martes, 23 de febrero de 2016

Especial para Horizontes...
El concepto de Nuevo Mundo de 1493 como antecedente del ideal que fundó el Sayula colonial


Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa 

Seguimos con la restricción en cuanto al acceso a Internet, por lo cual echamos mano de nuestro archivo y pequeña biblioteca particular, para reflexionar sobre nuestra identidad en base al análisis histórico de nuestro origen. Sayula, la antigua capital de la Provincia de Ávalos, la joya de la colonia en el occidente de la Nueva España, marcará una identidad en una región amplia que abarcaba desde Santiago de Compostela (hoy Tepic Nayarit), sur de Colima, Zacatula (Hoy la zona costera) en Michoacán y la región de los lagos, hasta Chapala en Jalisco y los 700 kilómetros cuadrados de la cuenca sagrada de Tzaulán más la costa de Jalisco con el Océano pacífico. Una población amplia con un origen común, aun posterior a la conquista, que vale la pena estudiar en busca de una identidad y más ambiciosamente un posible destino.
   Resulta interesantísimo, en este sentido, considerar la cita de la pasada entrega de este trabajo, en la que referimos a Carlos Fuetes y éste a su vez nos cita al historiador mexicano Edmundo O´Gorman, quien opina que como pueblos, los americanos somos una invención de los europeos, concretamente dice O´Gorman: América no fue descubierta, fue inventada, y la entrega pasada expusimos en parte su idea al respecto. Es de cultura general el conocimiento de parte de esta tesis; por ejemplo, la idealización del mundo indígena; las migraciones de europeos perseguidos por sus ideas y creencias religiosas al Nuevo Mundo en búsqueda de su propia utopía. Está el caso de los menonitas o amish, como los llaman los gringos, que son una comunidad religiosa cristiana surgida en los Países Bajos en Europa, producto de la reforma protestante en Europa, que vio en América la oportunidad de vivir libremente su ideal religioso (nunca se les habría ocurrido migrar para ello a Asía o África, por ejemplo.) y que aún hoy siguen viviendo de acuerdo a este en pleno siglo XXI: rechazan la tecnología moderna y viven como en el siglo XIX, en comunidades a lo largo del continente, de Canadá a Uruguay. El liberalismo económico ingles, tendrá en América la génesis de sus métodos financieros, que inventarían el juego capitalista del tráfico de acciones y mercados a futuro, con las posesiones francesas  en el Nuevo Mundo (Luisiana EU) que salvaría a Francia de una crisis económica en el siglo XVIII. El mismo pueblo estadounidense, que llega a América como a una tierra de promisión huyendo de la persecución política y religiosa en Europa, y más tarde del hambre, es otro ejemplo: el hecho que identifiquen los estadounidenses a Los Estados Unidos con América, tiene esta historia, América para ellos es la tierra de prometida, la utopía creada a partir del pensamiento liberal sajón y la ilustración francesa, América es el continente pero principalmente, para los gringos es, su país. Algo que difícilmente en el resto del continente se puede concebir, porque en su mayoría, los pueblos o países que lo conforman, son producto, en esencia,  más que de una migración, como EU, de un mestizaje.
