domingo, 10 de enero de 2016

LA POLITICA DESDE GAYOLA
Por Rodrigo Sánchez Sosa

En la historia y en la vida,  parece discernirse una ley que reza: "a quien tiene, le será dado; a quien  no tiene le será quitado". Primo Levi.
                                     La Guerra.
"Junto al soborno y la prostitución, posiblemente, la guerra es uno de los oficios más viejos de la humanidad. En todo momento de la historia la guerra a probado ser, no solo un excelente negocio para los que ejercen el poder, sino la vía expedita para mantener a la gente (pre) ocupada, disciplinada y concentrada en cuestiones relacionadas con la fuerza, la habilidad para imaginar y resolver situaciones límites, así también como para obligar al vecino a que piense y se sienta como nosotros. "El arte de la guerra" como lo han llamado grandes pensadores y hombres de espíritu, consientes y pacíficos (Sun Tzu. El arte de la Guerra),  está por encima del simple talento para portar y manipular armas. Reúne también la capacidad y la potencia de las personas, como individuos y en grupo, para someter a los demás, hacerse obedecer e, incluso, modificar conductas, paisajes, convicciones y corazones.
    Puede ser una tarea ingrata justificar la guerra en determinadas circunstancias, si es que creemos que existen guerras justas e injustas. A partir de este momento, las cuestiones morales emergen con gran fuerza, pues las razones de orden militar, económico, político y hasta religioso, ceden su lugar ante la violencia y brutalidad, que pueden  mostrar quienes están a favor de acciones militares contra pueblos enteros y personas, así como recursos naturales y de la civilización. Resulta que, en esta materia, la ambigüedad no tiene cabida: o se es un pacifista o se es un belicista.
    El supuesto "arte de la guerra" de nuevo, muy poco tiene que ver con las acciones militares reales, que emprende una potencia, un ejercito o un grupo de vándalos contra seres humanos desamparados, bibliotecas, museos, galerías de arte, hospitales y escuelas. Entender la guerra como un simple juego entre seres humanos que, en igualdad de condiciones, se enfrentan, para establecer regiones de dominio, escenarios por tomar y controlar, o como una inocente emulación de habilidades para convencer y someter al otro, no tiene relación con los movimientos reales que realizan los ejércitos, para apropiarse de las vidas y los recursos naturales, culturales y espirituales, que constituyen las identidades de pueblos a quienes consideramos diferentes.
     La guerra es la máxima expresión del ejercicio de poder. Todo aquel que cree en ella, como el único camino legítimo para abrirse un espacio en el desarrollo de la humanidad, y que fomenta la mentalidad guerrerista, el cultivo de instrumentos y medios de combate, para aniquilar al otro, es un individuo que nunca creyó en las auténticas potencialidades de la conversación (el dialogo entre iguales para llegar a un acuerdo).
   Ningún imperio se construyó jamás sobre la tolerancia, la aceptación, el sacrificio y la renuncia. Todo lo contrario: la historia de los imperios registra un abanico impresionante de rapiña, intolerancia y voracidad.
    Las tres condiciones básicas que caracterizan el quehacer de la mentalidad guerrerista son: 1.- El autoritarismo 2.- La violencias 3.- La intolerancia, esto bien puede sustentarse sobre una gran inteligencia, un gran sentido de la racionalidad, una exquisita sensibilidad (religiosa o artística)  y una extraordinaria creatividad tecnológica, pero jamás será posible establecer con ellas algún grado de armonía entre el miedo y la realidad, el reconocimiento de las diferencias y la solidaridad basada en el respeto, el amor y la amistad." Maestro Rodrigo Quesada M.
   En estos tiempos nos hemos adaptado a la guerra de tal manera que nos parece cotidiano todo lo que a ella refiera en nuestras vidas. Los muertos en enfrentamientos del ejército mexicano y el crimen organizado, entre estos últimos y las policías, o incluso entre los mismos delincuentes por ajustes de cuentas o lucha por las plazas.
    La "guerra contra el narco" llegó a ser el sexenio pasado una política de estado y hoy con esta nueva administración de similar corte político, las cosas no difieren mucho, aunque ya no la llamen "guerra". En esta reflexión del historiador costarricense Rodrigo Quezada, nos damos cuenta, en una lectura atenta que, de ninguna manera la guerra es lo que sus apologistas nos dicen, que el habernos acostumbrado a ella, con todo y sus cadáveres en las calles, balaceras, desaparecidos, vídeos en las redes y las noticias de colgados, decapitados, acribillados, fosas clandestinas y desaparecidos a diario durante 9 años o más en el país, es monstruosamente inmoral. Que éste oficio que, junto con el de la prostitución, es de los más viejo del mundo, nunca ha tenido como fin sociedades más justas y armónicas, que siempre ha sido un negocio para los poderosos, donde los que pierden todo son los que menos tienen; no importa quién lo planee y en qué se justifique, el resultado es el mismo.
     A pesar de que la guerra, tenga poco que ver con la pericia militar, la cantidad de armas y la logística en el campo de batalla, y más con la red de intrigas, negociaciones, traiciones y convencías de unos pocos; esta no deja de ser inhumana y cruel, potencialmente dañina y diseñada para exterminar personas, bienes de todo tipo, culturales, espirituales y éticos. La guerra se puede hacer en nombre Dios (la peor, si se puede decir eso…), de la patria, de la raza, de una idea, de los intereses, de la tierra, de las posesiones, de la familia, de las personas, incluso de los animales, por la razón que fuera, pero siempre será el exterminio total del otro y los otros diferentes a mi, a nosotros.
    ¿En México la guerra es contra las drogas o contra el pueblo? porque no solo el consumo y el tráfico se ha potenciado desde su inicio, sino que a pasado a ser parte de la cultura popular; entonces, es claro que lo que se extermina en México son personas, mexicanos, pobres, desamparados e indefensos, a los que sí, a los que tiene suerte, se les da una arma, un poco de capacitación y se les manda a pelear contra profesionales de la guerra, militares, para militares y mercenarios, a cambio de mejorar sus condiciones de vida, sean reclutados por el ejercito o el crimen organizado, casi niños matando niños; a mi me parece claro. En los Estados Unidos hay varios frentes de una misma guerra, está la del exterminio étnico, producto del racismo, donde armas y drogas, policías y pandillas de barrios pobres de minorías étnicas, en las calles, están involucrados; está la guerra de los negocios, donde el ejército gringo invade países con motivos geopolítico-económicos, y finalmente está la guerra de ese país contra la migración y los migrantes criminalizados por ir a buscar mejores oportunidades de vida al lugar que acapara arbitrariamente la mayoría de los recursos del planeta. Mientras y detrás de todo este dolor, un puñado de seres humanos nefastos se enriquecen y mantiene todo un ejercito de parásitos, dispuestos a justificar todo esto. La guerra es la expresión más exacta del modelo económico que vivimos, aceptamos y defendemos, el capitalismo: Autoritarismo (el gran capital mundial), Violencia (Gobierno, ejército y policía) e Intolerancia (Iglesias, economía de mercado y educación por competencias).

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