viernes, 16 de marzo de 2012


La poesía en tiempos de abandono
Lizeth Sevilla
Hoy desperté pensando en las palabras justas para distribuir en estas páginas; pensé en los temas, pensé en las comas necesarias, pero terminé enfadada de tanta solemnidad, me dirigí a ese pequeño recoveco en el que me esperan cada mañana mis libros y encontré a Tomás Segovia, entonces pensé, finalmente estamos aquí reunidos en honor a la palabra, es decir, a la poesía, al hecho tan sublime y nada común de ir por la calle caminando y pensando en realidades paralelas al enfado de llegar a las 9 a la oficina, de vestir del modo que menos quieres vestir y cumplir con los cánones establecidos por el sistema. Pero por fortuna para algunos -sería un atrevimiento decir que para todos- tenemos la poesía, la palabra que nos sensibiliza ante los hechos que ocurren afuera en donde se disparan armas del modo más sorprendente y cruel, pero quizá lo más cruel es advertir en nuestros ojos y nuestras páginas una creciente desensibilización ante los hechos. Ya no nos acongoja el otro, resulta que forman parte de las notas rojas de los periódicos y así los vemos, vamos y compramos el periódico más amarillista y caótico del municipio para verle los ojos a la muerte.
Ya lo escribió Jaime Sabines: Uno es el agua de la sed que tiene/el silencio que calla/ nuestra lengua,/ el pan, la sal, y la amorosa urgencia/de aire movido en cada célula.
Y a veces también uno es crimen, ausencia, vida sin asombro, y muchas personas allá afuera pudieran no saber lo que ofrecemos nosotros, los que tenemos un micrófono abierto a la palabra, un semanario en el que podemos compartir lo que analiza nuestra insomne cabeza, los que debatimos diariamente la realidad y sus dolencias (o creemos que la debatimos) los que proponemos actividades, los que ganamos premios municipales y queremos compartir o quedarnos callados. Pero también es un crimen el silencio, guardarse los pensamientos por abulia, por no advertir que esa poca gente que nos lee o nos escucha a través de un radio, de una televisión nos debate también, nos vive, nos desmenuza.
En estas épocas en las que matar resulta parte de la vida cotidiana, abrir el periódico, ver el noticiero y ya no asombrarse, no nos quedan muchas opciones sino la palabra. Alguna vez, un poeta al que admiro mucho, Hugo Gutiérrez Vega, en una de sus conferencias dijo, que la palabra nos hace libres, libres pensadores, libres críticos y criticones, nos hace humanos, comprender esta ficción que vivimos de no se sabe qué autor que nos ha pensado en caos.
Las instituciones ahora se preocupan por otras cuestiones necesarias, el color de la escuela, el uniforme, la reina de la tercera edad… pero centran pocos esfuerzos hacia el arte. La preocupación radica en que cada vez más personas son poseídas por la televisión y estas propuestas paupérrimas de Televisa o TV Azteca, que nos idiotizan paulatinamente, nos pintan una realidad de cartón, en un mundo globalizado que nos carcome lentamente sin darnos cuenta. Dedicamos mayor tiempo a destruir la vida del otro, a discutir el final de la novela…los tiempos ya no son como eran…las tardes hablando de literatura, de los corridos, de los sones, de la política, de sus consecuencias. Parece que nos formamos en la fila de los seres autómatas que siguen solamente un patrón de conducta porque así lo ha manifestado el sistema. Necesitamos creatividad…la esperanza que da la palabra cuando se lee la desgracia no olvidando que pesa, cuando se lee que se llora no olvidando que cuesta el alma desposeerse del abandono, de la crisis, de los cuerpos que aparecen regados en los callejones… leer poesía en tiempos de abandono, en tiempos de guerra. De eso se trata.
Tomás Segovia, escribió en su modesto desahogo: Estoy más triste que un zapato ahogado /estoy más triste que el polvo bajo los petates (…)/triste triste triste de sonreír como un bobo desde los rincones /de ver tallar las cartas en redondo saltándome siempre a mí /de todo lo que se dicen y se dan y se mordisquean en mis narices /estoy harto de quedarme con el saludo en la boca /de salir bien dibujado entre la muchedumbre para que me borre siempre el estropajo de su roce /de no estar nunca en foco para ningunos ojos de tener tan desdentada la mirada /de navegar tras la línea del horizonte /con mis banderitas cómicamente izadas /no puedo más de no ser nunca nadie /de que no me dejen jamás probarme otra careta que la de ninguno /de no irrumpir de no alterar el oleaje /de no curvar jamás un tren de ondas /de no desviar a mis corrales la palabra suelta /de que nunca me caiga a mí la lotería de un vuelco visceral.
Y cuando pienso en la poesía, en estos tiempos desganados, le creo.


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