domingo, 30 de abril de 2017

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sánchez Sosa

                    Las estadísticas no mienten
¿Cuándo comenzó este país a volverse un infierno para la mayoría de mexicanos? ¿Desde cuándo aprendimos a voltear para otro lado al ver el sufrimiento ajeno? ¿Cuándo nos volvimos tan insensibles para lucrar con el dolor de otros? ¿A caso siempre fue lo mismo, acaso lo honorable y noble de nuestro pueblo es tan sólo un mito? ¿Hemos sido siempre un país de bárbaros ignorantes, dirigidos por energúmenos peores? ¿Somos realmente como nos pinta Trump: violadores, asesinos, ladrones, ¿narcotraficantes? Al menos esto último parece confirmarlo estadísticas criminales del país:  por ejemplo, el número altísimo de feminicidios, trata y tráfico de personas; los más de cien mil muertos en los últimos sexenios en la guerra contra el narco, las desapariciones, torturas y extorciones; los miles de millones de pesos robados por políticos desde el presidente de la república hasta los gobernadores, diputados, senadores etc.… los empresarios que se benefician de la corrupción y que tienen en quiebra a este país. Del narco ya ni hace falta ejemplificar nada ¿Cómo decirle al otro energúmeno presidente de EUA que no son verdad los adjetivos con que nos asocia? Es cierto, no se puede generalizar, pero las estadísticas no mienten. Sí,a es verdad que no todos los mexicanos somos así, los pocos que si lo son, han impuesto la realidad a los muchos que no hacen nada por frenarlos, y eso es complicidad. Esa es nuestra triste verdad. Sí hay esfuerzos en contra de toda esta podredumbre, pero lo que se ve fuera de México es la estadística negativa, los esfuerzos frente a los números disparados de los crímenes, no se notan. El poder de convocatoria de la gente buena de esta nación es apenas notorio, y por lo mismo, no ejerce ninguna presión significativa frente al poder criminal de la gente mala de este país. La sociedad mexicana está gravemente enferma, hay un problema, una patología psicológico-social que bien valdría la pena abordar desde la ciencia, estudiarla, reconocer sus orígenes, sus manifestaciones, sus características, su fondo y tras fondo; en lugar de ello, se idealiza al criminal corrupto e inmoral. El deseo de la gente está puesto en aquello que los oprimen, los dañan y someten, y por ello la fuerza que anima y da sentido a nuestra sociedad, representada por el deseo colectivo, social, la energía, que sustenta toda la infraestructura cultural, productiva y económica de México, está en función del crimen, se identifica y reconoce en este. Oponerse a esta inercia es desgastante y hasta potencialmente dañino, compromete la salud, el patrimonio, el trabajo,  la vida misma; los casos no son pocos ahí está Aristegui, Sergio Aguayo o tantos periodistas que han perdido la vida al señalar estos crímenes; allí está el doctor Mireles, el maestro Galeano del EZLN, los propios indígenas en todo el territorio nacional agrupados junto a esta organización en el CNI o simplemente los 43 de Ayotzinapa, y tanta y tanta gente en México asesinada y desaparecida por oponerse a este sistema criminal desde hace casi 60 años.
¿Por qué no podemos sacudirnos estas redes criminales? La razón es sencilla, las reproducimos en nuestra conducta y vida diaria, nuestras aspiraciones son moldeadas por estas; pero, sobre todo, el Edipo, deseamos lo que nos daña. El mito de Edipo aquel que mata a su padre y se casa con su madre, es retomado por Sigmund Freud para explicar cómo funciona la pulsión humana fálica, los impulsos primitivos en una etapa temprana de nuestra niñez que crean una fantasía al sentirnos atraído por la madre, sintiendo al padre como un rival del que hay que deshacerse. Obviamente esta fantasía va en contra de nuestros intereses, si pudiésemos cumplirla (a la mujer le pasa lo mismo, pero con la figura del padre); pero, pese a esto, lo deseamos, deseamos lo que nos daña o dañará; esto es una patología que se conoce como complejo de Edipo y que se acentúa en la adolescencia. De ninguna manera esta es un deseo consiente, para que nadie se ofenda, es un impulso inconsciente, pero sus efectos son percibidos en la conciencia como una contradicción dolorosa y causa de trastornos de la personalidad que van de leves a muy serios.
