lunes, 23 de mayo de 2016

Especial para Horizontes...

La herencia japonesa del Sayula colonial,identidad, pertenencia y metalistería
Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa 

La importancia de conocer sobre nuestra historia, orígenes e identidad, no estriba en la mera presunción de erudición exhibicionista, por supuesto; sino en la necesidad de cartografiar nuestra posición y destino como comunidad en épocas oscuras como las que vivimos. Muchos no se dan cuenta, viven en burbujas aisladas de la realidad cotidiana de las mayorías que implica la angustia frente a la incertidumbre económica, el miedo frente a la inseguridad y la frustración producto del autoritarismo corrupto e impositivo que lo permea todo en nuestro país.
   Esta sensación de desorientación, vacio y abandono que nos asalta cuando, unos y otros, privilegiados y marginados en México; nos preguntamos por la felicidad y futuro, que tiene que ver con una identidad en ruinas compensada en las frívolas formas de una globalización basada en el consumo, las sociedades de mercado y el éxito medible en cuentas de banco y productos suntuoso de consumo limitado; en palabras simples: Dinero. Esto incluye claro, la presunción de erudición como conocimiento, información y técnica que se acumula en el sentido burgués de acumulación: como dinero en un banco.
    Así pues, el conocimiento se ve como una mercancía más, y se obtiene en base a una oferta y demanda de determinado mercado, el conocimiento como competencia. El conocimiento vale como mercancía porque sirve para algo, en este caso herramienta del siclo producción-consumo de la sociedad de mercado global, muy lejos de la búsqueda ancestral del hombre que ha sido el sentido de su existencia y la construcción de su felicidad en armonía con el otro; su semejante. El mercado, el dinero, el siclo de todo esto: saber para producir, producir para consumir, consumir para ser "feliz", responde con frivolidades absurdas a la búsqueda humana.
   Es entonces cuando la mirada se vuelve al pasado, a los que nos antecedieron, aquellos por lo que estamos aquí, cuyo comodidad, posesiones, familia y muchas veces hasta la vida misma, comprometieron para hacer viable el futuro que nos permite hoy existir. Si los valores actuales hubieren regido en el pasado, la inversión de aquellos que nos antecedieron hubiera sido calificada de alto riesgo y hasta ridícula, ¿qué valores, que hemos perdido, poseían nuestros antepasados que les permitieron remontarse sobre el egoísmo, la ignorancia y la absurda ambición del corrupto, del criminal y el vulgar mercader ocupado solamente de la ganancia?
    La respuesta a esta pregunta está codificada en la historia, la historia de nuestra identidad como constructo colectivo y heterogéneo. En esta serie de investigaciones periodísticas, limitadas por el hecho de que la historia como disciplina no es una ciencia exacta, de que esta en relación directa con las fuentes y la información que se posea y obtenga, y claro está, de los recursos que en ello se invierta; ha tratado de interesar al lector respecto de nuestro patrimonio histórica como municipio en un serial para Horizontes desde hace casi ya un año, no siempre con buena fortuna, ni información fidedigna en otros pocos, pero con la intención de ofrecer una luz, por tenue que sea, frente al caos negativo que hoy es México y por ende nuestro municipio. Permítaseme hoy fundamentar una tesis con la que comulgo sobre la identidad como algo construido y en constante construcción por actores diversos en una comunidad dada; en nuestro caso Sayula.
   Decía que, se nace con una identidad, pero no con un sentido de pertenencia; el caso paradigmático: Rulfo y Sayula: la identidad del escritor sayulense, era efectivamente la identidad sayulense, pero su pertenencia, su sentido de (se sentía del Llano Grande: Amula, San Gabriel, Tuxcacuexco), no era el de Sayula. Sin embargo, su aportación a la identidad de aquellos lugares a los que amo Rulfo y donde deseó, haber nacido, así lo expreso muchas veces, San Gabriel, Amula…fue la identidad sayulense ¿Por qué lo digo? porque la familia paterna de Rulfo era de Sayula, la identidad con que nació y fue criado era sayulense, esto no es cuestión de elección (no se elije ni la familia, ni el lugar donde se nace); a la inversa no es posible para éste caso, la pertenencia no influye la identidad porque la primera es producto de la segunda. Así, en el caso particular de Rulfo, los elementos de identidad del llano Grande no podrían influir en la identidad sayulense.
    Rulfo fue un sayulense que modificó la identidad de San Gabriel y el mundo a través de su literatura en el último caso, como muchos otros sayulenses en otros muchos lugares; aunque sin el genio ni la fama de Rulfo, hasta donde se sabe. De igual manera la identidad sayulense se modifica con otros tantos que se integran y desarrollan una sentido de pertenencia con nuestro municipio: el caso que hoy nos ocupará, luego de esta larga introducción:
