jueves, 17 de noviembre de 2011

Cuando una nación es más que una expresión geográfica
Por Federico González Alfaro
Lo peor que le puede pasar a un pueblo es perder su identidad nacional.
Cuando un pueblo pierde su identidad, se convierte en una comunidad sin cultura, sin esperanza, sin pasado ni futuro. Se convierte en un pueblo apático y desunido. Se necesitan de esos pequeños logros autóctonos, se necesitan esas pequeñas pero grandes manifestaciones culturales locales para tener una memoria colectiva.
Si mencionamos a Jalisco, inmediatamente lo relacionamos con aquellos elementos culturales que nos hacen diferentes. Es imposible dejar de relacionar a Jalisco con sus Mariachis, sus charros, su gastronomía, su gente.
Esas pequeñas, pero grandes diferencias nos una dan identidad regional tan profunda, que se convierte en parte de la identidad nacional.
Los pequeños productores mexicanos y europeos, están expuestos, como nuestras manifestaciones culturales, a una terrible presión.
Sin embargo, mientras que los productores europeos, como en el caso de Alemania, son protegidos por una serie de salvaguardas legales que evitan que sean destruidos por prácticas comerciales depredatorias, en México, se les deja a su suerte. Este marco jurídico alemán, ha evitado la desaparición de los pequeños productores o comerciante minoristas. Recuerden el caso del tremendo fracaso de la más importante cadena mundial de supermercados en Alemania. Simplemente, no se le permitió extrapolar sus prácticas comerciales en el mercado alemán.
Un pequeño productor europeo, se aprovecha de esas pequeñas, pero grandes diferencias para darle un valor agregado a sus productos. Es ahí, cuando un producto se convierte en un representante cultural. Deja de ser tan solo un queso, un auto, unos zapatos, para convertirse en una manifestación cultural.
Bajo los términos de globalización y libre mercado, México esta "globalizando" su cultura y perdiendo su mercado. Globalizar su cultura es en realidad, perder su identidad propia. Por ejemplo, el edificio administrativo de la U de G, es un edificio sin identidad, bien puede ser un edificio de Caracas o de Grecia, es un edificio que nada aporta culturalmente a Jalisco. En cambio, la Catedral Tapatía, es un amalgama de distintas técnicas y estilos arquitectónicos, es más que un edificio, es todo un referente cultural del occidente de México. Me podrán decir que es modernización, falso, es un edificio sin alma, hueco, "global". Un edificio diferente, es el de la futura biblioteca de esa misma casa de estudios, es un edificio que si aporta culturalmente.
En Europa, concretamente en España. Algunos de sus productos han vencido con éxito el embate de los "productos globalizados". Por ejemplo, las papas fritas más populares son españolas, como las de Vicente Vidal, la de La Azucena, las de San Nicasio, todas de pequeños productores nacionales. Los jamones más populares en España, son ibéricos, los de Bernardo Hernández (Beher etiqueta de oro), los de la cooperativa del valle de Los Pedroches (Covap), son más que jamones, son toda una manifestación cultural.
En México, lejos de proteger al productor nacional, se le somete a pésimas políticas fiscales, desleales políticas comerciales y terribles políticas económicas.
En lugar de gastar en imitar políticas fallidas, deberían de imitar las políticas exitosas como las alemanas. Jamás se podrá avanzar si se descuida al productor nacional. El mismo consejo se los doy a mis amigos norteamericanos, hace falta regresar al origen, proteger lo propio.

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