lunes, 20 de marzo de 2017

Especial para Horizontes...
Volcán de Colima, ícono de nuestra identidad cultural en Sayula
Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

Definitivamente hablar de la playa seca, de la cuenca endorreica del Valle de Sayula, es referencia del mismo Sayula, de la región. Sayula, es referencia de esta misma región que comprende la parte sur del valle, de este bajío polvoso pintado de sepia y ocre, enmarcado por las sierras de Tapalpa en el oeste, la del Tigre en el este, el Cerro de la Difunta en el norte y en el sur la sierra del Volcán, la sierra madre occidental. Un paraíso exótico, pincelado su cielo pastel de nubes que se embarran al azul claro de una cúpula trasparente, limpia, en la que se pierden los ojos de los que sueñan. Es imposible evadir en este sereno paisaje onírico, la mole silenciosa, el templo natural del Dios del Fuego, el volcán, el Colima.
De niño siempre escuche hablar de "El Volcán de Colima". Era lógico suponer que se llamaba así porque estaba del otro lado de la línea que dividía al Estado de Colima del Estado de Jalisco.  Pero no es así, algunos aseguran que Colima significa en voz náhuatl, "El Dios del Fuego que Domina". Podría ser, muchas de las lenguas derivadas de este idioma, como el Tzayulteco se perdieron durante la colonia, y el náhuatl que hoy conocemos, es muy distinto al que se habló en estas regiones del Occidente de la Nueva España.
Lo cierto es que mis abuelos, que vivieron en la zona habitada más alta de la sierra del Tigre, contaban como antes de la mitad del siglo pasado, las erupciones del Volcán de Colima, habían causado terror entre la gente. Las pencas de los magueyes, contaba Don José Sosa Sosa, mi abuelo que era pulquero; se doblaban de la ceniza que arrojaba el volcán por las noches y al contacto con la humedad se volvía como piedra. Derribaba los techos de las casas y la gente enfermaba al respirarla. Desde su comunidad podían ver la lava que corría por los flancos del volcán por las noches y las erupciones, y en el día la gigantesca columna de humo que emitía para cabalgar siniestramente el viento; un espectáculo que, en aquel tiempo, según me contaba, la gente lo interpretaba como el fin del mundo:  los niños lloraban, las mujeres rezaban y los hombres se hacían bola en un rincón con su botella de alcohol en la mano, escondidos entre sus pesados zarapes de lana cruda y  sus sombreros de sollate,  en silencio.
En Sayula, por supuesto que el espectáculo debió de ser otro, temerosa la gente más de los terremotos que de la ceniza o la lejana lava en la cima del volcán, dormía en las calles para evitar ser sorprendida por el terremoto durante la noche, según cuentan algunos vecinos de este municipio que aún recuerdan esos años. Recuerda en sus anécdotas don Federico Munguía, entonces un niño, que sus padres le sacaban a la calle en medio de la noche o la madrugada, porque el sabio don Severo Díaz Galindo, había pronosticado que en esa hora exacta ocurriría un terremoto. No bien marcaba el reloj la fatídica hora señalada por el padre Díaz, comenzaba el fenómeno telúrico. Aún es un misterio, si así fue, cómo logró esta proeza científica que hoy, aún con modernas computadoras y técnicas más avanzadas, no es posible hacerlo.
El hecho es que Sayula está ubicada en el conocido como" Cinturón de Fuego del Pacífico", una grita en la corteza terrestre que recorre la costa pacifico del continente y da origen a los volcanes de esta zona, desde EU hasta Argentina. Así como a los terremotos, al liberarse la presión entre las placas continentales relacionadas con esta grieta. Esta historia geológica es parte de nuestro pasado, nuestra identidad, como símbolo cultural. El referente principal de este fenómeno es, claro, el Colima. El volcán acompaña la vida de la región desde que el hombre se asentó en este valle hace unos 12 mil años. La belleza del paisaje que integra al Volcán Colima y la Playa de Sayula, es única e impresionante. De la misma forma los terremotos a lo largo de nuestra historia como región, han determinado nuestra tradición oral, marcado el paisaje e incluso trasformando nuestra arquitectura al requerirse formas más resistentes en los edificios altos o la integración de las mismas cicatrices dejadas por los sismos en ellos, y sus modificaciones que nos lo recuerdan.
