jueves, 24 de noviembre de 2011

Reflexiones sobre hechos de la revolución
Por Hugo Rodríguez Vázquez

*Los Magnicidios
EL asesinato de Emiliano Zapata de alguna manera entra en el calificativo de "magnicidio" principalmente por todo lo que significaba el líder revolucionario no tanto para la revuelta en sí, sino, para el movimiento inclaudicable que él encabezaba : la defensa de la tierra.
Su hoy legendario grito de "Tierra y Libertad" aún retumba en los oídos de todos y más allá de retumbar en sus centros la tierra, en el pensamiento de todos los mexicanos bien nacidos.
Sobre la muerte de Zapata, como sucede con todas las muertes violentas de personajes famosos y legendarios, se han tejido historias a favor y en contra de quienes ordenaron su asesinato, pero no hay duda alguna que quien dio la orden de su muerte fue el entonces presidente de la república, Venustiano Carranza. Sí, aquel viejillo con barbas, de gesto adusto, quien parecía un viejo bonachón, fue el que desde lo alto de la pirámide, no podría ser de otra manera, ordenó la ejecución del insurgente morelense. Habiéndose convertido el caudillo en un auténtico dolor de cabeza para el gobierno federal con esa lucha que ya tenía nueve años demandando la tierra para los campesinos, el jefe constitucionalista decidió eliminarlo valiéndose de uno de los generales que lo combatían, el general Pablo González quien a su vez se valió de un coronel alcohólico de triste memoria Jesús Guajardo, brazo ejecutor quien quitó la vida a Zapata mediante cobarde traición como es por todos conocido.
Siendo Carranza el que ordenó el asesinato de Zapata entonces se trató de un crimen de estado que aconteció en esa época, pero que en lo general ese episodio histórico no se le presenta como tal en nuestra historia de la revolución, por esa extraña y absurda costumbre de los mexicanos de tratar de maquillar la historia, como para hacerla más digerible violentando con ello la objetividad de los hechos históricos.
Sí, Carranza el héroe revolucionario, jefe constitucionalista de ejércitos imbatibles, cuya figura da nombre a miles de calles a lo largo y ancho de nuestra república mexicana, se convirtió así, en el asesino intelectual de uno de los más puros revolucionarios, líder indiscutible de las masas campesinas de México, Emiliano Zapata. ¿Por qué decirlo de otra manera?.

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