martes, 20 de diciembre de 2022

 Historia de los adolescentes en el poder 

en  Sayula a 500 años de su fundación

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

 Hoy los adolecentes son para que llenen los parques, los jardines, las escuelas, las calles de algarabía, risas, bufonadas, felicidad por vivir y renovar los ciclos de la vida. Son la promesa del futuro enfundada en uniforme escolar, la ingenua incertidumbre de la metamorfosis; también son la angustia benigna y el miedo e inseguridad del niño que es espectador involuntario de su propio proceso de trasformación. 

Son narcisista y tercos, ingenuos y locos, soñadores y poetas, apasionados y tiernos, corren riesgos innecesarios y juegan a ser malos, antihéroes de su propia película, se intentan conocer cuando no han terminado de ser lo que serán. 

Son tiernamente indefinibles. Pero, jamás podrán llevar los destinos de nadie, ni darán cuentas de responsabilidades que los sobre pasan, no pueden, a esa edad, hoy, ser padres, maestros, guías, profetas, sabios, gobernantes. Es de una perversidad sin nombre ponerlos al frente de una familia, de una clase, como líderes sociales, sacerdotes o pastores, consejeros o guías de ciegos y mucho menos convertirlos mediante el voto en políticos con poder. 

El adolecente como decía Salvador Allende, es, por naturaleza biológica, rebelde, y si no lo es, debería ver a un medico 

¿Cómo puedes entonces exigirle a un niño con cuerpo de hombre, como hoy se entiende a estos, que resuelva problemas o enfrente responsabilidades que a un hombre maduro se le dificultan cuando ya la edad no le da ni tiempo para estar en desacuerdo con su propia realidad, abrumado con el peso de sobre llevarla? 

La misión del adolecente hoy no es trasformar el mundo, sino transformarse él. Le das un arma y lo mandas a la guerra, le das trabajo y los esclavizas, le das una adicción y lo explotas, le das un dogma y lo obligas a reproducirlo, le das sexo y abusas de él, le das poder y lo manipulas y luego lo culpas y esperas que pague las consecuencias de tu abuso y de sus errores frente a una responsabilidad para la que NUNCA fue capaz. 

Antes de los 33 años lo crucificas públicamente, mientras tus jardines, parques, escuelas y calles se llenan de muertos vivientes: delincuentes, adictos, criminales, corruptos, pervertidos, niños abusados, familias destruidas, gente infeliz y angustiada. 

El niño que quiso ser adulto yace como un cadáver putrefacto en medio de una sociedad pederasta que se regodea en el voyerismo onanista  ¡Cuánta ignorancia! ¡Cuánta perversidad!

Una sociedad así no tiene futuro. Allí están los seminiños con poder poniendo pistas de hielo en mitad de un desierto, vendiendo su plato de lentejas al hermano siniestro, mirando por la ventana como Funes el memorioso de Borges,  gritando "Ahí viene el lobo" a una multitud que no se cansa de ser engañada; al final confundidos, desorientados y aterrados, actuando como si se comieren el mundo en un bocado, actuan como adultos sin nunca haberlo sido.

En el siglo XVI, hace 500 años, los adolecentes le deban la vuelta al mundo en barcos expedicionarios, conquistaban tierras desconocidas y gobernaban imperios, eran guerreros, poetas o místicos. Porque la vida no duraba tanto, el promedio en la expectativa de vida entonces, rondaba los 40 años. 

Los Ávalos Saavedra, Alonso y Hernando españoles de Extremadura, primos de Hernán Cortés, de alrededor de 25 años, llegaron al antiguo señorío indígena del  Tzaulan el 22 de diciembre de 1522 para fundar el primer Sayula hace exactamente 5 siglos, eran otros tiempos:

