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Por Arturo Fernández Ramírez
El poder de la vergüenza
Con dicho título se arrancó el pasado fin de semana un proyecto de la actual administración municipal, cuyo eje central del mismo es generar una cultura ciudadana que provoque cambios de actitud en la población mediante la autorregulación de nuestras propias conductas. Esta autorregulación se pretende concretar mediante la calificación positiva o negativa que se haga a nuestras propias conductas con una mano verde con el dedo pulgar hacia arriba indicando aprobación y con otra mano roja con el dedo pulgar hacia abajo en señal de rechazo. Con esto se aprobará o reprobará lo que cada quien haga, se premiarán o se reprocharán nuestras acciones.
Se tiene el antecedente de que en Bogotá, Colombia se implementó este proyecto con mucho éxito, habiéndose logrado cambios sustanciales.
A partir de ahí, otros lugares han pretendido implementar un programa de características similares, logrando también resultados favorables.
En el caso de nuestro País, se tiene como referencia que en el Distrito Federal se ha impulsado un proyecto de esta naturaleza como programa piloto, aún no se tienen resultados sobre el mismo, o al menos un servidor carezco de información al respecto.
Por eso, podemos afirmar que acciones que tiendan a crear una cultura ciudadana son novedosas que han tenido resultados positivos donde se han implementado.
Desde el inicio de la actual administración se empezó a trabajar en torno al proyecto "El Poder de la Vergüenza", incluso fue analizado, discutido y aprobado por el pleno del ayuntamiento.
En forma toral El Poder de la Vergüenza consiste en despertar los sentimientos que como ser humano tenemos y que por virtud de los cuales nosotros mismos podemos empezar a cambiar en nuestras actitudes, en nuestros hábitos, en nuestras costumbres y en nuestras conductas.
Y es que mientras no se genere una cultura en cualquier aspecto, difícilmente se pueden lograr cambios sustanciales.
Como humanos podemos actuar de dos maneras, una por obligación y la otra por convicción. Cuando lo hacemos por obligación, esta se traduce en una carga y por lo mismo, tendemos a eludir, a evadir y hasta burlar las disposiciones normativas que nos imponen esa obligación.
En cambio, cuando hacemos algo por convicción, porque estamos convencidos de que así debe hacerse, dicha acción no implica ninguna carga o si lo llegara a implicar no la sentimos muy pesada como cuando la vemos como obligación.
Si actuamos con convicción, no necesitamos que alguien más nos vigile, que nos diga qué, cómo y cuándo debemos hacerlo, nosotros mismos de manera voluntaria realizamos las acciones que se requieran.
Existe entonces una gran diferencia entre actuar por obligación o por convicción. Y El Poder de la Vergüenza tiene como finalidad esencial que como ciudadanos adoptemos hábitos de manera voluntaria y consciente.
Si partimos de la base de que las autoridades han sido rebasadas por la sociedad, cobra mayor relevancia El Poder de la Vergüenza porque de otra forma la disgregación social seguirá creciendo con los efectos negativos que ello acarrea.
La autoridad en los diferentes órdenes de gobierno se ha mostrado incapaz de atender las demandas sociales, la inseguridad crece día a día, la pérdida de valores provoca deshonestidad y por ende, que los índices de corrupción se disparen a niveles exagerados. La descomposición social está en un momento crítico que exige se tomen medidas urgentes.
Por eso, la inseguridad pública, la corrupción y todos los demás cánceres sociales, no se resolverán con más policías, con más armamento, con más cárceles, ni con más leyes represivas o violatorias de los derechos humanos.
Como sociedad no podemos seguir pasivos esperando que la solución a todos los problemas sociales provenga exclusivamente de la autoridad. Es necesario que asumamos una actitud activa.
Y la mejor manera de iniciar nuestro activismo es con nosotros mismos, con nuestros hábitos que dañan a la sociedad.
Esperemos que El Poder de la Vergüenza vaya permeando en todo nuestro municipio y que poco a poco nuestros hábitos se modifiquen en bien de la colectividad. Es necesario sumarnos para que se cumpla con el objetivo. Después de todo, EL PODER DE LA VERGÜENZA ES EL PODER DE LA CONCIENCIA, es decir, es el poder de todos y cada uno de nosotros, solo es cuestión de encaminarlo y dirigirlo hacia lo que traiga beneficios y progreso para las mayorías. Sugerencias y comentarios al correo electrónico arturferam@hotmail.com
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