martes, 20 de septiembre de 2022

De nuestro álbum de los recuerdos

 

De nuestro álbum de los recuerdos

En este mes patrio se conmemora también a de uno  de los jaliscienses más ilustres, sayulense de nacimiento, el Pbro Severo Díaz Galindo, fallecido el 14 de septiembre de 1956, perdiendo no sólo Jalisco y Sayula, sino el mundo entero a uno de los más brillantes científicos que dejara un legado para la humanidad para orgullo de sus coterráneos, descansando sus restos en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres desde el 11 de septiembre de 1994.


Estudió su instrucción primaria en su ciudad natal en la entonces escuela municipal, dónde en ocasión de un acto público impresionó al entonces gobernador del estado general Ramón Corona de quien se dice, desde ese momento, tuvo el mandatario la intención de llevarlo a Guadalajara para que en la capital del estado continuara sus estudios en alguna rama de la ciencia, empero, don Severino Díaz, su señor padre se opuso.

Relatan sus biógrafos que el 19 de octubre de 1890, ingresó al entonces llamado Colegio Eclesiástico de Zapotlán donde por su vocación e inteligencia concluyó con honores más que merecidos sus estudios eclesiásticos  recibiendo la orden del presbiterado de manos del arzobispo de Guadalajara don Jacinto López y Romo el 9 de septiembre de 1900 a la edad de 23 años,  siendo sus primeros deberes eclesiásticos: capellán del convento de la Visitación y celebraba misa en los templos de Santa María de Gracia, Capuchinas y Santa Teresa.

En la década de los veinte lo nombran director del Observatorio Astronómico y Meteorológico del Estado de Jalisco, que fuera inaugurado el 2 de abril de 1889, cargo por el ocupado hasta su muerte en 1956, aunque la institución se transformaría primero al integrarse en 1925 a la recién inaugurada Universidad de Guadalajara bajo cuyo cobijo cambia su nombre en 1947 hasta llegar al actual de Instituto de Astronomía y Meteorología.

El padre Díaz también fue un dedicado docente en varias instituciones educativas, como la Escuela de Ingenieros de Guadalajara, el Liceo de Varones y la Escuela Normal de Señoritas, al efecto escribió y publicó, entre otros numerosos títulos, los Elementos de Astronomía y Meteorología (1928, 1947), el Tratado de Álgebra y complementos de Aritmética (1911) y tradujo del francés el Tratado Elemental de Química de A. Maillard (1908); de sus estudios científicos el de El Centro del Universo publicado originalmente en 1909 en el Boletín de la Escuela de Ingenieros de Guadalajara Preocupado por rescatar la cultura científica de nuestra ciudad, escribió y publicó La tradición científica de Guadalajara (1943-1945), venturosamente reeditado en una edición moderna, y además participó con un muy documentado estudio en una velada literaria que en honor a Galileo se celebró el año de 1909 en el Seminario de Guadalajara, también rescatado en una sobria edición facsimilar gracias a los empeños del Cronista de la Arquidiócesis Pbro. y Lic. Tomás de Híjar Ornelas.

 Un mercado municipal cercano a la avenida Chapultepec lleva su nombre, la plazoleta entre avenida La Paz y Langlois alberga su busto frente a una casa que le perteneció y que el padre Díaz ofreció para que continuaran las actividades de la entonces Junta Auxiliar de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Tristemente el espléndido Centro de Ciencia y Tecnología Planetario con su nombre fue destruido y la Cátedra de Divulgación de la Ciencia epónima instaurada por el Congreso del Estado con el apoyo del Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología sólo fue dictada en una ocasión.

En Sayula, su ciudad natal, una escuela primaria lleva su nombre además de una calle al oriente de la ciudad en la colonia 27 de Septiembre y con letras de oro su nombre en el Centro Cultural "Olivia Ramírez de Yáñez", esperando que las actuales autoridades no las hayan tirado ya a la basura con el argumento de una supuesta remodelación que hoy en día se lleva a cabo de dicho inmueble.


Anécdotas:  Relata en su obra La Provincia de Avalos, Federico Munguía Cárdenas que el Padre Díaz era un experto en los pronósticos del tiempo a tal grado que la gente del pueblo observaba a Don Severo que si salía a caminar con paraguas era que seguro llovería. Y aunque aún se sostiene que los terremotos o temblores no se pueden predecir con exactitud, se cuenta que el Padre Díaz sí que pronosticó algunos de la época con exactitud extraordinaria aún no explicada en términos científicos. En relato personal a quien esto escribe, Don Federico Munguía, mencionó al respecto una anécdota de cuando él era un niño, contando que su señor padre hizo que toda su familia, una noche de los años cuarenta del siglo pasado, pernoctara en plena calle porque el Padre Díaz había pronosticado que habría un sismo en las próximas horas como efectivamente sucedió, refiriendo que quizá se trataba del sismo que ocurrió hacia el año de 1941.


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