lunes, 26 de septiembre de 2022

 La fragilidad humana ante los fenómenos naturales

Por Arturo Fernández Ramírez

Aunque diciembre es el mes con más movimientos telúricos de 1990 a 2021, septiembre ha sido estigmatizado como el de los temblores. Pero, más allá de las coincidencias cronológicas que se quieren resaltar o darles diversas interpretaciones, la realidad es que los recientes sismos que sacudieron a varias entidades federativas de México, reflejan una vez más la fragilidad humana ante la madre naturaleza. Presumimos avances tecnológicos sin tener la capacidad de conocer todavía las causas de muchos fenómenos perturbadores. Sigue siendo un enigma qué es lo que los provoca y cómo podemos anticiparnos a ellos. Y lo más grave, nos mostramos impotentes para revertir o evitar que nos causen daños materiales y humanos. Es importante reflexionar con humildad sobre nuestra pequeñez frente a la grandeza de nuestro hábitat. Y que lo mejor para reducir riesgos, es fortalecer la cultura de la prevención y la capacitación.

   Datos del Servicio Sismológico Nacional señalan que desde 1990 hasta septiembre de 2021, diciembre es el mes con más movimientos telúricos con 15, seguido del primero con 11 sismos. No obstante lo anterior, como sabemos, el citado septiembre ha sido estigmatizado por la población como el mes de los temblores. La razón es entendible, en él se han registrado los sismos más fuertes en nuestro país.     Muestra de ello son los ocurridos el 19 de septiembre de 1985, el 7 y 19 de septiembre de 2017 y ahora el 19 de septiembre de 2022. Que han dejado como saldo muchos muertos, y graves daños materiales en edificios públicos y viviendas.    Los sismos y otros fenómenos perturbadores (huracanes, tsunamis) reflejan la fragilidad humana ante la madre naturaleza. De poco o nada sirven los avances tecnológicos para conocer con certeza las causas que los provocan. Sentimos que estamos en un estado de indefensión al ser impotentes para revertir o evitar que nos causen daños materiales y humanos.

    Ante ello, lo único que nos queda es reflexionar con humildad sobre nuestra pequeñez frente a la grandeza de nuestra madre naturaleza. Y que lo mejor para reducir riesgos, es fortalecer la cultura de la prevención, capacitándonos en medidas que nos permitan reaccionar ante cualquier fenómeno perturbador. Mantener la calma y actuar, evitando ser presa del miedo, es lo menos que podemos hacer.


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