sábado, 1 de diciembre de 2018

Política, inmadurez e ingobernabilidad: Cacería de brujas.
Por Rodrigo Sànchez Sosa
Ante todo, un puesto público que implica la responsabilidad ejecutiva de una administración, requiere madurez. Es verdad que la juventud dota de impulsos que dan la vitalidad, que facilita la actitud de tomar riegos y ver la vida como si fuéramos eternos e invisibles; pero, la vida se encarga de enseñarnos que esto es sólo ilusión y no lo hace de la manera fácil, los golpes que enseñan son los que duelen. La vida es un proceso, no podemos ser eficientes sino superamos la inmadurez o la falta de experiencia, y esos son procesos graduales. Para nuestro caso, que es la responsabilidad de un puesto público de alto nivel, es determinante la edad considerada en una sociedad para que un hombre joven se le exija asumir responsabilidades de adultos. Así pues, lideres políticos importantes en occidente, difícilmente encontraremos menores de 25 años. Por ejemplo; a Hernán Cortés se le encomendó la conquista de lo que hoy es México en 1519 a los 34 años de edad, en una sociedad donde la mayoría de edad legal eran los 25 años; Napoleón Bonaparte fue nombrado general a los 24 años, pero fue nombrado cónsul hasta los 30 años y no fue hasta los 33 años que se coronó emperador, el 2 de agosto de 1802. Alonso de Ávalos Saavedra, encomendero de lo que fueron los Pueblos de Ávalos, luego Provincia de, hoy Sayula, recibió su encomienda a los 30 años de edad en 1525 a la muerte de su hermano Hernando. Así podemos seguir hasta nuestros días, en que la pauta es que aquellos que asumen una responsabilidad de una comunidad, como dirigentes, gobernantes o magistrados, tengan una madurez biológica y emocional suficientemente confiable. A menos que sus derechos sean de sangre en el caso de los Reyes, tal que, en esa situación, son nombrados mentores para los soberanos menores de edad, hasta que esto pueden asumir sus funciones, lo cual no es el caso de nuestro país.
A los 18 años en México se adquieren los derechos políticos que incluyen el votar y ser votado para un puesto de representación popular. Para ser diputado se requiere tener, según el Artículo 55 de nuestra Constitución, 21 años cumplidos al momento de la elección. Para ser senador de la República según la misma Constitución, artículo 58, se requiere tener 25 años cumplidos al momento de la elección. Para ser presidente de la República mexicana se requiere una edad mínima de 35 años cumplidos al momento de la elección, según el artículo 82 de la Constitución. En caso de los presidentes municipales y síndicos, la ley en Jalisco sólo menciona que se debe estar en ejercicio pleno de derechos, es decir tener 18 años cumplidos al momento de la elección.
En este último caso, la ley contempla que sea el contexto político-electoral el que resuelva el caso de la solvencia de madurez, capacidad y experiencia del candidato. Hasta donde yo sé, no se ha dado el caso en que, algún municipio de Jalisco, haya votado a un joven de 18 años como presidente municipal. Normalmente el contexto del propio municipio y la interacción de sus fuerzas políticas, designan los candidatos y posteriormente la jornada electoral al presidente municipal, hecho que tendrá que ver con su carrera política, solvencia moral, preocupación por los problemas sociales, experiencia en la administración pública y/o apoyo popular basado en lo anterior.
