jueves, 29 de agosto de 2013

La enseñanza de la urbanidad para las niñas en el s.XIX y XX

Por Federico González Alfaro
Los que tuvimos el privilegio de convivir de cerca con damas educadas a la vieja escuela, recordamos con agrado y nostalgia la finura de sus modales, la templanza de su carácter, la nobleza de su espíritu.
 En España y en México, las mujeres fueron, con esfuerzo, conquistando espacio en el campo económico, cultural, político, fue un camino lento y dificultoso. Para las niñas y jóvenes, los códigos dominantes concebidos como valores y normas aplicables desde la segunda mitad del s. XVII hasta el último tercio del s. XX, fueron básicamente los mismos. Estos se encontraban en manuales de urbanidad, siendo considerados casi como libros de texto.
Dentro de la construcción ideológica que presidía el código de urbanidad, la escuela prolongaba naturalmente la familia como espacio privilegiado de socialización, las maestras se consideraban como segundas madres.
Estos códigos de conducta, son un amplio conjunto de rituales que pretendían facilitar la comunicación y las relaciones sociales mismas. La urbanidad, cobraba especial importancia para la formación femenina.  ¿Qué acciones eran propias de la mujer? Todas aquellas que tengan por objeto aliviar el infortunio del que sufre, socorrer al necesitado, consolar al enfermo, liberar al oprimido y estimular con el ejemplo (manual de López 1882). Las damas, incluso en presencia de sus amigas por más intimidad y confianza, debían abstenerse de todo acto incivil, rascarse, meterse los dedos en la boca o nariz, eructar, bostezar, sonarse con estrépito, cruzar la pierna, reclinarse en los muebles, apoyarse en otra persona, vestirse o desnudarse frente a alguien más (excepto el marido), etc. (manual de Pilar Pascual 1900)
  Una mujer educada, "inspira dulzura, conserva la paz y buen orden, hace el trato más fácil y agradable, alejando los vicios que provienen de un carácter violento, y excluye esa grosería, que bajo el nombre de franqueza, permite con frecuencia actos que disgustan" (manual Bertrán 1859).
La joven educada, debe saber hacer todo, sin necesidad de que nadie la ayude (manual Pirala 1860). La mujer es el ángel del hogar, teniendo la virtud por norte, la honradez por patrimonio, la religión como único camino y la instrucción y cortesía como complemento (manual Martinez 1923).
Sinués en 1883, da un consejo a la joven esposa: "Cuida tu casa, adórnala con los poquísimos medios que dispongas, mejora la mesa y lecho con vigilancia, si tu marido no sabe llenar su noble papel de esposo, de protector y de jefe de una casa y de una familia, llana tu hogar de mujer y de cristiana y siempre tendrás sobre él una superioridad grande e incontestable, la superioridad de lo bueno sobre lo malo, de la virtud sobre la tiranía". Nunca se ponga una mujer al nivel de un patán, que el patán sea reconocido por su condición y la dama por la propia.
Si la bondad y el talento van acompañados de la cortesía, forman un conjunto bellísimo y sublime, que Dios mira con agrado y la sociedad ama, admira y respeta (manual Pascual 1888). En memoria de Tato y Cony Glez Diaz, Rosario y Lupita Preciado, Alicia y Rosa González Guerra, las Michel, las Rodriguez, las Bayod, las De la Fuente, Carmen Razo, Esperanza  Larios, las Anguiano, las Brizuela, las Eguiarte, entre otras muy queridas damas. Fin de la primera parte.

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