miércoles, 16 de agosto de 2017

LA POLITICADESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sánchez Sosa

Nuestra capacidad como personas y pueblo es subvaluada y despreciada en un juego de explotación injusto por este mismo sistema. Si Parece increíble, se antoja surgido de la imaginación; pero no. Existe un grupo de mexicanos imperialistas. Si, leyó bien, Imperialistas. Estos proclaman el segundo imperio mexicano, de mediados del siglo XIX, cuando un príncipe europeo de la casa de los Habsburgo, a petición de una elite y la alta jerarquía de la iglesia católica en México, pidió por un monarca europeo para el país, proclamando el segundo imperio mexicano, al frente del cual estuvo Maximiliano de Habsburgo, apoyado por las tropas francesas. No es broma. En un país como México con tradición, desde su independencia, mayoritariamente Republicana; esto puede parecernos increíble, absurdo, risible, y lo es; pero, también es un hecho. Hoy en día en México, este mismo año, se celebró con no poca asistencia, en la catedral metropolitana de la ciudad de México una misa para celebrar el natalicio de Maximiliano de Hasburgo, Emperador de México, en la que estuvieron presentes gente de la elite mexicana y descendientes del "Emperador". En lo que podría quedar como una pura nostalgia de excéntricos ricachones y trasnochados derechosos, fascistas y reaccionaros decimonónicos; existe un movimiento que, si bien no puede aspirar hoy a tener un peso determinante en la política del país a corto plazo sí, podemos inferir de ello que pretende influenciar en la clase conservadora de la alta burguesía nacional, despertando sus eternas pretensiones nobiliarias. Existe en redes sociales páginas donde se hace apología del gobierno imperial de Maximiliano y del mismo príncipe austriaco como filántropo, humanista, visionario, progresista y liberal; todos los valores que la burguesía admira. El país está siendo puesto en las manos de los grandes intereses burgueses nacionales e internacionales, por lo menos desde los ochentas del siglo pasado. Las últimas reformas del gobierno federal priista pretenden consolidar las doctrinas económicas adaptadas desde entonces. El país está en manos de los grandes corporativos nacionales y extranjeros, delimitados por un gobierno disminuido en su capacidad por regular los intercambios económicos entre particulares y más corrupto que nunca. Estas clases poderosas de la burguesía, beneficiadas por los cambios en el país, que han llegado a creerse su propio discurso propagandístico de clase, no ven ninguna contradicción entre su origen social y el de la nobleza, a la que le arrebataron el poder en el siglo XVI con su discurso liberal. Así pues, la burguesía como clase en México, hoy, espira a la nobleza, a la pureza de sangre a los derechos heredados por nacimiento, a la eugenesia, al etnocentrismo, a la exclusión y el racismo, a la xenofilia. Embriagados por el poder, económico, político y social, de que gozan, se sienten una casta divina, como las familias nobles europeas, las grades casas gobernantes, en el medioevo. Es pues la pretensión de este grupo de neoimperialistas mexicanos, influir en esta clase social del capitalismo tardío para en México, operar en favor de intereses tras bambalinas; porque, habrá que preguntarse quién desde el poder político en México financia y opera estos grupos. La finalidad es clara, contrarrestar el apoyo de la clase empresarial y financiera mexicana a la centro izquierdo en México, encarnada en AMLO, una verdadero peligro para los intereses extranjeros en México, según ellos lo ven. Se dice que un verdadero capitalista hace negocios con quien sea, no importa si es de izquierda o derecha, siempre que le convenga, pero no es menos cierto que le apuestan a lo seguro, y este parece ser un seguro que contratan para proteger sus intereses en el país. No es la única estrategia en el paquete, pero si una que me interesa señalar, para explicar sus repercusiones locales.