     El ideal europeo en ese sentido lo conforman los países anglos en el continente, con excepción de Argentina, otro país con poco mestizaje pero de origen hispano, que como diría Borges "Es la Europa en el exilio". Este ideal  ha confundido la identidad y comprometido el destino del los pueblos de la América mestiza; la cual, a manera de respuesta, ha confrontado tal paradigma con el  ideal latinoamericano, producto también de la ilustración francesa, que propone una América latina unificada y contrastante con la América anglo parlante y europea, fundamentada en sus orígenes español e indígena. Fue el ideal de Bolivar en el siglo XIX,  y en el siglo pasado de movimientos radicales como la cristiada en México y el sandinismo en Nicaragua; del Che Guevara y los movimientos sociales Anti Imperialistas y de Liberación Nacional, La Teología de la Liberación y recientemente, desde la economía de mercado, el Merco Sur. Dos utopías, dos búsquedas de un ideal común, lo que la invención de nuestra identidad nos impuso: América, el Nuevo Mundo, la esperanza de un nuevo hombre, de una nueva sociedad, más justa y feliz. Sin embargo, dos utopías con un mismo origen que se excluyen, que han estado en pugna desde aquel año de 1492, cuando Cristóbal Colón posó su pie sobre estas tierras, confundiéndolas con China y Japón, con los litorales de Asia, idealizando la naturaleza y sus habitantes, iniciando una historia que nos ha definido hasta el día de hoy. El problema que planteó el descubrimiento de estas tierras durante los primeros viajes de Colón fue saber con qué se había topado el navegante genovés ¿Eran Islas? ¿Era tierra firme? ¿Era Asia o un continente distinto? ¿Qué implicaciones políticas y económicas representaba para la Europa de finales del siglo XV las respuestas en cualquier sentido de las anteriores preguntas? En éste punto Edmundo O´Gorman, nos platica en su libro "Cuatro historiadores de indias" de la polémica que generó al interior de la corte Española los reportes de Colón sobre las tierras descubiertas, una confrontación entre la ciencia de esa época y la concepción vulgar de la realidad influenciada por la imaginación, el utilitarismo, el pragmatismo político, los controles geoestratégicos del mundo del renacimiento y su creciente dependencia del comercio y el intercambio mercante con Oriente condicionado por el mundo musulmán. Pedro Mártir de Angleria, sacerdote y científico de la corte española de los reyes católicos, juzgará desde la ciencia de su tiempo los reportes de Colón y pondrá en duda algunos de ellos, plasmando sus observaciones escépticas de la empresa de Colón en su libro ya mítico "Décadas del Nuevo Mundo" (1493). O´Gorman nos dice a este respecto:
"Según Pedro Mártir el proyecto de Colón consistió en recorrer por las antípodas occidentales un nuevo hemisferio de la tierra" y hallar islas confinantes con las indias. Esto es cuanto nos dice acerca de un asunto que después ha sido tan debatido. La idea de Pedro Mártir es, sin embargo, perfectamente obvia: piensa que Colón tuvo el propósito de encontrar, por vía de occidente, alguna isla del archipiélago que los cosmógrafos de su tiempo situaban como adyacente a la costa asiática. Ahora bien, Colón ha regresado y viene persuadido del éxito de su viaje. En efecto, no solo cree que encontró algunas islas asiáticas, identificando a una de ellas (La Española) con el Ofir Bíblico, sino que piensa haber tocado el litoral mismo del continente. Ahora bien, ¿cuál es la reacción de Pedro Mártir ante la afirmación de Colón? al principio no parece interesarle demasiado, se limita a escribir "Hace unos pocos días volvió de las antípodas occidentales un cierto Colón, trayendo como prueba algunas cosas preciosas, sobre todo oro". Cuatro mese más tarde el asunto despierta su interés. En documentos de entonces habla con entusiasmo del archipiélago que halló Colón, escribe: "recorrió por las antípodas occidentales un nuevo archipiélago de la tierra" cuidándose de no mencionar para nada la identificación con las islas asiáticas. La empresa le parece admirable, porque comprende que, independientemente de esa identificación (errónea con Asia), se trata de un acontecimiento de gran importancia. En efecto, después de tantos siglos se comienza a explorar la redondez de la tierra, escribe: "…de todo el círculo terrestre se conoce sólo la mitad, es decir, desde el dorado Quersoneso hasta nuestra Cádiz española", porque el resto, añade, "lo dejaron los cosmógrafos por desconocido, y si alguna mención se hizo de ello, es ligera y dudosa; pero ahora ¡oh feliz Azaña!,  ha comenzado