esbirros quienes las hacen; no, es aún más preocupante, es la gente que apoya a MORENA. La aterciopelada transición del poder en México, deja, de forma temprana, al descubierto el plan a largo plazo de los siniestros poderes fácticos: le apostaron a una izquierda que fracasará, desilusionando a esta gente despolitizada y enajenada que hoy sigue fanáticamente a MORENA; para luego utilizarla en un regresó de las fuerzas más reaccionarias y retrógradas de México. Este fanatismo irracional y estúpido que hoy apoya así a MORENA, será el mismo que hará caer a este partido, meterá a la cárcel a Obrador - como a Lula en Brasil - y encumbrará a un loco fascista como Bolsonaro o Trump, con el apoyo seguramente del alto clero católico, y en función de las mismas razones con las que hoy rechaza al PRI-PAN; en un futuro cercano.  El racismo evidenciado en el asunto de la migración hondureña, la virulencia con que se ataca al EZLN, el fanatismo difundido en torno a MORENA, despolitizado y estúpido; suena perfectamente a fascismo. Ahora comienzo a dudar que haya ganado la izquierda progresista en México, y me explico lo terso del cambio de régimen: ¡Es una estrategia de la ultra derecha!
El EZLN tiene razón, la finalidad no es el cambio, sino culminar la obra del neoliberalismo: apoderarse de México ¿Qué mejor forma que usar el odio a la corrupción y el neoliberalismo, en favor de este mismo y aquella, gracias a la ignorancia y el fanatismo de un pueblo despolitizado y fanático?
Las tendencias mundiales en política contra todo pronóstico viraron a un extremismo populista de derecha. Es falso que AMLO este en el mismo carro de esta tendencia; pero si comparte con estas el discurso nacionalista frente a una globalización capitalista. Así mismo, su política económica tiende por los causes de considerar ciertos dogmas del sistema económico y financiero global, como verdades inamovibles, importantes miembros de su gabinete son parte del sistema y el estatus quo capitalista; como bien señala el Zapatismo. Dice Alfredo Jalife que se puede ver al mundo entre estos dos discursos: la tendencia globalizante y los discursos nacionalistas.
Trump y Bolsonaro,  "…Ambos protagonizaron campañas electorales con un discurso extremista y polarizante, contra el establishment político y contra las minorías, y en defensa de la "mayoría silenciosa", del "verdadero pueblo". Por su discurso políticamente incorrecto llevado a niveles desconocidos, y sus continuos exabruptos, casi todos los analistas creían que no tenían posibilidades de ganar. Y sin embargo lo lograron. La comparación cobra sentido porque ambos son emergentes de una crisis que atraviesa a todo el mundo occidental. Una economía con dificultades crecientes para contener a todas las personas, identidades nacionales en cuestión por la globalización, la reconfiguración de los roles y de las autoridades sociales, y partidos políticos incapaces de procesar las nuevas demandas de la ciudadanía. Son síntomas que se ven en casi todos los países, aunque los contextos y las respuestas varían profundamente de un lugar a otro. Bolsonaro y Trump pueden tener muchos puntos de contacto, pero sus historias y la realidad en la que operan se alejan tanto como Brasil se diferencia de Estados Unidos.
Parecidos
"Se asemejan por las posiciones que asumen, por el modo en el que actúan, por la manera en la que subyugan a los medios tradicionales y se comunican directamente con sus votantes. Ambos tienen posiciones conservadoras y autoritarias asociadas a la extrema derecha, y se establecieron como las principales alternativas antagónicas a gobiernos progresistas que los precedieron. Consiguieron incorporar el papel del outsider en el imaginario de los electores, en un momento de gran descrédito de las instituciones políticas formales", dijo a Infobae el politólogo Gustavo Sabbag, miembro del Núcleo de Estudios de los Partidos Políticos Latinoamericanos (NEPPLA) de la Universidad Federal de São Carlos. Tanto Trump como Bolsonaro juegan a ser actores ajenos al sistema, aunque no terminan de serlo. El primero no había ejercido nunca un cargo público, pero era una figura muy conocida, que ya había amagado con ser candidato a presidente en más de una ocasión, y que terminó postulándose por uno de los dos grandes partidos estadounidenses. El otro nunca ejerció cargos ejecutivos ni formó parte de las principales fuerzas políticas, pero es diputado federal desde 1991. Pero tienen una impronta antisistema porque le declaran la guerra a los políticos tradicionales, a quienes acusan de haber actuado en contra de los intereses de la nación. Su incorrección política, y la construcción de un discurso en el que los excesos son la regla, es una forma de mostrarse diferentes a aquellos que "gobernaron siempre". 
 "Emergieron en el contexto de un amplio descontento en la sociedad. Trump simbolizó un movimiento de insatisfacción, especialmente por el desempleo vinculado a la industria automotriz en el norte de Estados Unidos. Culpó a México y a los inmigrantes, y así conquistó votos de regiones tradicionalmente demócratas. Bolsonaro, por su parte, aparece en un momento de escándalos de corrupción que llevaron a muchos políticos a la cárcel, sumado a una fuerte crisis económica y a un crecimiento de la violencia", explica la politóloga Priscilla Leine Cassotta, investigadora del NEPPLA, consultada por Infobae.