¿Socialmente cómo se interpreta esto? bueno la energía implicada en esta condición del Edipo de Freud se llama Lívido, un concepto que define la energía que nos hace actuar, tener amor y deseo para la vida, el impulso vital pues, el deseo de vivir. En lo social este mismo deseo es la producción, y la producción es deseo ¿cómo es esto? Es nuestro deseo de vivir que nos hace crear sociedades justas y equilibradas que permitan a la gente vivir una vida digna; si todo nos ocupáramos solo de nuestro propio placer en una sociedad ¿Quién construiría las condiciones igualitarias para todos? La tesis capitalista dice que es el egoísmo, que sin pretenderlo crea estas condiciones, por ejemplo, mi deseo egoísta por tener dinero me lleva a emprender, crear una fábrica de lápices, por ejemplo, que dará trabajo directo e indirecto a otras personas, sin que el fin fuera este, y luego a su vez produce la riqueza y las condiciones de lo social. Cuando se sobre pasa esta condición egoísta en el individualismo liberal, hoy neoliberal burgués, desfragmentando la sociedad en individuos deseantes de su propio placer, en este caso. la búsqueda de dinero por el dinero mismo, se llega a una contradicción y se rompe la lógica interna del sistema; así, aquellas formulas nocivas de producción del dinero en un mínimo de tiempo, con un mínimo de inversión y a corto plazo se convierte en explotación inhumana del hombre. Esto se llega a desear, el hombre deseando su propio mal en la lógica de deseo de producción, con la consiguiente repercusión de dolor, muerte y violencia.
Como en el caso del Edipo del desarrollo psicosexual del infante, la satisfacción del deseo no elimina la necesidad de este, porque esta satisfacción es siempre temporal y lo que se satisface es la necesidad, no el deseo, el deseo sólo termina con la muerte. El niño que tiene acceso a la madre temporal para ser alimentado, por ejemplo, presidiendo del papá, tendrá que enfrentar el hecho del abandono, cuando la madre termina su labor, sufriendo de nuevo la ausencia que dispara la necesidad y el deseo otra vez, esto a la larga creara más angustia aun en el mismo momento (porque sabe que terminará) que es alimentado, culpando al padre. No le queda otra que identificarse con el padre para poder sobrevivir, con su enemigo. Luego desarrolla pues su identidad sexual, de género, que le permitirá desear a una mujer o un hombre si es el caso, en la última etapa del Edipo en la adolescencia. Las experticias particulares de cada caso, determinan el perfil psicológico de cada hombre y mujer, según esta teoría.
¿Cómo se traduce esto a lo social? El sufrimiento de las personas en sociedades capitalistas, es debido a que este deseo, que es análogo a una falta o carencia (porque se desea lo que no se tiene) en la constitución misma del ser del hombre, permanecerá constante y más angustiante cada vez, entre más se posean cosas o dinero en esta sociedad del ser como tener, más vacío se siente el hombre. Como el niño del ejemplo anterior, angustiado pese a estar pegado al pecho de la madre, porque sabe que tal situación no durará, sabe que la madre no le pertenece, sabe que debe encontrar la manera de aliviar esa angustia; entonces, volviendo a lo social, el hombre se identifica con el sistema que produce esa angustia, aquel que pregona que todo se compra y se vende, el sistema criminal que crea esa realidad falsa e insatisfactoria, su enemigo. Contraria a la resolución natural del Edipo en la identificación con el padre que crea la identidad de género y sexual; la identificación con el sistema identifica al hombre con la pulsión de muerte (aunque esta pulsión sea como dice Lacan un deseo de comenzar de nuevo, pues implica destruir para construir, destrucción creativa, siguiendo a Sade), que es el capitalismo. En esta identidad autodestructiva, asesina, criminal, antisocial es en la que nos encontramos. El Placer individual hedonista, que llena su vacío existencial con cosas, dinero y drogas (Alcohol, tabaco, marihuana, metanfetamina, cocaína, heroína, drogas de receta; cualquier cosa que satisfaga la necesidad perene del deseo eliminando la angustia). Somos infelices no sólo por ser pobres, sino por desear cosas, por desear lo que nos daña: el sistema criminal y a los criminales que lo forman y que idealizamos cuando no son más que la muestra más patética de vacío y dolor existencial que busca la muerte, haciendo de ella hasta una deidad (la santa muerte). Vivimos en una sociedad enferma, y si no me cree salga a la calle y constate la edad de quienes, en lo inmediato, forman parte de la infraestructura comercial, logística y militar, a la vista en pleno día, del sistema criminal que gobierna el país; son jóvenes, casi niños. En ello se cancela el futuro por cuestiones estadísticas para México: ¡60 millones de pobres!

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