jueves, 15 de abril de 2010

La Mujer como objeto y alienación.
Por: Rodrigo Sánchez Sosa.
Es un hecho comprobado por la genética que el ovulo humano una vez fecundado, en sus primeras semanas, está diseñado para ser mujer. No es sino hasta después de una variación química aleatoria, mucho tiempo después de la concepción, que el feto trasmuta los ovarios en testículos, y lo que serían los labios mayores y menores de la vagina, forman el escroto y glande; una vez que el clítoris se alarga y da origen al pene. Este cambio hormonal determina qué productos serán del sexo masculino.  
  Un reducto visible de lo anterior es que, el cambio hormonal ocurre una vez que se han formado los pezones, por ello pese a estar el hombre de nuestra especie imposibilitado para amamantar a las crías posee el diseño trunco de glándulas mamarias. Naturalmente, todos los humanos somos diseñados para ser mujeres, es posteriormente el azar el que determinará las variantes a este hecho.
  La importancia de las hembras en la reproducción de la especie y su evolución, es incuestionable. La notable diferencia entre el número de nacimientos de mujeres con respecto a varones, en nuestro caso, tiene que ver con el periodo de gestación del ser humano. Una mujer puede tener solamente un hijo al año, no así el hombre. De ahí la preferencia y el diseño reproductivo.
  Siguiendo a Stuart Mill diríamos que, pese a lo anterior, socialmente en todas las culturas el lugar de la mujer es secundario. El patriarcado se reproduce con muy pocas variantes en sociedades tanto primitivas como modernas. Se podría decirse fácilmente que el habitad artificial del hombre, la cultura, está hecho para el hombre. Pese a lo que se pueda objetar al respecto, no es sino jugando con las reglas de un juego masculino que la mujer revierte su papel tradicional, compitiendo por poder y respeto con el hombre en su mundo. 
  De Cleopatra a las feministas de los sesentas, pasado por Sor Juana Inés de la Cruz y Simón de Beauvoir, la mujer debió alienarse para incursionar con éxito en el mundo masculino que la oprimía. Pese a ello y a mitos como el de las Amazonas, no se tienen registros contundentes de sociedades matriarcales, hasta hoy, en investigaciones antropológicas.
  En los inicios de la civilización, el hombre transito de sus actividades como nómadas al sedentarismo, gracias a la agricultura y la cría de ganado que les permitió establecerse en un solo lugar en vez de seguir las manadas de mamíferos de los que se alimentaban, y buscar los frutos silvestres que recogían en diferentes lugares.  
  Esto trajo consigo una nueva forma confrontación entre tribus, por el territorio y animales de la tribu rival. La guerra se sofisticó, ya no eran tribus nómadas que saqueaban y seguían su camino, sino tribus que se quedaban con tierras, ganado y personas de la tribu vencida. Nació así el sistema esclavista, de donde deriva la situación de sometimiento de la mujer: "…no desearas la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su toro, ni su asno, ni COSA alguna que pertenezca a tu prójimo." (Los diez mandamientos Éxodo 20:17)
  La mujer desde el inicio de la historia es cosificada, tratada como una pertenecía más del marido. Es tan normal y aceptado que la primera que reproduce esto en las nuevas generaciones es la misma mujer. Esto nos indica la enajenación del ser de la mujer en este convencionalismo nacido del mundo del hombre: la guerra, la competencia, la violencia, el despojo y el asesinato. 
  La mujer se ocupaba en las sociedades primitivas de la recolección y preparación de alimentos, de la educación de los hijos (de ella y de todas, en este caso la mujer no tiene necesidad de discriminar entre su progenie y la ajena, como el hombre), de la cría de animales y la administración de los recursos. Lo anterior requiere tener habilidad para diferenciar, clasificar, cuantificar y planificar; debe depurar sus relaciones interpersonales, manejar correctamente los sentimientos, desarrollar técnicas pedagógicas. Esto le otorga una comprensión de la importancia de la solidaridad y el apoyo mutuo en la sobrevivencia, además de entender el vínculo armónico con la naturaleza de una forma más vivencial. Es ajena por ello a las relaciones jerárquicas verticales (propias del ejército), el autoritarismo, el sometimiento por medio de la violencia, la explotación y el despojo.
  Ahora bien, nuestra especie no está determinada por los genes, ni por la cultura, es una mescla de ambas condiciones, y de variables aleatorias, las que determinan finalmente al individuo y con ello estadísticamente a una sociedad. Sin embargo, el sometimiento de la mujer en nuestra sociedad sigue siendo importante, debido a que la mujer no solo sigue siendo tratada como cosa sino que se asume ella misma como tal. Si bien de alguna manera, no la mejor, se ha trascendido ese sometimiento, ha sido por medio de la enajenación. La mujer traiciona su ser para poder competir en un mundo no diseñado para ella. Los logros de la mujer desde esta postura han sido pocos, para cambiar el diseño adverso de una realidad impuesta. 
  El papel de la mujer actualmente sigue siendo visto como normal cuando se cosifica; por ejemplo, en certámenes de belleza, actividades de edecanes, objetos sexuales que adornan y en caso de la prostitución, se venden (la prostitución masculina es producto de la misma enajenación, más emparentada con la homosexualidad masculina que con el erotismo femenino); y en los casos más patéticos, en la satisfacción de los fantasmas edípicos en la idealización del amor romántico y el culto nefasto a la madre (sobre todo en México). 
  Finalmente, el liderazgo político, económico y social de la mujer hoy, no es más que, en el fondo, una alienación, las reglas del patriarcado siguen intactas y sometiendo a este genero sin problemas. Por más "exitosa" que sea una mujer sigue sintiéndose desprotegida en un mundo para hombres del que no se puede redimir. Esa soledad a la que tanto le teme la mujer no es otra cosa sino alienación.
A mi hija Frida.
 

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