miércoles, 31 de marzo de 2010


La tierra de los fantasmas

Por Lizeth Sevilla

Este mundo nuestro no es avaro en emociones. Podemos quejarnos de todo, pero no de monotonía. Tenemos guerras de grande y pequeño formato, tenemos trasplantes, infartos cardiacos, tenemos a los hippies y el poder de la flor (y el poder negro también) tenemos los movimientos de la corteza terrestre y los terremotos sociales, las campañas presidenciales, los asesinatos de presidentes o candidatos, las drogas y las modas, y las excursiones turísticas, y los retrasos de los trenes y los ordenadores, que puntualmente preparan el descubrimiento de cualquier cosa para cualquier día y (como la lista no se acabaría nunca) estamos también nosotros en este mundo, queriendo saber qué pasa por ahí o al contrario, nada interesados en saberlo. Todo esto de una manera o de otra llena nuestro tiempo. Y así lo vamos matando (al tiempo) vagamente inquietos, vagamente perplejos, como actores que de repente se hubieran olvidado del papel y mirasen desconcertados a la espera de que el apuntador les sople el texto que les permita volver a engranar sus palabras. Y el problema es este: que nos falta apuntador. 

José Saramago. Caer en el cielo. El equipaje del viajero.

e he permitido citar media cuartilla del fabuloso escritor José Saramago, una, porque este párrafo en particular nos dice mucho en estas fechas que para algunos suponen reflexión y que para otros siguen suponiendo movimiento, pero además, porque en un intento desesperado por vagabundear, me he dado a la tarea (nada cansada) de transitar por pueblos y municipios, conocer sus tradiciones y vivir un instante sus rituales. José Saramago escribió uno de los libros que me ha marcado de por vida, El equipaje del viajero y no tanto por estos viajes que comienzo a realizar con una mochila como único equipaje, sino, porque aun cuando estamos estáticos, en nuestros pueblos, mirando por la ventana cómo es que transcurre la vida frente a nuestros ojos llega un momento que también significa que creamos un equipaje y viajamos, aunque sea en nuestra imaginación, aunque sea en nuestros vagos sueños del alba y es que tenemos tanto que contar, tanto que compartir, tantos recuerdos del pasado, del presente y tantas cosas que queremos desesperadamente para nuestro futuro que es difícil no imaginar que hacemos un equipaje y nos vamos. 
No he andado por muchos lugares, pero si algo me queda claro es que en todas las latitudes se dan los fantasmas, y no me refiero a esos espectros que por lo regular salen en las noches, sino a esos fantasmas que nos persiguen todo el día, esos recuerdos pretéritos que a veces nos fundamentan y a veces nos quitan un poco de nuestra tranquilidad, la que podemos terminar comprando al viento.
Ciertamente estas fechas pondrán a muchos a reflexionar, muchos harán rituales en los que se privaran de gustos (particularmente los católicos) y otros tantos, que vamos por la vida con nuestras filosofías a cuestas es probable que usemos esta particular calma de marzo para meditar sobre las decisiones que hemos tomado y la dirección que le hemos dado a nuestras vidas. No es sencillo, implica ponerse serio, ponerse a reflexionar con todo lo que implique, no hay tanto bullicio, la mayoría sigue a la mayoría, en las calles sólo hay silencio y ausencias, en los trabajos todo mundo descansa así de que no tenemos de otra más que vivirnos a nosotros mismos.
En estos pueblos que les comparto, los ancianos salen en las tardes a tomar el fresco y platican sus anécdotas con aquel ímpetu que invita a imaginar: las batallas, los rituales de conquista, las hambrunas, volver a vivir sus días de gloria; y las mujeres cuentan gustosas cómo se aliviaban de sus hijos, qué remedios tomaban y lo cuentan porque no hay de otra, a muchos nos alcanzó la modernidad, a muchos se nos terminó la capacidad de asombro, muchos nos ponemos a reflexionar en los pecados y las culpas familiares, debatimos temas de belleza o la homosexualidad de los famosos (a propósito de una nota amarillista que vi en la casa de una señora) y nos privamos de gustos, del cigarro, del sexo, de la comida, cuando es pertinente ponerse a pensar en las cosas reales, cada día aumentan los asesinatos estos asesinos han cambiado sus patrones conductuales y ahora lo matan todo, los políticos corruptos siguen a la orden del día, aquellos problemas ejidatarios no son asunto del pasado… tantas cosas que dejamos sueltas por pereza o tal vez, como dice un viejo amigo, porque somos cobardes y tememos al dolor humano. 
En cada pueblo, hay un momento para los fantasmas y en cada terruño que he visitado hay un espacio para las memorias que han dejado y las nuevas historias que cada día recrea en nosotros.

1 comentario:

  1. Si de identidad hablásemos: Psicología es la parte sustantiva de estas columnas.

    ResponderEliminar