sábado, 4 de julio de 2015

Escasez de lluvias, los otros culpables
*Otra visión de la problemática de la falta de lluvia y la operación de los cañones antigranizo

J.M. Chávez
El año pasado, 2014, se experimentó una sequía histórica en toda la región tropical de Centroamérica, donde las lluvias suelen ser abundantes todos los años; igualmente, entre 2011 y 2012, en México, en toda la región norte, incluyendo gran parte de Jalisco, se presentó una desastrosa sequía que acabó con los hatos ganaderos y la agricultura de extensas regiones. California, en Estados Unidos, lleva cuatro años experimentando una sequía sin precedentes que ocasiona mayor frecuencia de inmensos incendios forestales, desaparición de huertos comerciales de diversos frutos, etc.
La reacción social más común, ante la presentación de fenómenos climáticos que antes eran raros o inexistentes, es la de buscar causas inmediatas fundadas en la observación de cambios en las costumbres o prácticas de, por ejemplo,  ciertas actividades productivas. Desde hace unos 10 años a la fecha se han venido propagando en el sur del estado el cultivo del aguacate y la instalación de invernaderos para producir frutillas de amplio mercado en el exterior, como el arándano y la frambuesa, entre otros. Por coincidencia, a partir de entonces se ha acentuado la irregularidad y escasez de los ciclos lluviosos, lo cual perjudica a quienes practican agricultura de temporal a cielo abierto.
Este fenómeno climático tiene antecedentes más antiguos. Para algunos observadores del clima como este colaborador, se puede marcar el año de 1979 como el inicio de un proceso de deterioro y quizá destrucción de imprevisibles consecuencias, de los patrones climáticos de amplias regiones del mundo. En ese año el ciclo de lluvias se inició el 29 de junio y se cortó abruptamente el 14 de septiembre. Lo sufrimos en carne propia en mi familia porque perdimos la cosecha de maíz. A partir de entonces, la agricultura de temporal se volvió cada vez más incierta y riesgosa. En 1994 algunos familiares míos cayeron en bancarrota y tuvieron que vender a precio de remate varias de sus propiedades para librarse de mayores consecuencias ante los intereses bancarios. Actualmente, los cultivos de temporal a cielo abierto se hacen o bien con sentido de aventura o con el Jesús en la boca. De hecho, según informes de la Sagarpa, en todo el país el índice de abandono de la agricultura tradicional crece a razón de 27 mil hectáreas por año. Dondequiera podemos observar terrenos incultos, desmontes y cuamiles que ahora van cubriéndose con el proceso de sucesión vegetal auspiciado por la naturaleza.
Como una consecuencia de nuestra desesperación por la falta de lluvias, los cañones antigranizo resultan un chivo expiatorio a modo y la polémica en torno a este asunto se ha tornado acalorada en muchas regiones del país, en Michoacán, en Jalisco, en Veracruz, en cualquier lugar donde el cielo se ha enmulado y no suelta la cantidad de lluvia a que nos tenía acostumbrados.
El uso casi generalizado de los cañones antigranizo en amplias regiones de Europa para proteger huertos, hortalizas, cultivos florales, etc., me llevó a investigar más sobre el tema para no desbarrar del todo al hablar del asunto. Como ya es sabido, estos satanizados artefactos producen ondas de choque con base en explosiones de gas acetileno o propano, producidas cada siete a ocho segundos ante la proximidad de una tormenta de la que se sospecha está preñada de granizo.
Dichas ondas de choque presumiblemente alcanzan la nube y producen un fenómeno eléctrico de ionización que neutraliza la polaridad de los granizos  e impide el proceso de coalescencia que está ocurriendo dentro de la nube, mismo que, sin la intervención de las ondas de choque, haría crecer el tamaño del granizo al fusionarse entre sí por atracción de los campos eléctricos de los pedruscos de hielo de polaridades contrarias. Al no crecer el granizo, al salir de la nube, en su viaje hacia la superficie terrestre se derretiría o disminuiría su tamaño a niveles inofensivos gracias a la fricción con el aire más tibio ubicado entre la nube y el suelo.
En años anteriores esta campaña también era muy resonante en Cd. Guzmán, pero la población los ha venido tolerando porque los productores de aguacate argumentan razonablemente que si dichos cañones impidieran la formación de nubes, ellos se estarían suicidando como empresarios agrícolas, ya que dependen en gran parte de la cosecha de agua de lluvia que realizan en grandes cisternas de membrana de plástico para irrigar sus cultivos durante el estiaje, la mayoría de ellos ubicados en tierras altas donde la explotación freática es impracticable o demasiado costosa.
El año pasado, en la madrugada del 15 de mayo, día de San Isidro Labrador, cayó en Cd. Guzmán una granizada histórica. El pueblo amaneció blanqueando. A medio día, con el sol en lo alto, aún se podían encontrar losas de granizo en algunos lugares. Atestigüe el fenómeno desde la ventana de mi casa, fue de una intensidad extraordinaria y atemorizante, pero curiosamente ocurrió sin que hubiera descargas atmosféricas. Hoy, con el asunto de los cañones, cavilo en el hecho de que muchas de las granizadas que he atestiguado han sido precisamente así, sin presencia de rayos o muy escasa.
