La tierra de los fantasmas
Lizeth Sevilla
La vida le sabe a tierra
o es un rumor clandestino. Cuando en esas columnas de los periódicos encontramos renglones en los que se lee: "Vivimos la rutina", "Vamos rápido", "Esta vida acelerada", "Sucede que no me di cuenta por el trabajo"… no es el pleonasmo de todos los días o la introducción más cursi para un tema que nos lleve a la aburrida y trillada superación personal.
Hay verdades ineludibles. En tanto discutimos y reflexionamos temas como el narcotráfico, la corrupción, el sistema sigue siendo poderoso y sostiene aún algunos hilos que mueven estas particulares circunstancias que vivimos y entonces jugamos a que trascendemos porque tenemos calles con pavimento, internet y somos un pueblo que conserva su moral -lo que sea que esto signifique- y no se puede evitar, hay quienes trabajamos de 9:00am a 9:00pm, no nos percatamos del clima o de la escases de agua, vivimos inmersos en compromisos que seguramente engordaran el currículo y uno que otro ego ¿Qué si esto es malo? No lo creo… ha de ser la introducción.
El también trabaja, es diseñador gráfico, sus ocupaciones giran entre páginas web y asuntos extraños que tienen que ver con su quehacer… diariamente hace 45 minutos hasta su trabajo, compite, se esfuerza, parece el mejor, tiene al día los temas comunes como la bolsa de valores, el clima, los conflictos sociales, uno nunca sabe, de lejos se le percibe serio y hasta gruñón, trabaja 9hrs diarias y le queda poco tiempo para dedicarlo a lo que le apasiona… si, a veces tomar fotografías, la serigrafía, tal vez leer o salir a la calle. A sus 26 años se ha esforzado por marcar la diferencia en lo que hace y proyecta como persona…
Pero a las 6:00pm cuando se termina su jornada de trabajo no corre al bar a tomarse una cerveza fría que le quite la consigna de cansancio, disfruta de la tierra y la naturaleza, a nosotros, los que perecemos en la exactitud, esa vida mundana nos puede provocar risa incontenible… pero vistos, nosotros, los seres con agenda llena desde sus trincheras… provocamos lastima. Y estos comentarios no tienen para nada la facha ofensiva de las palabras, sino de la realidad.
Le fascinan los cactus, llegar a su casa y mantener esa conexión indecible con las plantas le representa la paz, la calma más pura y sensata. Nosotros los que hemos dejado que la capacidad de asombro se degrade en el pavimento, sólo vemos las espinas, la forma hosca que envuelve a estas plantas -dice- pero cuando pasa el tiempo, como todo, y sale la flor de entre las espinas, todo se vuelve particularmente simbólico.
Pasamos tanto tiempo metidos en nuestra lógica, que agradecemos a nuestros jefes por la nómina y a los teóricos porque existan los departamentos de recursos humanos, creemos que comemos gracias a las políticas externas y a las modificaciones que los candidatos hacen a los programas de ayuda… olvidamos un pequeño detalle, la tierra, los misterios y que finalmente, nos la estamos terminando a tragos gigantes.
¿Cuántas personas decidimos salir a plantar un árbol o poner agua a nuestras plantas porque consideremos que es la manera más congruente de agradecer lo que tenemos y no porque los de la presidencia ya hicieron un programa de reforestación para evitar problemas con la capa de ozono? O porque ya entró la primavera y está de moda salir vestidos de blanco a tomar energía y por lo tanto cuidamos los arboles y las plantas para no perecer con las estadísticas de los que salen y cuidan la naturaleza.
Su modo de vida me supone recapitular los rituales que adquirimos para no sucumbir a la cólera, es sencillo, no hemos creado aun la máquina de hacer felicidad, pero ciertamente, tenemos un arsenal de métodos paupérrimos para no hacerlo. Cada quien escoge el mejor modo de vivir la vida, el simulacro que mejor se adecue con nuestros fantasmas.
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