Como se declaran representantes del auténtico pueblo de sus respectivos países -si es que existe algo así-, cuestionan los generosos derechos con los que cuentan las minorías, y defienden a una mayoría que consideran discriminada. En el caso de Trump, los apuntados son los extranjeros. "Cuando México envía su gente, no envía a los mejores. Es gente que tienen muchos problemas (…) Traen drogas, crimen, son violadores, y supongo que algunos son buenas personas", dijo en un recordado discurso de campaña. Bolsonaro también apuntó contra los inmigrantes, en particular contra los venezolanos que entraron masivamente a Brasil tras el colapso de la economía chavista. "Ahora los más pobres (de Venezuela) están viniendo a Brasil. Ya tenemos demasiados problemas aquí", sostuvo en marzo y llamó a "revocar la ley de inmigración".
Como Trump con Twitter, Bolsonaro es casi un youtuber. Sabe que sus ideas rebotan de manera más vibrante en esas plataformas
"Trump recibe el apoyo de republicanos que viven en estados pequeños, que antes estaban a favor del libre comercio y de la inmigración, aunque sus políticas van completamente en contra de esas posiciones tradicionales. Bolsonaro es respaldado por partidos conservadores y por elites vinculadas a los negocios, que piensan que las propuestas de su equipo económico neoliberal pueden beneficiarlos, a pesar de que es antidemocrático", dijo a Infobae Barry Ames, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Pittsburgh, especialista en política brasileña y latinoamericana. Otra clave compartida es la promesa de restaurar un orden perdido. Ambos sostienen que sus naciones eran grandes y firmes en el pasado, pero se fueron debilitando con el correr de los años. A poco de asumir, Trump ordenó un histórico incremento del presupuesto militar para "reconstruir las Fuerzas Armadas", con el objetivo de que "nadie en el mundo pueda cuestionar" su poderío y vuelvan a ser "imbatibles".
"Movilizan la idea del retorno a un pasado imaginario -dijo Leine Cassotta-. Trump quiere 'hacer a Estados Unidos grande nuevamente', y Bolsonaro reaviva la memoria de un régimen militar 'libre de corrupción' y 'seguro', que nunca existió. Crean sus propios enemigos. Uno responsabiliza a los inmigrantes y otro a las minorías, lo cual potenció un discurso de odio".
Como Brasil no tiene amenazas externas, pero es uno de los países con más asesinatos del mundo, el ex militar hace hincapié en la seguridad interna. "Si un policía mata a 10, 15 o 20 (delincuentes), con 10 o 30 tiros a cada uno, tiene que ser condecorado y no procesado", dijo el mes pasado, y llamó a armar a la población civil.
"Tienen un discurso que se presenta como popular, que va contra lo políticamente correcto, y no miden sus palabras, que son polémicas y agresivas -dijo Sabbag-. Ofrecen respuestas simples a fenómenos complejos como la seguridad, la salud y la política exterior, que encuentran eco en una época en la que el electorado es bombardeado por noticias falsas y está cansado del establishment, que carece de soluciones a sus problemas, que se profundizaron con las recientes crisis económicas".
Los dos líderes se han manifestado incluso a favor de la tortura. El presidente estadounidense defendió el uso de técnicas como el "ahogamiento simulado" en interrogatorios a terroristas. Bolsonaro alabó al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, jefe de inteligencia de la última dictadura brasileña, acusado de ordenar el secuestro y tortura de cientos de presos políticos, entre ellos, la ex presidenta Dilma Rousseff.
Una semejanza fundamental a nivel comunicacional es el uso que hacen de las redes sociales. "Como Trump con Twitter, Bolsonaro es casi un youtuber. Sabe que sus ideas rebotan de manera más vibrante en esas plataformas. Creó una enorme red de seguidores que se especializaron en promover sus ideas y su candidatura. Twitter, Facebook, YouTube y, principalmente, WhatsApp, se convirtieron en un incomparable ecosistema de informaciones de calidad cuestionable, que lo presentan como un 'mito', como lo llama su séquito. Tal vez esta haya sido la primera elección en la que el smartphone fue más importante que la televisión", sostuvo Paulo Franz, investigador del Observatorio de Elites Políticas y Sociales de Brasil, consultado por Infobae. Hay otro parecido importante, que revela hasta qué punto conciben la política casi como una guerra: no consideran legítimos a sus adversarios. Por eso los dos amenazaron con desconocer el resultado de las elecciones en caso de perder.
"Además de creer en informaciones dudosas, ambos desconfían frecuentemente de los hechos y de las evidencias científicas, como lo muestran sus críticas al Acuerdo de París por el Cambio Climática -continuó Franz-. También de las normas institucionalizadas, como los procesos electorales. Trump dijo en el debate con Hillary Clinton que no aceptaría algo diferente de su victoria. Bolsonaro dijo decenas de veces que si perdiera sería por un fraude en las urnas electrónicas. Incluso después de haber recibido más de 49 millones de votos, publicó un video diciendo que no ganó en primera vuelta por las urnas".
No se puede confundir a AMLO que estos políticos, pero tenga por seguro que a medio sexenio aparecerá uno que capitalice los errores de Obrador y cree un discurso más cercano a lo aquí esbozado de Trump y Bolsonaro, la tendencia es global y México no es una isla.



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