a conocerse lo que desde principios de la creación hasta nuestros días estuvo oculto"  Pedro Mártir no se deja seducir por las precipitadas conclusiones de Colón, pero al mismo tiempo se alza sobre el problema concreto que plantea el navegante. Sean o no asiáticas las tierras halladas por Colón, la empresa reviste un significado fundamental, y el asunto de su identificación es, por lo pronto, secundario…su escepticismo respecto a las opiniones de Colón está fundado en una premisa científica. Escribe en 1493 al arzobispo de Braga: "La magnitud de la esfera terrestre parece indicar lo contrario de lo que piensa Colón". Es decir que, en vista del tamaño de la tierra, no es creíble que el navegante haya topado con regiones asiáticas si se considera la poca distancia recorrida. No lo rechaza totalmente, pero no acepta que se trate de islas o el litoral asiático, se niega a aceptar que Colón haya tocado tierra firme de la India, más bien le parece que ha topado con el archipiélago de las Antillas, un grupo de islas que vagamente situaba la cartografía medieval en el océano Atlántico desde mucho antes… Fácilmente se advierte sobre qué base se establece la discrepancia fundamental entre Colón y Pedro Mártir: el primero cree que Cuba es tierra firme, porque esta persuadido de que ha llegado a Asía; el segundo está persuadido de que Colón no ha llegado a Asía y por eso cree que Cuba es una Isla…Entre Colón y Pedro Mártir hay además otra diferencia capital: el primero asevera su opinión como verdad empíricamente comprobada, el segundo ofrece la suya meramente como la hipótesis más probable. La diferencia es decisiva, porque tenemos frente a frente una postura cerrada y dogmática y una postura abierta a cambios y ratificaciones, y a tal diferencia se debe que, ya desde ese momento inicial, Pedro Mártir admita otras posibilidades que maticen su hipótesis…Tal, pues, la matizada situación en que se coloca Pedro Mártir frente a las noticias y opiniones de Colón. En ellas se observa una sabia y cautelosa economía en la hipótesis y una independencia de criterio que honran al humanista. La hipótesis más remota, de un nuevo mundo, la de un continente entre Asía y Europa, se irá afirmando poco a poco en Pedro Mártir hasta que llegue a ser una convección casi definitiva. Será entonces y sólo entonces cuando el vago e inicial concepto de "Nuevo Mundo" pase a ser nombre propio para designar un imprevisto ente geográfico que,  al irrumpir en el  clásico y viejo orden tripartita (Europa, Asía y África), reclame el reconocimiento de su identidad".
Como podemos leer, no fue de inmediato una identidad dada por las condiciones históricas, la que obtuvo el "Nuevo Mundo". Contrario a la noción común, el concepto de una tierra redonda, era anterior al descubrimiento de América, se previeron islas entre Asía y Europa en el Atlántico occidental durante la Eda Media, incluso se especuló con una prolongación del continente Asiático hasta lo que hoy conocemos como el Caribe; la geopolítica del siglo XV prefería creer que las islas descubiertas por Colón eran asiáticas; pero la ciencia de ese tiempo, aun la concepción aristotélica del mundo, lo negaba, por el calculo que hacia del tamaño de la tierra y la proporción de agua, que hoy sabemos es de tres a uno con respecto a la tierra. Aristóteles enseñaría en su física de la naturaleza que debía haber más agua que tierra, de acuerdo a la teoría griega de la harmonía de las esferas. La prolongación del continente asiático, era imposible. El archipiélago encontrado tan cerca de Europa por Colón, no podía sino ser las Antillas medievales situadas por los cartógrafos entre Asía y Europa, en una tierra redonda; el continente que luego se comprobaría efectivamente existía, excitaría la imaginación renacentista y humanista de la época, otorgándonos nuestro destino utópico como dice Carlos Fuentes e inventándonos como dice O´Gorman, como pueblos del "Nuevo Mundo". Efectivamente "el sueño americano" y "Latinoamérica" son dos variantes de un mismo sueño, incluso la idealización de los civilizaciones y pueblos nativos de América, los son también. Sueño que fundó el Sayula colonial de 1522 y 1546, manifiesto principalmente en su arquitectura, pero sobre todo, aunque de forma más velada hoy, en la cosmogonía expresada en su tradición cultural compartida con una amplia región en el occidente de la Nueva España en el territorio sur de la Nueva Galicia, llamada alguna vez, Los Pueblos de Ávalos o la Provincia de Ávalos, cuya cabecera se encontraba precisamente en Sayula,

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