lunes, 12 de julio de 2021

              Política y horizontalidad.

Por Rodrigo Sànchez SOSA

Rara vez en este espacio hablamos de un mismo tema en dos entregas, hoy el caso lo amerita dado que, en la ocasión pasada abordamos el tema del proyecto comunitario cultural "Murales de san Miguel", cuyo éxito ha trascendido los límites del municipio y hasta del estado. Un tema que en esa entrega se agotó. El sábado pasado, un servidor, como cronista municipal y familiar de uno de los personajes plasmados en esos murales, mi padre, fui invitado a hablar. Además, este honor se lo debí a mi trabajo relacionado con el proyecto: estoy  escribiendo una crónica del mismo aunada a 42 biografías de los personajes populares de ese barrio que ahora adornan el  barrio para admiración de propios y extraños, idea de Francisco Preciado Ávalos. Quiero dejar en claro que mi persona no tuvo nada que ver en esta magnífica idea, ni en su concepción general, ni desarrollo, ni logística, mucho menos ejecución y de lo único que me hago responsable es de la concepción del proyecto del libro  que fui invitado a escribir, es decir el abordaje del tema desde las herramientas del método histórico, el estilo y la redacción del mismo. Todo lo demás es iniciativa comunitaria. No merezco laurel alguno de esta victoria de la comunidad, soy un simple engranaje más de la misma cuya particularidad es el espíritu de unión preexistente en ese barrio que hoy enorgullece a todo Sayula. 


Pero hablemos no de mí, sería absurdo hacerlo,  sino de la iniciativa comunitaria y la autogestión del Barrio de san Miguel, es decir de las personas y familias de esa demarcación municipal. Claro sería injusto no hacerlo también de Francisco Preciado, el coordinador de ese esfuerzo y origen de la idea principal. A Francisco lo conocí hace poco, aunque somos del mismos barrio y ambos hemos vivido casi toda nuestra vida allí; desde el primer momento que hablamos, dos tema en común nos ocuparon el mayor tiempo de nuestras conversaciones: Sayula y luego nuestro barrio, San Miguel. Francisco es un calígrafo reconocido, y como buen artista su inquietud es sobre la cultura, las artes, en este caso la plástica. Por mi parte mi interés empata con el suyo como es de todos conocido, y el apoyo mutuo entre él y yo se dio natural, Francisco me apoyó en un documental que trabajaba y cuando maduró su idea me pidió apoyo. Mi aportación fue modesta y con ello no reclamo protagonismo alguno en la misma. Solo quiero dejar en claro que conozco de cerca el proyecto desde antes que este se echara a andar. El proyecto era noble desde su nacimiento, por naturaleza, surgía de una idea y organización comunitaria y no de intereses particulares desde la política o el ámbito empresarial local. No sólo era una idea desde lo cultural, sino que implicaba para todos los participantes una recompensa al esfuerzo de cada uno. El pintor más importante de este proyecto, Villalobos, el sábado pasado al inaugurarse la primera etapa de este, lo mencionó en sus palabras a la gente del barrio: la pandemia había limitado las fuentes de ingreso de los artistas, pintores profesionales, dijo, y este proyecto vino a ofrecerles una alternativa a su situación. Al mismo tiempo el barrio de san Miguel invierte en su imagen y se convierte a futuro en un atractivo potencial importante para el turismo, con ello el comercio y por lo tanto la economía de ese barrio se verá beneficiada a largo plazo, pero no solo eso sino que su memoria histórica y por ello su identidad se refuerzan. Una idea de aplaudirse, pero un esfuerzo comunitario que merece una ovación porque muchas buenas ideas se quedan en eso sin la organización y el apoyo de las personas. El crédito total y más importante, los aplausos y reflectores, son para el barrio de san Miguel, sin ninguna duda. Hay quien hablará de la calidad de los trabajos plásticos, y tendrá razón, pero como humildemente reconoció uno de los artistas, Villalobos, al que la gente de san Miguel le profesa un cariño evidente por su sensibilidad profesional y personalidad quiero suponer; en el contexto restrictivo de 2020 el barrio de san Miguel les brindó muros a  los artistas en una invitación al apoyo mutuo; y la calidad del trabajo, agrego yo, fue directamente proporcional a la calidad técnica y sensibilidad del artista en respuesta a la dinámica autogestora del barrio que lo hizo posible; es decir el resultado no podía ser otro por los autores involucrados en una circunstancia especifica. 

Pero hay algo más, la experiencia frente al barrio que viví el sábado pasado, me hizo reflexionar sobre la situación política en nuestro municipio. Pese al potencial que tiene nuestro municipio por, como diría Francisco Preciado, ese ADN comunitario de unión y auto gestión, que sin bien no es exclusivo del barrio de san Miguel si se nota más en esa comunidad; la tendencia, la inercia de organización sigue fluyendo por causes que buscan ser encabezados por una figura individual, injustamente. Me explico: pese a que todo el crédito y el esfuerzo del proyecto Murales de san Miguel lo merecía la comunidad, a penas se dio la oportunidad, y con toda la parafernalia del poder simbolizada desde distintas manifestaciones del estatus quo local, la cosa se voltio. Pese a los esfuerzos de Francisco preciado de hacer horizontal el interactuar de los invitados,  autores y actores del proyecto, se dio la división, la jerarquización: el pueblo de un lado, los notables en otro: los menos que cuentan más y los muchos que cuentan menos ¡Nada más fuera de lugar en esta ocasión! . 

