miércoles, 9 de junio de 2010


La tierra de los fantasmas

Lizeth Sevilla
“El hombre que creó su imaginaciòn”

No tomes muy en serio lo que te dice la memoria
a lo mejor no hubo esa tarde/ Quizá todo fue autoengaño.
 La gran pasión sólo existió en tu deseo.
Quién te dice que no te está contando ficciones
para alargar la prórroga del fin
y sugerir que todo esto tuvo al menos algún sentido.

Memoria. José Emilio Pacheco.


1.- Lo más complicado en la raza humana es la interacción -supongo- los modos con los que nos comunicamos, los modos con los que buscamos coincidir en algunos puntos con las perspectivas de otras personas e incluso lo hemos vuelto tema de debate e investigación: ¿Cómo llegamos a formar parte de la vida de otra persona tan diferente a nosotros? ¿Realmente llegamos a formar parte de la vida de alguien o sólo es un simulacro que creamos para no estar en soledad? Es complicado y no pretendo dar respuesta a estos cuestionamientos tan existenciales. De pronto un día nos levantamos con la consiga de modificar un poco el rumbo de nuestras vidas, ponernos a trabajar en forma en una empresa que corte de tajo proyectos que terceros llaman sin fundamento, vestirnos formales, usar perfume, maquillaje y es probable que dentro del plan esté dejar un rato los vicios. Sin embargo, bajo estos pretextos de modificación de la conducta, no inferimos que otras cosas pueden coartar los planes, me refiero a cosas tan simples como conocer a alguien, lo complicado viene después, cuando uno comienza a hacerse preguntas, porqué sus manos, porqué su boca, porqué su cuerpo y porqué su ausencia.
2.- Una tarde llegó a su vida dispuesto a quedarse, traía consigo las maletas repletas de planes a futuro, con casi siete años mayor que ella, la vida le parecía un cúmulo de responsabilidades e imágenes que todavía hacía falta comprender, pero ya tenía calma, estabilidad; mientras ella sentada frente a su computadora, seguía pensando en el siguiente viaje lejano, en el siguiente libro, en la siguiente experiencia que la dejaría muda. Con el tiempo llegó el cariño, el respeto y es probable que el amor. Sucede que para una mujer joven, estar con una persona casi consolidada significa un descanso momentáneo de las preguntas de siempre con las parejas de la edad que también luchan por estar en movimiento. En sus brazos no había tiempo de por medio, no había 
urgencia ni proyecto de vida por armar, simplemente calma, desayunos pausados, noches largas y silenciosas. La incertidumbre de vez en cuando llegaba a su cabeza, cuando pensaba en doctorados, viajes, manifestaciones… pero después lo observaba calmado leyendo algún libro o siendo el hombre mundano que veía la lucha libre en la televisión o escuchaba paciente la radio y volvía la calma. A punto de ser una mujer consolidada llegó el amanecer y con él la bruma, la incertidumbre, la desesperación de encontrar su cama vacía; no había rastros de un hombre con siete años mayor que ella a cuestas, no había rastros del orden que él suponía en aquella habitación y en aquella vida. En la calle nada, ninguna persona lo conocía, con sus amigos menos, ella jamás les había hablado de aquel hombre con el que había compartido misterios y sábanas…en la computadora sólo novelas, proyectos sin terminar. En la cocina sólo café, en la sala libros…
3.- Un día se hartó de no compartir y conoció a un hombre, al que le puso ojos, boca, brazos, un color, una textura, le dio voz y ánimo como si fuera ella el todo poderoso, le dio un nombre y una vida. Pero olvido inventarle eternidad. Al final de cuentas no podemos comprobar que existimos. Es probable que seamos un juego macabro de la imaginación de otros, que nos garabatean en sus diarios de circulación nacional, o es probable que sólo somos un simple personaje de la novela de un escritor drogadicto y solitario. La única consigna que tenemos es lo que vivimos y los rastros de quien nos ha vivido alguna vez. Pero cuando no se tienen rastros ni rostros se complica la cosa y entonces decimos que lo hemos creado nosotros mismos para no sucumbir solos. Como decía Mario Benedetti, en su poema bodas de perlas, si de algo estoy seguro, es que existo. Pero hay quienes tienen que reinventarse una existencia, aunque sea en la vida de otros.






1 comentario:

  1. Venía de prisa y me detuve, no pensé detenerme tanto. Es como si tus palabras las viviera una a una el lector y le hiciera estremecerse. Como si tus pensamientos tomaran vida propia en otras personas.

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