domingo, 29 de agosto de 2021

               La Política e ilusión ética. 

Por Rodrigo Sánchez Sosa


La política como violencia, es un fenómeno analizado por grandes pensadores de la talla de un Chomsky, un Foucault o un Zizek. Nos muestran que es con nuestra complicad que la política se ha vuelto violenta y en nuestra contra. Pero estamos tan ciegos, que no solo lo pasamos por alto, sino que lo aplaudimos a rabiar y lo defendemos. Escogemos a los políticos en razón de nuestra comodidad personal, algo tan absurdo por ser por antonomasia la política cosa pública como, defecar a media plaza de Sayula un domingo por la tarde en pleno carnaval. Ya que es mi necesidad, tengo el derecho de hacerlo. La política como la salubridad de los espacios públicos es cosa de todos y nos afecta a todos, no podemos ir cagando donde sea solo porque nos da la gana, no encontramos el baño o no tenemos ese servicio en casa. El colmo sería sentirse orgulloso de ello y esperar que nos aplaudan los demás. Pero déjeme traducirle a Zizek, en esta cuestión, lo comento para usted, por diez pesos que ha pagado por este periódico que tiene en la mano: 

"Hoy en día la moda en política es la biopolítica o pospolítica, un excelente ejemplo de tecnicismo teórico que, sin embargo, puede traducirse fácilmente: "pospolítica" es una política que afirma dejar atrás las viejas luchas ideológicas (derchas, izquierdas, centros) y además se centra en la administración y administración de expertos, mientras que "biopolítica" designa como su objetivo principal la regulación de la seguridad y el bienestar de las vidas humanas. Está claro que estas dos dimensiones se solapan: cuando se renuncia a Ias grandes causas ideológicas, lo que queda es sólo la eficiente administración de la vida... o casi solamente eso. Esto implica que con la administración especializada, despolitizada y socialmente objetiva, y con la coordinación de intereses como nivel cero de la política, el único modo de introducir la pasión en este campo, de movilizar activamente a la gente, es haciendo uso del miedo… Por esta razón la biopolítica es en última instancia una política del miedo que se centra en defenderse del acoso o de la victimización potenciales (el crimen, el narco, la devaluación, el desempleo, la pérdida del patrimonio). Esto es lo que separa una política radical de justicia de nuestro forma de ver lo político. No hablamos aquí de la diferencia entre dos visiones o conjuntos de valores, sino de la diferencia entre la política basada en un conjunto de valores universales (la justicia, la igual, la equidad social) y una política que renuncia a la dimensión auténticamente constitutiva de lo político, puesto que recurre al miedo como principio movilizador fundamental: miedo al narco, miedo al criminal común, miedo a una pecaminosa depravación sexual, miedo al abuso del  gobierno - impuestos , corrupción, colusión con el narco - , miedo a la catástrofe ecológica (miedo a quedarme sin trabajo a que no me dejen trabaja - como si el trabajo no fuera un derecho sino una concesión de estos ruines -)…. La corrección política es la forma liberal ejemplar de la política del miedo. Tal (pos) política siempre se basa en la manipulación de una multitud paranoica: es la atemorizada comunión de personas atemorizadas (¿A qué le tememos en Sayula?). La actual tolerancia  hacia los demás, el respeto a la alteridad y la apertura hacia ella, se complementa con un miedo obsesivo al acoso. Dicho de otro modo, el "otro" está bien, pero sólo mientras su presencia no sea invasiva, mientras ese otro no sea realmente "otro"...( es decir, si que se dé la criminalidad, la corrupción, que hagan sus negocios, sus cosas, mientras nos se meta conmigo, ni yo me meta con ellos, mientras me dejen trabajar, está bien…). Lo que está emergiendo a pasos agigantados en la sociedad, como el derecho humano central es el derecho a no ser molestado, que es mi derecho a permanecer a una distancia segura de los demás. 

La biopolítica o pospolítica también tiene dos aspeclos que inevitablemente parecen pertenecer a dos espacios ideológicos opuestos: primero, la reducción de los humanos a  la vida privada,   objeto sagrado del conocimiento de todo gobierno, pero excluido   de todos los derechos; y segundo, el respeto por la vulnerabilidad del otro llevada al extremo con una actitud narcisista que experimenta  las personas como vulnerables, indefensas, expuesto sin descanso a una multitud de peligros potenciales. ¿Puede haber un contraste más marcado que el que hay entre el respeto por la vulnerabilidad del otro y la reducción del otro a la vida privada regulada por lo administrativo criminal? (Que respeten nuestra vulnerabilidad, pero que se aprovechen de nuestra vida como mejor les convenga los poderes que gobiernan legal o ilegalmente. Por ello no hay contradicción entre el respeto a nuestra vulnerabilidad y la  justificación de la tortura; la ineptitud y la corrupción en el gobernar, la violencia, la represión, la desaparición forzada…siempre que sea lejos de mi)

Todos nos vemos presos en una especie de ilusión ética, similar a las ilusiones perceptivas. La causa final de estas ilusiones es que, aunque nuestro poder de razonamiento se ha desarrollado mucho, nuestras respuestas emocionales y éticas siguen estando condicionadas por las reacciones adultas instintivas hacia el sufrimiento y el dolor que se presencia. Por ello disparar a alguien a quemarropa nos resulta mucho más repulsivo que presionar un botón que mate a gran cantidad de personas a las que no vemos. …imaginaremos una "píldora de la verdad" ideal, una tortura efectiva equivalente al café descafeinado o la coca cola sin azúcar: una droga que podría sustituir tanto los instrumentos de tortura como el instrumento para el completo ocultamiento de sus secuelas. La acción de la píldora sería la de producir una parálisis y tristeza transitorias de un tipo al que ningún ser humano podría someterse voluntariamente una segunda vez. Imaginemos cómo nos sentiríamos los torturadores si, después de dar esta píldora a los criminales capturados, se levantaran de lo que parecería una siesta de una hora para directamente confesar todo lo que saben acerca de las operaciones de su organización del crimen organizado. ¿No estaríamos al final tentados de llamarlo una "píldora de la verdad"? Las primeras palabras -"una droga que podría sustituir tanto los instrumentos de tortura como el instrumento para el completo ocultamiento de sus secuelas"- introducen la lógica típicamente nuestro tiempo del laxante de chocolate: la tortura concebida aquí es como el café descafeinado, es decir, obtenemos el resultado deseado sin tener que sufrir los molestos efectos secundarios… existe cierta hipocresía a la hora de tolerar el asesinato anónimo de miles de personas mientras se condenan los casos individuales de violación de los derechos humanos… (la corrupción, desapariciones forzadas, ejecuciones, el robo, el despojo; hasta se ve normal, común, cotidiano ¿Por qué debería Felipe Calderón, cuando ordenó la guerra contra el narco que causó la muerte de cientos miles de mexicanos, ser menos criminal que los responsables de las ejecuciones y desapariciones forzadas en México? ¿Por qué debería Carrión, cuando ordenó la demolición del Páramo, ser menos responsable que quienes chocan borrachos sus carros contra los portales de Sayula? ¿Deberíamos acaso, a estos últimos, postularlos para alcaldes? ¿Por qué no somos capaces de ver lo inmoral en esto? ¿No será porque somos víctimas de una ilusión ética? Se pregunta Zizek. ) Fuente: "Sobre la violencia. Reflexiones marginales" S. Zizek. 


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