"El volcán de Colima o Fuego de Colima (19°30'45"; 103°37') tiene una elevación sobre el nivel del mar de 3 860 m, por lo que representa la octava cima más alta del país . Su nombre Colima proviene de la lengua náhuatl que significa "El Dios del fuego que domina". El volcán está ubicado a unos 100 km al sur de la ciudad de Guadalajara y a 30 km al norte de la ciudad de Colima. El volcán de Colima forma parte de una cadena volcánica con orientación N-S, que está constituida por los volcanes: Cántaro, Nevado de Colima y el volcán de Colima. Los primeros estudios geológicos sobre el volcán de Colima fueron realizados por Waitz (1906, 1915, 1935) quien realizó observaciones generales y describió la formación de flujos piroclásticos durante la erupción de 1913. Desde esa fecha hasta fines de la década de los cincuentas, la actividad del volcán de Colima quedó restringida al interior del cráter. En 1962 el cráter del volcán estaba completamente lleno con lo que inició la emisión evidente de lavas en los flancos del volcán atrayendo la atención de varios investigadores que estudiaron la morfología y características generales del complejo volcánico (Mooser, 1961), sobre flujos piroclásticos tipo Merapi, y la primera evolución geológica del volcán. La década de 1980 representa el punto de partida de los estudios modernos del volcán de Colima. Después de la erupción de 1981, Medina-Martínez (1983), presentó el primer análisis sobre la recurrencia eruptiva del volcán de Colima durante los últimos 400 años. Asimismo, se realizaron una serie de estudios químicos y petrológicos de los productos del volcán y aparatos adventicios (Luhr y Carmichael, 1980, 1981, 1982, 1990a) y sobre los colapsos del edificio volcánico (Robin et al., 1987) los cuales crearon un gran interés sobre el volcán y continuaron durante los años sucesivos (Luhr y Prestegaard, 1988; Stoopes y Sheridan, 1992; Komorowski et al., 1997; Capra y Macías, 2002; Cortés-Cortés, 2002). La década de los noventa quedó marcada por erupciones pequeñas provocadas por la intrusión de cuerpos de magma, que al abrirse paso hacia la superficie originaron flujos de lava y flujos piroclásticos de bloques y cenizas. Estas erupciones fueron estudiadas desde diversos ángulos que incluyen estudios
 Durante los últimos 37 años se han presentado varios mapas geológicos del volcán de Colima (Demant, 1979; Luhr y Carmichael, 1990; RodríguezElizarrarás, 1991; Cortés et al., 2005). Dado el peligro que representa el volcán para las poblaciones circundantes, también se han presentado mapas de peligros volcánicos.
  La actividad volcánica cuaternaria en el  Colima inició hace aproximadamente 1.6 Millones de años, con la formación del estratovolcán, el  Cántaro (Allan, 1986). Allan y Carmichael (1984) reportaron edades de K-Ar para este volcán que varían de 1.6, 1.5 y 1.3 Millones de años. El Cántaro está compuesto por derrames de lava de composición andesítica, al que siguieron domos de composición dacítica (Luhr y Carmichael, 1990b). La actividad del volcán Cántaro finalizó hace aproximadamente 1.0 Millones de añoa. Posteriormente, la actividad volcánica migró 15 km al sur, para formar el volcán ancestral Nevado de Colima, el cual tuvo una historia eruptiva bastante compleja descrita en dos fases eruptivas por Mooser (1961), en cuatro por Robin et al. (1987) y en seis periodos eruptivos por Cortés et al. (2005). Según estos últimos autores, varios de estos periodos eruptivos estuvieron influenciados por la falla Tamazula (Garduño-Monroy et al., 1998) y tres de ellos están asociados a depósitos de avalanchas de escombros.
