martes, 10 de enero de 2023

 Rulfo y la muerte como una dimensión

práctica a 37 años de su fallecimiento

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

El 7 de enero de 1986 en la Ciudad de México, morirá uno de los más importantes escritores universales cuyo tema central en su obra literaria sería, indiscutiblemente, la muerte. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Vizcaíno, más conocido como Juan Rulfo, nació en Sayula el 16 de mayo de 1917 de acuerdo a su acta del registro civil en este municipio. Fue hijo del sayulense Nepomuceno Pérez Rulfo y de María Vizcaíno Arias oriunda de San Gabriel, Jalisco. Sus abuelos paternos el Lic. don Severiano Pérez Jiménez y doña María Rulfo Navarro; sus abuelos maternos fueron los hacendados don Carlos Vizcaíno y doña Tiburcia Arias. 

En Sayula hoy, estos nombres han sido borrados por el tiempo, y pese a que don Severiano, abuelo de Juan Rulfo, fue un rico e importante vecino, ya nadie aquí lo recuerda. Severiano fue compadre de doña Paula Gutiérrez una de las mujeres sayulenses más importante de todos los tiempos, que hoy pocos recuerdan. Doña Paula vivía donde hoy se encuentra el hotel Gran Casa Sayula. Una tarde, la elegante señora salió dando de gritos a mitad de la calle hoy Ávila Camacho; un peón había matado a su esposo a puñaladas frente a su domicilio mientras este se encontraba fuera de su casa sentado en un equipal. El primero en llegar atendiendo los gritos de la ahora viuda, fue su compadre Severiano, al ver el cadáver de su compadre don José Bobadilla, esposo de Paula, este miró a su comadre y le dijo: ¿No creerás que yo hice esto verdad comadre?"…Ahí comenzó en la familia Rulfo un mito que involucraba a la muerte. Esta escena sería así mismo, el final de la Novela Pedro Páramo, que involucra dos arcaísmos de la narrativa de la humanidad: la búsqueda del padre y la muerte. Juan Rulfo perdió a su padre cuando era un niño y encontró a la muerte ese enero del ya lejano 1986, luego de plasmar en su obra literaria la búsqueda de toda su vida, la de su padre.

"En la obra de Rulfo, la  representación del padre es una figura central, especialmente, en su novela "Pedro Páramo". A partir de ésta su escritura se constituye en un espacio virtual de su juego fantasmático. Este relato representa una búsqueda del padre, a quien Juan Preciado nunca conoció. Toda la narración se juega en un espacio construido por Rulfo en el cual se establece una búsqueda del origen, en el que el fantasma abarca todo el espacio simbólico, a la manera de un epicentro, el cual aunque invisible, tiene efectos determinantes sobre la superficie. Además, a través del discurso de los otros personajes, se comienza a delinear la silueta del fantasma paterno. De esta manera, Rulfo llega hasta el tiempo del ensueño para resolver, al menos, su deuda; esto es evidente cuando escribe: "Se escucha la repetición de la voz e la madre diciendo: ...El abandono en que nos tuvo hijo, cóbraselo caro". En este sentido, el acto de escritura pretende esta reconciliación. Este carácter de deuda psíquica es notorio en la obra, ya que la primera referencia  al padre la hace un fantasma caminante, cuando se acerca a Comala y Juan Preciado pregunta: "¿Quién es Pedro Páramo? -un rencor vivo." . En esta obra se establece la escritura como un medio para llegar al mundo imaginario del fantasma, así como el de la locura de Rulfo que se enuncia en su introducción es, al mismo tiempo, la fuente de su creación y además donde su obra se desarrolla. Esta búsqueda del nombre propio en el padre también está representada en que Juan Preciado no tiene el nombre del padre, pues el apellido sería Juan Páramo. De esta manera, la filiación de Juan es un rasgo importante en el carácter de sus personajes, desde el nombre propio hasta la trama de la obra. El conjuro paterno que se juega en los personajes, no sólo se circunscribe a  Pedro Páramo pues en la herencia de Matilde arcángel un cuento anterior de El llano en llamas   ya comenzaba a perfilarse una problemática con el padre, al enunciar: "Todos los días amanecía aplastado por el padre que lo consideraba un cobarde y un asesino, y si no quiso matarlo, al menos procuró que muriera de hambre para olvidarse de su existencia. Pero vivió. En cambio el padre iba para abajo con el paso del tiempo. Y ustedes y yo sabemos que el tiempo es más pesado que la más pesada carga que puede soportar el hombre. Así, aunque siguió manteniendo sus rencores, se le fue mermando el odio, hasta convertir sus dos vidas en una viva soledad.".  De esta manera, el acto de escritura ordenaba su tiempo psíquico dándole un sentido al tiempo del personaje, quien a su vez encarnaba un aspecto del lector. El proceso de simbolización que implica la escritura parece tener como efecto la aparición de una silueta del fantasma, en la que queda capturado en una cifra. Este acto de dar límites al fantasma, a la manera de exorcismo, no es descubrirlos, sino inventarlos a la manera sublimatoria del arte. Es limitar su eternidad a través de darles un nombre propio, un tiempo y un lugar. El personaje de Pedro Páramo es definido por Rulfo a través de sus personajes; es un juego fantasmático, en el cual, estos personajes habitan en el ensueño de Rulfo para pasar al ensueño del lector. Es una invitación directa a la que el lector invariablemente asiste. En Pedro Páramo , escribe: "Mi compadre Pedro decir que estaba que ni mandado a hacer para amansar potrillos; pero lo cierto es que el tenía otro oficio: el de 'provocador'. Era provocador de sueños. Eso es lo que era verdaderamente...".