Localmente, nuestra clase social alta tiene una historia muy interesante que contar, y varios personajes, ya sea por imprudentes o desmesurados, exhiben sin pudor las contradicciones de sus orígenes. Y no es insulto, es solamente una conceptualización de lo que a primera vista parece un absurdo; por ejemplo, que alguien sea abiertamente racista y se autoproclame defensor de pueblo. Para la mayoría de nosotros, pueblo somos todos, para estos entes excluyentes y exclusivos, pueblo tiene una connotación de propiedad, la defensa del pueblo es la defensa de lo que les pertenece, no defienden a lo que pertenecen, defienden intereses de clase, defienden lo suyo: yo no soy del pueblo, el pueblo es mío. Más que un juego de palabras es una identidad para algunos. Pese a que está perfectamente documentado que en 1810, la mayoría de españoles, criollos y peninsulares, abandonaron Sayula y  jamás volvieron, algunos que se quedaron y se salvaron del exterminio en manos de los insurgentes y de algún modo preservaron sus fortunas, que fueron muy pocos, siguieron cultivando esa identidad peninsular y su exclusivismo con respeto a los criollos, mestizos e indios en Sayula. Un orden 300 años aceptado que se adaptó a los nuevos tiempos pese a la independencia, la incesante búsqueda de la identidad nacional y las luchas políticas del México independiente. El pensamiento conservador de la clase alta en Sayula, no sólo está muy arraigado, sino que, se sincretiza con el pensamiento liberal y luego revolucionario. Así surgen paradojas en nuestra micro historia: Por ejemplo que hasta el día de hoy exista un monumento en Sayula dedicado al conservador general Miramón, sin que ni un solo gobierno liberal haya decidido ni atrevido a derruirlo en siglos (lo cual no estoy proponiendo, sólo citando);  Por otro lado, mientras Villa y Zapata, los líderes del movimiento armado de 1910, fueron de origen campesino y su lucha la inspiró el mismo, en Sayula los jefes revolucionarios eran hacendados que se fueron a la bola con sus peones (tal como describe Rulfo en su Pedro páramo). Entre 1926 y 1932, el alzamiento cristero, dio origen a grandes fortunas en Sayula y la región, una vez que los jefes cristeros, rindieron su armas y a algunos, los más poderosos, tuvieron la oportunidad del gobierno de disfrutar y acrecentar sus fortunas, producto del saqueo en la guerra, estableciéndose como honorables vecinos de clase alta en los principales pueblos de la región como Sayula; estos, antes administradores y caporales de las haciendas, enviados por sus patrones a defender la iglesia y las tierras del agrarismo, adaptaron su idiosincrasia a los valores de las clases altas locales, reproduciendo esta amalgama rara del pensamiento conservador en Sayula; donde se tiene pretensiones de nobleza y origen europeo, pero al mismo tiempo se es nacionalista.
La obsesión por los rasgos europeos en estas clases sociales altas, por ver en el extranjero el ejemplo a seguir, es paradójica, ya se dijo, con respecto al localismo y regionalismo de parte de la identidad de una clase social. La mayoría lo viven en silencio, confrontándose con esta contradicción, pero, también los hay que lo presumen como un valor y una característica que los diferencía del común de la gente en Sayula, y sin pudor lo exhiben como baluarte. Las contradicciones, siempre son ridículas, pero en este caso se llega al extremo, al fanatismo. El discurso crítico desde esta perspectiva es patético, anacrónico y fuera de todo contexto, como las pretensiones de los neoimperialistas mexicanos. Para ser mejores, para progresar ¿deberíamos de dejar de ser México para convertirnos en Europa?, eso es ridículo y hasta humillante. Quien ha pasado por la universidad, preocupándose por entender su realidad y su tiempo, sabe, que las cosas en un país no están como están hoy en el nuestro, por la falta de capacidad intelectual, política, económica, de infraestructura o recursos; sino por la podredumbre de un sistema del que somos rehenes, un sistema corrupto, mafioso violento y criminal; allí esta Carlos Marx. Y quien no ha pisado una universidad, sabe por intuición quehay quien no piensa así es porque ignora que reproduce el mismo sistema que lo explota; y volvemos a la base de todo, la ignorancia, que no es precisamente la falta de educación, sino de consciencia. Se puede perfectamente ser un doctor en física cuántica y no tener idea de su posición en el mundo y por ello de su responsabilidad para con él; y al revés, se puede ser un humilde carpintero y trasformar la vida de todo una nación o el mundo por la conciencia social y política desarrollada desde la base misma de la vivencia de las injusticias sociales de un sistema; allí está Jesús de Nazaret.


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