domingo, 17 de abril de 2016

Fray Antonio Alcalde y el santuario de Guadalupe en Sayula

                  Por Federico González Alfaro

La construcción del actual templo del santuario de Guadalupe en Sayula, se realizo entre los años de 1785 a 1795. Obra impulsada  por Fray Antonio Alcalde y aprobada por la Real Audiencia.
Sayula le debe mucho a un verdadero personaje ilustre, Fray Antonio Alcalde y Barriga, jamás reconocido, en lugar de tener su nombre en letras de oro en la casa de la cultura, se tiene a personajes de muy poca monta, que algún día la propia historia los pondrá en su verdadero lugar. Fray Antonio Alcalde, fue fundador de Real y Pontificia Universidad de Guadalajara, madre de la actual Universidad de Guadalajara, del Hospital  de San Juan de Dios y el del Belen, actuales Hospitales Civiles; del Hospicio; fue el verdadero padre de la educación primaria en la Nueva Galicia ya que fue el primero en preocuparse por la niñez indígena fundando, en un principio, dos escuelas para niñas indígenas viendo la terrible desigualdad de género imperante. Al morir, heredo toda su fortuna 267 pesos a los pobres, un verdadero santo, nunca reconocido como tal por su iglesia, pero muy apreciado en el Estado por su grandísimas aportaciones.

En el año de 1785, en Sayula y la región, hubo una terrible hambruna, se perdieron todas las cosechas de maíz y de frijol. La crisis fue tal, que repercutió fuertemente hasta la ciudad de Guadalajara. Cook menciona que: "en el verano y otoño de 1785 el centro de México padeció una serie de calamidades naturales que destruyeron por completo todas las siembras de grano y redujeron a grandes sectores de la población a una extrema pobreza".
1785, es llamado "el año del hambre" en Guadalajara.
La población de Sayula, antes de ésta terrible perdida, ya vivía en condiciones de pobreza extrema, sus campesinos eran explotados, tenían una agricultura de subsistencia. Los acaparadores de Sayula, aprovecharon la coyuntura para subir el precio de los granos, generando aún más problemas a su ya muy debilitada economía.
Olivier Sanchez, menciona que en septiembre, Guadalajara empezó a resentir las consecuencias de una fuerte inmigración de desempleados y expulsados del campo que por estas fechas deambulaban por las calles y plazas pidiendo limosna unos y robando otros, todos víctimas del hambre. No se podían cuantificar el número de los que diariamente llegaban a Guadalajara. La situación era  grave para una ciudad que no tenía los servicios ni los recursos para alojar a esa muchedumbre de pobres.
Para abril, del siguiente año, se vino una epidemia de "bola": enfermedades pulmonares y gastrointestinales contagiosas (influenza y enfermedades gastrointestinales), sin duda favorecida por el hambre de esos errantes que llegaban a Guadalajara y ocasiono un alza en la mortalidad.
La Gaceta de México describe la epidemia de "bola" de 1786: "el mal presentaba síntomas de constipación o catarro con poca fiebre por la mañana y fiebre alta por las noches, fuerte dolor de cabeza, sudor copioso y sangrado por la nariz; al séptimo día la piel se cubre de petechinas o puntos rojizos o morados; los pacientes se quejan de sordera y los ojos se ponen rojos, se infla el estomago; hay inconciencia acompañada de delirio; se encogen los pulmones y el paciente fallece entre el undécimo y vigésimo primer día".
El propio Fray Antonio Alcalde narra lo siguiente: "Desde principios del mes de marzo hasta hoy (13 de septiembre de 1786) se han enterrado en la iglesia y cementerio de Guadalajara veinte y cinco cadáveres cada día, uno con otro de párvulos y adultos que suman cinco mil a poca diferencia y no se podrán abrir sepulcros sin riesgo de tocar en alguno que exhale vapores pestilentes, con gravísimo peligro de la ciudad… los más, desnudos enteramente, sin que se pueda saber quiénes son, su estado ni patria…"
Fray Antonio Alcalde, estableció cocinas en los barrios del Santuario, Analco y el Carmen donde diariamente se daba de comer a más de dos mil personas. ENVIO AL CURATO DE SAYULA 50,000 pesos en oro para comprar maíz  para dar de comer a los pobres y para que hiciesen siembras que pudiesen remediar al siguiente año aquella necesidad. Gracias a esta aportación, se inicio la construcción del santuario de Guadalupe.
Fray Antonio Alcalde y otros importantes personajes, señalaron que estas personas necesitaban trabajo por derecho natural. Sugirieron la construcción de obras públicas, caminos, alhóndigas y cuarteles.  Prestaron a estos agricultores pobres los ejidos de Guadalajara sin exigirles arrendamiento, con la condición de cultivar las frutas y semillas de rápida producción para que fueran su alimento. Se ordenó sacrificar todos los perros callejeros de la ciudad para mitigar el hambre.
El santuario de Guadalupe de Sayula, fue una obra impulsada por Fray Antonio Alcalde para dar trabajo a una población enferma, hambrienta y necesitada.
El templo, es una obra de bajo presupuesto, no posee elementos artísticos de relevancia y sus elementos constructivos son bastante modestos. No posee como el templo de Amacueca, de un retablo de verdadera lámina de oro, ni posee obras de gran valor y/o relevancia artística, sus pinturas de muros y techo, son bastante simples. Sin embargo, esta obra, fue de vital importancia para la supervivencia misma de Sayula. Es una obra construida con cariño, con bajo presupuesto, pero hecha con amor.
Los franciscanos, como ya mencioné en una nota previa, habían sido despojados de sus templos por el clero secular. Su regreso fue en el momento de mayor necesidad de Sayula y de la mejor forma posible, dando trabajo, cuidando de sus enfermos y dando comida a la población.
Sayula debe estar agradecida, aún para los que no profesamos la religión católica, con Fray Antonio Alcalde y con sus frailes franciscanos.
Vuelo a repetir, el santuario de Guadalupe, es una obra bastante simple, pero hecha con amor, que es lo que cuenta.

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