 En el cuento "Diles Que no me maten", se juega el padre, pero con un matiz diferente que incluye el imaginario sobre la muerte; en lo cual se juega una similitud interesante entre la muerte del padre de Rulfo en la narrativa, la del progenitor a quien su hijo no puede salvar. En el siguiente fragmento, podemos ver a un padre que se instala en la vida psíquica con todo el peso del odio:

"Guadalupe Terreros era mi padre. Cuando crecí y lo busqué me dijeron que estaba muerto. Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta. Con nosotros eso pasó. Luego supe que lo habían matado a machetazos, clavándole después una pica de buey en el estómago. Me contaron que duró más de dos días perdido y que, cuando lo encontraron, tirado en un arroyo, todavía estaba agonizando y pidiendo el encargo  de que le cuidaran a su familia. Esto con el tiempo parece olvidarse. Uno trata de olvidarlo. Lo que no se olvida es llegar a saber que el que hizo aquello está aún vivo, alimentando su alma podrida con alusión de la vida eterna. No podría perdonar a ése, aunque no lo conozco; pero el hecho de que haya puesto en el lugar donde yo sé que está, me dan ánimos para acabar con él. No puedo perdonarle que siga viviendo. No debía haber nacido nunca".

 En este contexto anterior a Pedro Páramo, se perfila la búsqueda del padre presente en toda la obra; el hecho más patente de esta búsqueda, está desde el inicio de la novela, a través de la última promesa de Juan Preciado a su madre, quien le pide ir a Comala para cobrar una deuda del padre. Quizá, la deuda de la paternidad. En esta escena, se escenifican varios elementos esenciales al resto de la obra, pues se plantea una deuda con la madre y con su muerte. Aun así, con su muerte, la madre sólo cambia de dimensión ya que en el resto de la obra regresa como un fantasma más. Deuda con la madre que el personaje no pensó cumplir hasta que se le volvió una obsesión imaginaria por el origen paterno: 

"Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala." 

En este momento, el personaje principal no se le asume como padre, sino como marido de la madre. A partir de la búsqueda de Juan por su padre, el arribo a Comala se convierte en el comienzo del encuentro: una ficción temporal sin tiempo cronológico y sin los límites de la materialidad.

 El presente del personaje parecía buscar una historia que sostuviese su devenir; como en la novela personal, la historia está constituida a través de los otros, así se delinean los fantasmas imaginarios del sujeto en lo social. El padre muere junto al fantasma de Susana San Juan, a quien el reconoce como su único amor y es, al mismo tiempo, el personaje más enigmático, pues nunca demuestra su naturaleza, ya que aparece en sueños, como fantasma, casi un delirio. Por eso, este personaje puede ser un modelo del campo de acción del fantasma literario. Susana San Juan habita en el tiempo del deseo, es decir: la eternidad. La muerte de Pedro Páramo representa a su vez, la muerte del amo, de un terrateniente de tierras y de historias. Es el fantasma supremo que abarca todo el espacio simbólico. Es la deuda filial de varias generaciones.

 La condición histórica del sujeto está constituida a partir de origen mítico, así como de una idea simbólica de la muerte como límite. A partir de estas condiciones, se establece una historia la que está inscrito un otro. En este contexto: ¿Cuál es la naturaleza y cuáles son los límites de los personajes en Pedro Páramo?  En esta obra, encontramos que toda la trama se desarrolla en esta dimensión casi mítica, en la cual se busca siempre este momento mítico filial con el padre de Juan Preciado. Digamos que pasa del fantasma al personaje histórico y que la trama establece límites, de modo que el fantasma va adquiriendo su silueta. Es un presente desdibujado, en el cual, el árbol genealógico comienza a tener un tiempo al ir de un infinitivo a un presente continuo. El carácter fantasmático implica que no tiene un solo espacio y tiempo, sino una infinitud de campos de acción. Los lazos entre los personajes cubren varias dimensiones, como lo muestra este fragmento de Pedro Páramo en el cual Eduviges Dyada y Juan Preciado conversan: "...perdona que te hable de tú; lo hago porque te considero como mi hijo. Sí, muchas veces dije: "El hijo de Dolores debió haber sido mío. Después te diré porque. Lo único que quiero decirte ahora es que alcanzaré a tu madre Dolores en alguno de los caminos de la eternidad." Esta invitación a pensar lo eterno también está representada en otros momentos en los cuales también podemos ver esta acción del fantasma; acción en la que la muerte no es un límite, sino más bien una dimensión practica en la cual el personaje adquiere otros atributos. La condición de fantasma es entonces algo que aprender. Es una dimensión que se intercala con el mundo material. En este fragmento de Pedro Páramo, podemos leer claramente este hecho: "siento como si alguien caminara sobre nosotros. - ya déjate de miedos (Juan). Nadie te puede dar ya miedo. Haz por pensar en cosas agradables porque vamos a estar mucho tiempo enterrados." (Juan Manuel Rodríguez Penagos, "Juan Rulfo y el ensueño del tiempo")

 


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