lunes, 1 de agosto de 2022

EDITORIAL:  Un retrato, tal cuál

Consideraba que la opción de la guerra genocida era la única posibilidad (símil a la guerra contra el narco) para mantener y garantizar la transformación revolucionaria, tanto en lo económico como lo político.

En la regencia económica, consideraba que las palancas de desarrollo eran como la fuerza trabajadora, y por lo tanto deberían permanecer encapsuladas en los sistemas síndico-charril para asegurar el sometimiento de las masas, evitando la construcción de un movimiento obrero capaz de organizarse; así consideraba que se mantenía la soberanía, la gobernanza y la democracia, en esa falaz imagen creada a los ojos del pueblo por los medios masivos de difusión.

Desacreditar las ideologías socialistas, comunistas y de origen comunitario, quería se diera la impresión abismal que, tales ideas eran esclavizantes e indignantes al ser humano. No permitía una mirada a la auténtica lucha de los obreros y los campesinos.

Hacía pulular el sometimiento por hambre y miseria por ya casi 50 años, lograba que los falsificadores de la historia llamados intelectuales, sociólogos, novelistas, escritores y guionistas fluyeran a modo en base de mentiras.

Intentó de dos formas: una, sepultar la historia como la de México 68 en Tlatelolco; y dos, dejar sólo visibles algunas cabezas estudiantiles como resumen del movimiento, dejando esto como algún suceso cotidiano de desgarbados "greñudos", cuando la realidad fue la gran masa trabajadora, las madres, los hermanos y el pueblo en general quién hizo reclamo y movimiento con fervor amoroso por su juventud.

La paranoia por los conjuros comunistas hizo que se fuesen encima de grupos de los desmadrosos burros blancos, las pandillas de Bucareli, Balderas, Ayuntamiento, Luis Moya , la Ciudadela, la Voca 2 y la 5 y los Araños. Jóvenes que competían en "touchito", fut bol, volados merengueros y alguna que otra bronca por desacuerdos en los resultados. Contra éllos fue la fuerza bruta del estado.

Lanzó la fuerza inmisericorde e irrefrenable de los granaderos a punta de bazucazos y gases lacrimógenos enmascarados detrás de las provocaciones para, de manera por demás ansiosa esperarlos entre guardia y retaguardia para molerlos a golpes en cabezas, espaldas, manos y pies con enconado rencor.

Eso sólo visto en la Ciudad de México antes Distrito Federal; qué decir lo acontecido en otros lugares del territorio nacional.

La imagen nacional con una lejanía del pueblo, embriagado del poder omnímodo, prejuicioso, agrio y sin un sabor, sólo con su séquito monárquico enloquecido por porras y aleluyas, duro, cruelmente amigable, tan servil como abyecto y prepotente, lamió el zapato a los que estuvieron arriba y ahora pisó la lengua y cabezas de los que están abajo. La transfiguración del gusano al devorador de vidas.

Entronizado en el poder jamás aceptó rival, las fluviales lisonjas brotadas de seguidores y beneficiarios eran insuficientes a sus imaginarios, creía ser merecedor de más por sus méritos revolucionarios e intelectuales.

Los movimientos estudiantiles que tuvieron eco en personas como Juan Rulfo, Fernando del Paso, Juan Bañuelos, Vicente Leñero, Juan José Gurrola, Tomás Mojarro (el Valedor), Carlos Monsivais, Alejandro Aura y muchos otros fueron descalificados y defenestrados por el poder en turno.

Fingía aceptar el diálogo, hacía comunicados desde los atriles tanto federales como del gobierno del Distrito Federal, pero arreció las brigadas en contra de los simpatizantes populares; lo único logrado fue que se unieran y apoyaran a los rebeldes los obreros, petroleros, sindicatos independientes, padres y madres de familia, profesores y comerciantes, burócratas y sindicatos independientes.

La provocación y el vituperio fue la marca, llegando a izar una bandera negra en lugar del lábaro patrio en el zócalo para fingir una agravante el 28 de agosto de 1968, acusando a los rebeldes.

Esa era su marca, su sino y con eso su egolatría, se amaba tanto que no soportaba opiniones diferentes.

Persiguió con tortura cruel a inocentes y seguidores de los guerrilleros, nunca admitió el diálogo, jamás creyó en la palabra: sordo, ciego y mudo sólo permanecía su opinión como verdad.

El manejo indiscriminado del dinero del pueblo, partidas secretas, gastos suntuarios, obras a sobreprecio; dentro de un país carente de infraestructura, con baja escolaridad y poca capacidad de compra.

La pregunta: ¿a quién estoy retratando? Porque se dibuja como calca el sistema PRIísta y luego sus remedos PANistas o describo los presidentes tales como: Luis Echeverría Álvarez; siempre omnímodos, con modos de realeza y actuaciones de bajeza.

Mejor representante para describir los tiempos del monopolio del poder y sumisión del pueblo, no puedo encontrarlo. Esperemos que después de esta vida el cielo haga justicia. (Moises Zepeda Gómez.para Horizontes)


No hay comentarios:

Publicar un comentario