Pero no solo era algo que un observador atento podía deducir ¡no!, era un reflejo, como decía, de la forma en que funciona la política en Sayula: La gente en Sayula no se ha dado cuenta de su capacidad para organizarse y cambiar su entorno, crear oportunidades de la nada y llevar a cabo proyectos exitosos en común; pese a que lo ha hecho. Por ejemplo, los proyectos más importantes de Sayula en obra pública han sido por iniciativa e idea comunitaria, con nula o poca injerencia de la autoridad o los notables en cada época. Una y otra vez se verá en nuestra historia cómo el apoyo de los sayulenses y la coordinación de una persona o varias personas, llevaron a buen puerto proyectos de enorme calado como el acueducto del cedazo hace 180 años, por no hablar de la colonia hace 400 años que no difiere de la misma dinámica,  o  el viejo camino a Usmajac abierto a  pico y pala por los habitantes de Sayula y esa delegación contra el ordenamiento del mismo gobierno del estado; la reconstrucción una y otra vez del templo parroquial a la que destruían los terremotos un año sí y otro también durante la colonia y hasta bien entrado el siglo XX, la ultima de la parroquia fue en los años cincuenta del siglo pasado. Y desde 1872 en san Miguel la construcción de una capilla para san Miguelito, luego un templo, luego un jardín; luego una  escuela y desayunador con la ayuda de José Valdovinos y Conrrado Sánchez Ceballos para beneficios de las familias y sus niños en ese barrio, o la cancha del juventud…

Como decía, en un reflejo de lo que pasa en Sayula, sobre todo en la elección pasada, los sayulenses a pesar de esta capacidad que tenemos como comunidad, seguimos buscando padres para nuestros logros, y como solo las derrotas son huérfanas, sobra quien se quiera subir al carro. Mire usted: el ganador de la contienda electoral del 6 de junio pasado por la presidencia municipal, fue sorpresa para pocos, se veía la tendencia venir, lo apabullante de la misma, tres veces más que su más cercano contendiente, es aplastante. Todos creen que el logro fue de Daniel Carrión o su partido, lo cierto es que, el fenómeno obedece más a la tendencia que pude ver en la pasada inauguración de la primera etapa de los Murales de san Miguel. Los logros del candidato, presidente mundial con licencia, eran pobres y muy cuestionables aquellos de los que podía abiertamente presumir, las críticas de la oposición estaban bien sustentadas y las evidencias fueron irrefutables, pero su popularidad y triunfo incluso opacó al mismísimo Rivas Peña ¿Por qué comparo esto con el evento del pasado sábado? Pues como antes señalaba, por más que se quiso hacer una celebración horizontal, es decir que se reconociera el esfuerzo común, la tendencia terminó por imponer figuras particulares por sobre este, con un oportunismo más que evidente. Así pues, en el caso de la elección pasada, basto un buen manejo de imagen, tres años de publicidad y campaña permanente, un montarse sobre logros comunitarios y un marear a la audiencia con una retorica insustancial, para que el cauce inercial  siguiera una línea predecible, la gente como en san Miguel, cedió su derecho a la figura de autoridad que mejor lo supo aprovechar.

Por un momento en san Miguel me sentí como en la colonia, donde los poderes civiles, religiosos y sus allegados hacían creer al pueblo en audiencia que, aunque habían actuado bien y su éxito era más que evidente, el logro real deberían de compartirlo con la imagen de autoridad y sus allegados a pesar de que poco o nada estos hubieran invertido en el éxito de la empresa. Los aplausos fueron inversos, no a los del logro sino a los que solo lo presenciaron. Algo que se repite a lo largo de la historia con mayor o menor éxito, pero generando una tendencia hasta llegar a absurdos que plantean como héroes locales de la revolución de 1810 a hacendados.

Aunque en mi perorata estuve a punto de ser callado por el siempre ingenioso "respetable", que escucha poco y de lo poco que escucha soporta menos, el mismo tuvo que reconocer al final por tedio o convencimiento que, quién merecía el aplauso mas atronador ese día eran ellos. Tal como en el triunfo de Carrión y MC en Sayula el pasado 6 de junio, el aplauso de pie lo merece la organización horizontal de un pueblo que pese a tanta injusticia se reinventa de maneras insospechadas, no un candidato sobre expuesto publicitariamente que no ofrecía más. 

Ojala mi barrio y mi pueblo entiendan tarde temprano eso que dice Francisco Preciado, según yo lo interpreto: en nuestro ADN como comunidad tenemos esa capacidad que no nos  es heredada del candidato en turno, ni del cura, ni de la organización benemérita, ni del artista ensimismado en su narciso, ni del cronista pretencioso, sino de ese actor anónimo y noble, como los más humildes personajes de los murales de san Miguel, que ha moldeado desde siempre nuestra historia por medio del esfuerzo y auto sacrificio desinteresado, la COMUNIDAD. El botín, el capital político que ambicionan partidos, grupos y egos para ser padres de las victorias ajenas, los están obteniendo injustamente en este ver el futuro y el pasado como un esfuerzo vertical que desciende del cielo de los privilegiados, los sabios o los bonitos, sobre los simples mortales acá abajo donde aplaudirse asimismo como comunidad da pena por más merito que se tenga. Yo insisto, el pueblo de Sayula, no solo el barrio de san Miguel, merece todo el reconocimiento por esta maravillosa historia de 500 años a la que le han sobrado padrastros. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario