lunes, 23 de mayo de 2016

LA POLITICA DESDE GAYOLA 
POR RODRIGO SANCHEZ SOSA

Si quiere uno cambiar una sociedad debe empezar por quienes educan esa sociedad, ahí están los girngos y su globalización, mire cómo se reformó, como no queriendo, la educación; hasta vendernos su idea de "educación por competencias", ya nadie critica ese modelo porque se cree es lo más moderno y científico, como si la ciencia fuera una especie de magia determinista, en fin. Bueno, le decía, cambiar a una sociedad es cuestión de cambiar su forma de percibir las cosas, mientras en Sayula la percepción de la realidad expresada en los medios siga siendo psuedoamarillista y controlada por una camarilla política de cuarta sin ética, no pasaremos de esta realidad frustrante de lo público en los medios. No lo digo yo, aquí esta el maestro Kapuscinnski, que él les cuente:

"No hago diferencia entre periodista, escritor y reportero. En mi caso las tres cosas se funden en una sola.

Para definir mi oficio, el calificativo que más me gusta es el de traductor. Pero no de una lengua a otra, sino de una cultura a otra. Ya en 1912, Bronis?aw Malinowski advirtió que el de las culturas no es un mundo jerarquizado (una auténtica blasfemia a los ojos de todo eurocéntrico), que no existe cosa tal como una cultura superior y otra inferior, que todas, aunque diferentes, están en pie de igualdad. Sus conclusiones cobran fuerza hoy en día, en este mundo nuestro, tan polifacético y diversificado cuyas culturas se penetran y entrelazan cada vez más. El reto consiste en lograr que sus relaciones no se fundamenten en principios de dependencia y subordinación, sino de entendimiento mutuo y de diálogo entre iguales. Solo entonces daremos una oportunidad a que la buena fe y la voluntad de comprender al otro triunfen sobre todos los odios y conflictos que sacuden a la familia humana. En mi diminuto, microscópico, campo de trabajo de reportero, me gustaría aportar un granito de arena a este triunfo. Por
eso escribo.  

Todo el lado humanista de nuestra escritura de reporteros radica en el esfuerzo de transmitir la imagen del mundo auténtica, verdadera, y no una colección de estereotipos. Es una de las misiones que tiene encomendada la literatura. Y el arte. Toda manifestación de la cultura.

El estereotipo, justamente porque no es fruto de conocimientos sino de emociones, es muy peligroso. Nos imposibilita toda tentativa de llegar al otro, de comprender sus razones; por eso es un mal, muy extendido además. No paro de toparme con él, siendo como es mi trabajo intercultural, y percibo mi misión de escritor -si se me permite usar esta expresión- como un intento de vencer los estereotipos, de abrir un camino para poder acabar con ellos. Mucho me temo, sin embargo, que todo lo que nos rodea,
en especial los medios de comunicación, actúa y avanza en dirección contraria: hace lo posible por fijarlos. Obligada a competir nada menos que con la televisión, la palabra escrita libra una batalla muy desigual en su afán por transmitir verdades sobre otras culturas, sobre tipos humanos distintos, sus motivaciones y maneras de comprender la vida. Aun así, es necesario librarla.
Escribo impelido por la curiosidad, pero no por una curiosidad mecánica, desprovista de toda emoción. En la tradición literaria polaca, nuestros escritores más preclaros son románticos. Para lograr un reportaje serio, hay que ser un poco romántico. No sería bueno dispensar a la escritura un tratamiento meramente técnico.   ¿Por qué me hice escritor? ¿Por qué tantas veces me jugué la vida, asomándome a los dominios de la muerte? ¿Acaso para dar fe de los misterios encerrados en el destino o para ganarme un sueldo? Ni lo uno ni lo otro. Percibo mi trabajo como una vocación, como una misión. No me habría expuesto a tantos peligros si no hubiera sentido en el fondo de mi ser que me hallaba ante hechos de gran magnitud, ante algo que atañía a la historia contemporánea, es decir, a nosotros mismos. Por eso, al igual que otros muchos colegas, en repetidas ocasiones fui más allá de lo que en el periodismo se considera razonable.

Escribo de lo "viajado". No soy un "inventor". No hablo de mundos imaginarios ni tampoco del mío propio. Describo el mundo real, el que está ahí, tal como lo he visto." Ryszard Kapuscinski

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