Al mismo tiempo que las últimas etapas de actividad del Nevado de Colima se construyó el cono ancestral del volcán de Colima, conocido como Paleofuego (Robin y Boudal, 1987), a unos 5 km al sur. Este edificio volcánico está representado por una caldera de 5 km de diámetro abierta hacia el sur; la proyección de sus paredes indica que este volcán debió de haber alcanzado unos 4 100 m de elevación (Luhr y Preestegard, 1988). Las paredes de la caldera del Paleofuego en su flanco norte están compuestas por derrames de lava andesíticos alternados con depósitos de flujos de bloques y ceniza, que en conjunto presentan un espesor mayor de 300 m (Cortés et al., 2005). Estos flujos de lava se extienden 17.5 km al SW y 31 km al Sud Este. Una secuencia compuesta por un flujo piroclástico, lavares y capas lacustres, fue fechada en 38 400 años AP por Komorowski et al. (1993) quienes la asociaron al volcán Paleofuego. Por lo tanto, esta edad representa la mínima del inicio de la actividad de este volcán.
Después del último colapso del volcán Paleofuego ocurrido hace aproximadamente 2 500 años a. C. la actividad volcánica migró hacia el sur y se instauró dentro de la caldera del Paleofuego. Esta actividad ha dado origen al actual volcán de Colima, el cual tiene un volumen aproximado de 10 km3 y ha crecido a razón de 0.002 km3/año (Luhr y Carmichael, 1990a, 1990b). Este estratovolcán está compuesto por una alternancia de derrames andesíticos, depósitos de flujos piroclásticos y de caída. Una de las características del volcán de Colima ha sido la generación de flujos piroclásticos que han alcanzado hasta 15 km del cráter; los más notables son aquellos formados durante la erupción de 1913. Durante los últimos 400 años, el volcán de Colima ha presentado alrededor de 43 erupciones que lo colocan como el volcán más activo de Norteamérica (De-la Cruz-Reyna, 1993; Saucedo et al., 2004b). Como consecuencia de su constante actividad, el volcán de Colima cuenta con el registro histórico más completo de los volcanes mexicanos.
El 12 de junio de 1869 inició la formación del domo adventicio "El Volcancito", misma que concluyó en 1872 (Sartorius, 1869; Bárcena, 1887). Orozco et al. (1869) reportaron que "El Volcancito" estaba localizado a una altura de 3 500 m y que había alcanzado una altura total de 300 metros a partir de su base ubicada a 3 200 m. La etapa comprendida entre los años 1893 y 1903 es especialmente importante en el estudio del volcán Colima, ya que tanto el padre Arreola, en Colima, Col. como su colega Castellanos, en Zapotlán, Jal. (hoy Ciudad Guzmán), instalaron observatorios para vigilarlo. A partir de esta fecha se hicieron observaciones sistemáticas que continuaron hasta 1906, mismas que mensualmente eran publicadas en el Boletín del Observatorio Meteorológico Central de México (Arreola, 1915). La erupción explosiva mejor documentada del volcán de Colima fue la ocurrida en 1913. Antes de la erupción la cima del volcán tenía un cráter cubierto por un domo de lava. La erupción comenzó el 17 de enero de 1913 (OrtizSantos, 1944) con una serie de explosiones que generaron densas nubes de vapor y ceniza. El 20 de enero la erupción continuó con la formación de una columna pliniana que alcanzó 21 km de altura (Saucedo-Girón, 1997). Esta columna provocó una lluvia de ceniza, que en Zapotlán, Jal. alcanzó 15 cm de espesor y en la Barca, Jal., alrededor de 4 cm según el periódico El Imparcial publicado el 21 de enero de 1913. Ésta llegó hasta Saltillo, Coah., a más de 700 km del volcán. El volumen total de la erupción de 1913 fue estimado en 0.9 km3 (Saucedo-Girón, 1997). Durante la erupción también se produjeron flujos piroclásticos, los cuales fluyeron 15 km por el flanco sur del volcán, dejando depósitos de ceniza y rocas de 40 m de espesor (Waitz, 1915). Como resultado de esta explosión, la morfología de la cima del volcán cambió drásticamente, el edificio perdió 100 m de altura y se formó un cráter con un diámetro cercano a 400 m y profundidad desconocida."
José Luis Macías Departamento de Vulcanología, Instituto de Geofísica, Universidad Nacional Autónoma de México.

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