viernes, 12 de marzo de 2010


Los hombres de su vida

Por Lizeth Sevilla

Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura…

Roberto Fernández Retamar

Los que se van, los que inventan excusas, los que mienten, los que abandonan a mitad de una tormenta, los que prometen y forman parte de la semántica práctica, los que adornan la realidad con piropos y caricias, los formales, los llenos de rituales y manías, los que piden que no se enamoren, los que jamás se enamoran, los mitómanos, los que a través del tiempo van redundando entre historias y fantasmas y siempre, siempre abandonan.
Cuando la conocí tuve la impresión de que era una mujer que nada tenía que ver con la media estadística de la sociedad, muchas veces nos llenamos la boca de misterios diciendo que como somos seres humanos somos diferentes, pero supongo que hay de seres humanos a seres humanos (o pareceres como diría Sartre) y por fortuna ella encaja en ese rubro en el que ser diferente puede inducir a la locura o a la creatividad. Ella ha sido una mujer sumamente exitosa, a su corta edad uno podría advertir que increíblemente tiene experiencias necesarias para decir que ya es vieja, que la vida y el tiempo le han jugado muchas bromas y la han puesto de manifiesto frente a lo que desea. Pero en esta ocasión no hablaré de sus triunfos artísticos, afortunadamente para muchos de nosotros que la conocemos aparte de la pintura y la fotografía, tiene otros triunfos que nadie ha advertido.
Pero a veces a uno la vida le cobra las cosas doble, a veces nos pone frente a diversas circunstancias y diversas gentes que nos restan creatividad… y tiempo.
Romina es una mujer llena de historias de ellos, los que llegan a su vida y con un pretexto en el bolsillo se van y la dejan muda con sus pinturas o con la fotografía. Naturalmente como dirían los especialistas en esto de las emociones (si es que hay especialistas) es probable que ella siga una patrón de conducta al buscar y coincidir con hombres cuyas historias jamás incluyen la suya. Sin embargo el sentido común es el mejor amigo de estas historias y Romina guarda celosamente cada una de estas coincidencias y pareciera que está llena de grietas y rasguños en la piel de cada uno de ellos.
El primer hombre de su vida también era artista, entre los dos inventaban misterios para gastarse el tiempo entre sábanas y pinturas, entre libros y autores bastos, sin embargo, en el debate no podían coincidir, que Romina fuera una mujer autosuficiente y pensante llegó a hacer tanto ruido en la rutina de él que terminó pidiéndole tiempo para resolver su existencia, naturalmente cuando nos metemos en cuestión de tiempo nos metemos también en cuestiones indecibles y como era natural, jamás regresó, dejándola con un arsenal de historias sin concluir, con el guarda ropa lleno de misterios y recuerdos, con las manos vacías y el cuerpo mudo.
El segundo hombre de su vida adoró el modo en el que ella se movía por el mundo, adoraba cómo se inventaba de la nada imágenes y palabras, cómo coincidía con gentes creativas y cómo salía adelante con sus inmadureces y a veces sus hipocresías. Él era médico, nunca soportó asistir a alguna presentación de fotografía, se sentía ignorante frente al sequito de personas que andaban con Romina… el iluso no advertía que el único que se minimizaba en esas salas era él y sus fantasmas, que el séquito que parecía que conocía de arte jamás había visto una obra de Picasso, que el séquito que decía que leía ni si quiera había estudiado a profundidad el modo lúdico de leer Rayuela de Cortazar… y un día agarró sus cosas y buscó una mujer básica, que cocinara, que fuera pasiva y no tuviera argumentos en la mano. Nuevamente Romina se quedo muda, con una historia más guardada en el cajón de su guarda ropa, llena de imágenes, llena de ausencias. 
El último hombre parece que le arrancó todo lo que quedaba o parece que Romina entregó ese complejo todo de una mujer llena de ausencias. Parecía que era el indicado, el indicado para caminar por las calles, para desvelarse conversando, para inventar caricias en la cama, en la sala, en el comedor o el lugares extraños, parecía que era el indicado para moverse por la vida, para tener problemas y solucionarlos, ella creía que podía confiar sin temor a la ausencia en este hombre lleno de misterio y calma… pero un día dijo lo siento, ya no te quiero…necesito tiempo, necesito soledad. Y Romina dejo de ser la mujer maravillosa que era ante sus ojos, de pronto, reclamaba la ausencia de aquella mujer fuerte que no se rendía ante el mundo y que ahora pasaba las horas en su recámara, sin tocar la cámara, sin tocar las pinturas, sin decir palabra alguna. Romina volvió al silencio absoluto, caminaba por las calles inmutada, llena de asombro, porque cuando uno va por esos lugares llenos de memoria, al cuerpo le pasa todo, a uno le duele todo. Hay quienes superan esa etapa en dos horas, hay quienes jamás se permiten pasar por una pérdida y valorar el verdadero sentido de una relación… hay quienes sacan a la gente con una facilidad que da miedo y que además disfrutan dejando a las personas injustamente llenas de ausencias, sin explicaciones, sin esperanzas…
Los hombres de su vida se fueron, todos agarraron sus fantasmas y sus maletas pretendiendo que el tiempo resolvería cada uno de sus misterios, todos prefirieron huir de esa mujer verdaderamente fuerte, todos preguntaron en donde había quedado aquella persona taladrante que habían conocido… las personas conforme pasa el tiempo se llenan de todo, Romina tiene cicatrices en la piel, rasguños, besos, caricias, tiene en la vida ausencias y duda… jamás se han detenido a vivir a una mujer que además de ser una excelente artista es una mujer mundana, terrenal, con una piel que arde en ganas, con una vida que arde en emociones y planes y que vivir a una mujer se trata de eso… de vivirla con todas sus trincheras y jamás, jamás negar ninguna de ellas.
Hay quien dice que la soledad es estar con uno mismo… solo, aburridamente solo… no saben del abandono.  



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