Por ello, comparto un razonamiento que puede ser aceptado o rechazado, según las creencias de cada persona. El inventor del cañón antigranizo, a principios del siglo pasado, se basó precisamente en el efecto de las ondas de choque en la precipitación lluviosa, es decir, cuando una tormenta produce una gran cantidad de rayos, cuyo estruendo es infinitamente superior en intensidad a la explosión del cañón antigranizo, esa tormenta no suele traer granizo o en todo caso el mismo es muy pequeño. Deduzco por ello, que si la onda de choque de un cañón fuera capaz de dispersar o destruir una nube, el trueno de un rayo lo sería mayormente en enorme proporción y una tormenta desaparecía al primer rayo que produjera, se haría el haraquiri. Puedo estar equivocado, no soy un científico, sólo un observador aficionado de los fenómenos meteorológicos, pero creo que debemos estudiar más el asunto antes de irnos fanatizadamente en contra de una tecnología, máxime cuando tenemos un proceso de calentamiento del planeta que el mismo Papa Francisco ha condenado enérgicamente, en un intento de volvernos a la visión original del cristianismo que colocaba al ser humano como guardián de la creación, como el responsable de la obra de Dios y no como su destructor irracional e implacable en aras de un afán egoísta de mayor bienestar. Quizás en fecha próxima el sacerdote que nos confiesa nos imponga como penitencia plantar un árbol y cuidarlo para pagarle al planeta un poquito de lo que le hemos quitado.
Las noticias de los efectos del calentamiento global son cada vez más alarmantes: en estos días, nos informan de más de dos mil muertos en La India y más de mil en Pakistán, por el exceso de calor, con miles de personas hospitalizadas por la misma causa. Huracanes con un poderío destructor cada vez más grande, como el tifón Yolanda que arrasó varias poblaciones en Filipinas, la destrucción imparable de los glaciares y un largo etcétera.
Pero escuchamos o vemos esto y nos volteamos para otro lado. Nadie quiere sacrificar nada, mejorar sus hábitos de consumo, practicar un poco de austeridad. En años pasados, el ejido Tepec obtuvo un permiso de aprovechamiento forestal por cinco mil metros cúbicos, el maderero, vecino mío en Cd. Guzmán, extrajo el doble, diez mil metros. No sólo eso, se llevó los mejores ejemplares, los árboles padre, de las especies más comerciales, y pudo haberse llevado más, nadie se lo impedía. Esto sucede en la gran mayoría de los ejidos, de  hecho el maderero afirma en lo cortito que su negocio es incosteable si no extrae más de lo autorizado. Rarísimo es el ejido forestal que nombra comité de aprovechamiento para cuidar a los rapaces madereros. Esos rodales no van a recuperarse ni en miles de años. Hemos perdido en 50 años más de la mitad de bosques y selvas y seguimos siendo el segundo país que más deforesta a nivel mundial.
En vana ostentación, si nuestra posición económica lo permite, adquirimos el vehículo más grande y costoso, al nivel de nuestra vanidad, y movemos cuatro toneladas de fierros para desplazar nuestro cuerpo de 60 kilos, sintiéndonos semidioses al frente de portentosas camionetas de 6 metros de largo. El Papa Francisco, en su angustioso llamado a la prudencia y a la austeridad, dice que el cambio que se requiere para frenar la catástrofe climática que se nos viene encima, tiene que ser tan radical y contundente que no se hace muchas ilusiones al respecto. Hay un fondo de pesimismo en su Enciclica "Alabado seas".  Es más, por mi parte, con mi visión más que pesimista, creo que si este año muriéramos mil mexicanos por una onda de extremo calor y el año siguiente fuera normal, olvidaríamos el suceso y todo seguiría igual, por eso quizá, Albert Einstein dijo en una ocasión que la especie Homo sapiens no era viable, que acabaría destruyéndose a sí misma. ¿Acaso no se fabrican todos los años, entre otros mecanismos destructivos, millones de armas de asalto diseñadas específicamente para que los humanos nos matemos entre sí? Todo con tal de ganar dinero. Por principio de cuentas, ojalá que los mismos sacerdotes pongan la muestra de la nueva voluntad ecológica de la iglesia católica haciendo desistir a sus fieles de esas torturantes y sacrílegas cohetizas que nos recetan todos los días. Mientras esto escribo, a cien metros de distancia, gente por demás necesitada, quema su poco dinero en descargas continuas y atronadoras de cohetes para que Dios los alcance a escuchar y se dé cuenta de su devoción por el apóstol San Pedro. Lo único que realmente me atemoriza de los cañones antigranizo, es la preocupante posibilidad de que pronto sean adquiridos en gran número por los comités de fiestas religiosas y encabecen las procesiones.
Pero, ciñéndonos al tema que nos ocupa, sería prudente que investigáramos un poco más antes de linchar los cañones antigranizo, no vaya a ser que por andar de pendencieros perdamos los beneficios sociales y ambientales de los huertos de aguacate, que no sólo dan empleos, alimentos saludables, etc., sino que son sumideros de carbono, es decir, absorben de la atmósfera parte de los gases que están provocando el calentamiento del planeta. Es propicio en estas fechas salir a reforestar, podríamos hacerlo en grupo, en familia; Podría también darnos mejor resultado que convoquemos la lluvia con acciones a favor de la Tierra, de la casa común, es decir, de nosotros mismos. Plantar árboles es la forma de mayor eficacia que tenemos todos al alcance para absorber carbono, mejorar el medio ambiente y elevar el espíritu.
Gracias por leer hasta aquí.

DEFINICIÓN DECOALESCENCIA
El concepto de coalescencia, que tiene su origen en el vocablo latino coalescens, es la propiedad de las cosas de fundirse o unirse. Las sustancias o los materiales coalescentes son aquellos que pueden unirse en un único cuerpo. La coalescencia de las gotas de lluvia ocurre en la parte alta de las nubes, a muy bajas temperaturas, donde la concentración aumenta y propicia la cercanía y fusión de micro gotas de agua o hielo que así pueden crecer, congelarse, ganar peso y precipitarse.


Lee todo en: Definición de coalescencia - Qué es, Significado y Concepto http://definicion.de/coalescencia/#ixzz3eHg8Es94

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