Al parecer Hernando D´avalos Saavedra un adolecente entre los 22 y 25 años, acompañó  una expedición al capitán Cristóbal de Olid poco después de la toma de México Tenochtitlán por la tropas españolas, Hernando era primo hermano de Hernán Cortés. Saavedra fue enviado por de Olid durante su primera expedición a tierras Purépechas a explorar, tomar posesión y custodiar unos yacimientos de oro en la región del Motín (Michoacán) y Tamazula (Jalisco). Saavedra, buscando ampliar su encomienda avanza a finales de diciembre de 1522 por lo que hoy se conoce como la cuesta de Sayula, una barrera natural entre el valle de Tzapotlan y el Valle de Tzaulán; entrando a los terrenos de la cuenca de Sayula por un intrincado de barrancas (La Cuesta de Sayula), llegando por las tierras  de Usmajac o Uxmaxac, a un lugar llamado Amatitlan. No encontró resistencia Hernando Saavedra en su avanzada hasta la sede del poder político y religioso de Tzaulan, ubicado en el centro ceremonial cívico-religioso indígena, hoy parque "Cerrito de Santa Inés", al suroeste del Sayula moderno. Allí, en un lomerío al pie de un cerro con forma de "U" (frente a la hoy escuela CBTA 19), al poniente de la Cuenca de Sayula, donde posiblemente fueron recibidos por el señor o señora otomí gobernante del señorío tzayulteco; establecieron una estancia española en diciembre de 1522, lo que sería luego Sayula. A tal lugar, después, posiblemente en 1523, Alonso de Ávalos, hermano de Hernando Saavedra, llamaría, Lomas de Santa Inés; en honor, probablemente, a su Mujer Inés de Rivera. Los pueblos de Ávalos, como sería conocida la región, en el siglo XVI comprendían: Atoyac, Cocula, Chulitla (Techaluta), Tusitatan (Teocuitatlán), Cacualco (Zacoalco), y Cayula (Sayula.) Cada uno con sus respectivos pueblos sujetos, y todos a su vez tributarios del señorío tzayulteco, según una relación de tributos de 1528. 27 Luego de lo que podría llamarse la primera fundación de Sayula, quizás acompañado por un lego o capellán, porque las crónicas no lo mencionan y los franciscanos llegarían hasta fines de 1523 o 1524, Hernando Saavedra, debió seguir hasta Atoyac y Tzacoalco o más allá (no existe hasta donde este autor sabe, documentos disponibles de relación de este viaje; algo que se esclarece más adelante), después vuelve a la región del Motín y Tamazula, donde estaba acantonado parte del ejercito de Cristóbal de Olid; para dar parte y enviar una relación de hechos a Cortés en México Tenochtitlán, quien reclamó para sí las minas de Amula y Tuxpan, concediéndole a Hernando Saavedra, por este hecho, la encomienda del señorío de Tzaulan28. Hernando de Saavedra se quedaría reguardando las nuevas tierras y administrando las minas de oro recién descubiertas en esa zona de Tamazula y el Motín Michoacán, hasta la fecha en que sería requerido por Cortés para acompañarlo en su marcha a Honduras, 1524. La encomienda concedida a Saavedra por Cortés, sería conocida como los pueblos de Ávalos, por su hermano, por ser éste, Hernando Saavedra Dávalos o Ávalos, hermano de Alonso de Ávalos "El viejo", hermano menor, que recibiría parte de la encomienda en 1523 y la heredaría en su totalidad a la muerte de Hernando. Un documento de tributos del Archivo General de Indias sitúa la muerte de Hernando de Saavedra en 1535: los pueblos de Tehocuitatlán y Atoyac, el 20 de agosto de 1535, fueron puestos en cabeza del rey por la muerte de Hernando de Saavedra, su encomendero.

"Los españoles entraron en estos territorios (1522-1523) conquistando el antiguo "reino tarasco", se incorporaron a la Nueva España Tamazula, Zapotlán y Tuxpan (las encomiendas de Hernán Cortés), así como las tierras al oeste del lago de Chapala y los vasos lacustres de Sayula, Zacoalco y Cocula (la provincia de Ávalos)… (Cortés) cedió, originalmente, parte de estas tierras a un pariente y teniente suyo, Hernando de Saavedra... Podemos arriesgar la conclusión de que fue ahí donde Cortés, suponemos que en 1523 o 1524, lo recompensó con la valiosa franja noroeste del estado tarasco, adyacente y muy cercana, relacionada económicamente a la reservada a Cortés de Tamazula y Amula…La interpretación que sigue, es que después de que Saavedra dejó el área local, Alonso de Ávalos, probablemente su joven hermano y primero un encomendero entre los tarascos, de nuevo redujo a servicio los pueblos sobre los lagos de Chapala, Sayula y Zacoalco y le fue dado, por esta hazaña, la mitad del interés en ello, la mitad de la encomienda de los pueblos de Ávalos." 

(Sauer Carl. Colima de la Nueva España siglo XVI)


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