      De acuerdo al historiador Thomas Calvo, en su libro "La Nueva Galicia en los Siglos XVI y XVII", En mayo de 1634, en la ciudad de Guadalajara un exitoso comerciante local llamado Luís Encío, firmó una carta de compañía con un ideograma japonés. Tal comerciante, según documentos de la época, estaba relacionado particularmente con otros ciudadanos de la colonia y el virreinato de nombres Juan Páez, Juan Antón, Agustín López de la Cruz y Juan de la Cruz. Todos ellos con algo en común, eran japoneses. Esto sin que se tengan documentos que aclaren cómo llegaron a la Nueva Galicia. Luís Encío, se sabe, era nacido en Japón y converso cristiano, Juan de Páez era su yerno y japonés de segunda generación, por ejemplo.
Tanto Encío como a otros japoneses, se les relaciona con una familia en particular vecinos de Guadalajara: un documento oficial  relaciona directamente a por lo menos uno de estos con la familia Vizcaíno de Sayula, familia del encomendero Sebastián Vizcaíno que poseía la provincia de Ávalos desde 1600 ó 1604, luego de la muerte de Alonso de Ávalos: "En la carta de libertad de Juan, "negrillo" (sic) de Don Juan Vizcaíno, vecino de Guadalajara, firma como padrino del niño (de tres meses de edad)  Juan Antón "de nación Japón" (sic), el cual pagó por la libertad del niño 100 pesos a Vizcaíno".
Sebastián Vizcaíno, encomendero de la provincia de Ávalos y vecino de Sayula, fue embajador de la corona española en Japón en 1611-1613 e importante navegante y soldado español. Su relación con ese país asiático, quizás le permitió la amistad con los japoneses avecindados en la Nueva Galicia o pudieron ser algunos compañeros de su viaje de regreso a América, no se sabe con exactitud. Lo cierto es que la relación existía y que parte de la cultura o identidad japonesa pudo haber influenciado de alguna manera la identidad de la Nueva Galicia hoy Jalisco allá por el principios del siglo XVII; dado que tales ciudadanos de la Nueva Galicia de origen japonés eran prominente hombres de negocios e influyentes miembros de su comunidad, en el caso; por ejemplo, de Agustín López de la Cruz, fue citado como testigo en un juicio contra un clérigo. Paro el caso que nos llama la atención, mencionado por Thomas Calvo en el libro citado, es el de Juan de la Cruz, vecino de Sayula, al que apodaba la gente de Sayula el "Chino" (lo cual de ninguna manera pudo haber sido cierto, ya que chinos y japoneses no se llevan por motivos históricos ancestrales, y Juan de la Cruz tenia relaciones de negocios y amistad con el japonés avecindado en Guadalajara Juan Encío, como costa en documentos de la época). Alrededor de 1635, en Sayula vivía una familia de japoneses, que posiblemente viajo, algunos de ellos, con Vizcaíno, o en el último de los casos estas personas pudieron ser náufragos de un barco de ese país siniestrado en costas de Jalisco, lo que no explica en cabalidad su residencia en Sayula. Es importante en base a nuestra tesis de "Identidad y Pertenencia", ya que podría ser el origen de la metalistería en Sayula, en especial la fabricación de cuchillos y la forja de hojas de acero que se ha vuelto parte de la identidad del municipio. Conocida es en todo el mundo la habilidad y destreza de los artesanos japoneses en la forja del acero, las espadas samuráis son conocidas en todo el mundo y las más antiguas se remontan a algunos siglos antes del descubrimiento de América. Los españoles tenían vedado el trabajo de metalistería a los indios durante la colonia y los trabajos en metales se limitaban a las cercanías de las minas coloniales, antes de la colonia los indios trabajaron los metales poco y se desconocía el acero. Sayula no posee minas, ni siquiera cerca había alguna de importancia durante la colonia, por lo que la tradición hoy identidad de la forja de hojas de cuchillo en el municipio con particular maestría, no se explica en su totalidad desde la tradición ibérica.
Juan de la Cruz pudo ser un maestro de la metalistería japonesa que aportó una joya a la identidad sayulense al identificarse como parte de Sayula, siendo japonés de origen y emigrado a esta tierra. Modestia aparte, eso explicaría los ojos rasgados de mi familia paterna (que en el caso de mi padre sobre pasaba el rango indígena de esta característica genotípica asiática) que sobreviven en algunos de mis hijos, el hijo de mi hija y algunos de mi sobrinos; sin que por su puesto tengamos nada que ver como familia con la metalistería local (hasta donde sabemos. Nuestra genealogía estudiada solo llega, por falta de documentos, hasta 1720), donde la habilidad artística para la forja ya no es cuestión de genes, sino de un constructo social que implica otras identidades, sin dejar de ser de Sayula.

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