Con los tiempos que vivimos en México este orden se trastocó, y con ello algo implícito, es decir, las desventajas de la juventud: la impulsividad, la frivolidad, el narcisismo, la irresponsabilidad y la falsa omnipotencia productos de la inmadurez de esta etapa de la vida, se pasaron por alto. Lo que los juristas y legisladores que elaboraron los códigos y leyes que dan origen a las constituciones, no previeron fue, un tiempo en que la juventud se trasformó de una etapa traistoria de la vida ("Adolescente" deriva del verbo latino  adolescere que significa crecer, del participio presente del verbo; por lo tanto, adolescente es, el que esta creciendo. Así "Adulto" que tiene la misma raíz, significa el que ya creció) en un valor social, que fue primero comercial y hoy es político. Se entiende que en una sociedad de consumo el ideal sea el adolescente que, por su inmadurez, es el perfecto consumidor irracional; de ahí que el mercado lo haya vuelto un ideal social: la juventud como valor en sí: todos estamos condenados si no se es, a parecer jóvenes; en términos adolescentes. Cuando la política adopta los valores del mercado para vender candidatos como refrescos o jabones, ser joven se vuelve un valor en política, la imagen juvenil de EPN se replicó en nuestro gobernador Aristóteles Sandoval. El PRI lo entendió. Pero no sólo el PRI, los que intentaban el cambio de las formas políticas, como fueron los candidatos independientes y partidos, también lo entendieron. Allí tenemos a Kumamoto, o al joven maravilla del PAN Ricardo Anaya y a nuestro flamante presidente adolescente de Sayula. La Juventud se asocia al cambio, a ideas frescas, a renovación y asepsia moral; los publicistas lo saben e intentan en su nuevo campo, la política, hacer ver a sus candidatos jóvenes. Los más radicales en política los postulan jóvenes, ahí está el hijo de Luis Donaldo Colosio de MC entre otros o el propio Enrique  Alfaro que explotó el tufo de juventud que aún le quedaba; bueno, me refiero a que joven, por el ideal de mercado, se entiende como adolescente (Los parámetros actuales en Psicología en Occidente, hablan de la etapa adolescente, que va de la pubertad hasta los 25 años).
Pero aquí hay una trampa, el ideal comercial de la imagen no puede sustituir la madurez que requiere la política en el caso de los altos puestos ejecutivos, definitivamente no. Como los niños genios, los políticos muy  jóvenes crean simpatía en el populo, pero como estos, una vez que pasa la novedad comienza a aburrir, porque más allá de esa gracia, no hay una experiencia de vida que sustente su obra. Allí está Kumamoto, con reflectores merecidos a nivel nacional, con su iniciativa de eliminación del fuero y la del financiamiento público a los partidos por el número de votos obtenidos, acogidas con gran simpatía por el país no solo por Jalisco, que no puedo obtener un escaño en el congreso esta última elección. Su falta de experiencia quizás o su pasión por sus principios lo traicionaron. Daniel Carrión tuvo que traicionarlo a él, mejor asesorado y con menos lealtad a principios, Carrión hizo campaña como cualquier partido, mandando por un "tubo" al pobre Kumamoto y su gente que resistieron fieles a sus ideales independientes en la elección. En ese sentido, superó en mañas no en capacidad al candidato del arbolito nuestro presidente. Lo que es ya decir mucho.
Peor vemos su caso, que es la causa de esta reflexión: Daniel Carrión, al frente del municipio de Sayula ha demostrado que, pese a lo practico que se vio en el caso de Kumamoto al desligarse de este y hacer campaña sin principios estorbosos de austeridad e independencia, no ha superado su propia inmadurez. Con ese exceso de confianza que da la juventud, aderezado de ingenuidad y narcisismo, gobierna con la imagen; esperando quizás no sólo que dure la simpatía que genera su juventud, sino que sea eficiente para enfrentar los retos de gobernabilidad de un municipio de casi 50 mil habitantes, que ya comienzan a ver que detrás de la imagen no hay mucho. Su apoyo, su experiencia, son el tesorero y el contralor del Ayuntamiento, intocables. Como buen monarca adolescente, requiere de sus mentores, consejeros con experiencia que lo soporten. El problema es que como todo monarca tarde o temprano debe tomar decisiones que sólo le competen a él, por presentar estas una disyuntiva, y en apenas dos meses se ha visto que la experiencia y la madurez, le han fallado, y es normal, es muy joven. Sin embargo, como toda responsabilidad requiere cuentas, y a la juventud, para el caso, no la prevé la ley como un atenuante. Al parecer, y quiero equivocarme, nuestro presidente municipal ha decidido tomar represalias contra sus enemigos políticos, opositores, para comenzar una cacería de brujas o sea perseguirlos; esto no puede ser más que producto de su juventud, porque todo político sabe que, o te dedicas a gobernar o te dedicas a perseguir a tus opositores, no puedes hacer las dos cosas. Por eso Rivas ni siquiera leía los periódicos y Campos tomaba hasta con humor lo que se publicaba sobre él. Tomar personal la oposición en política, es inmaduro. Yo, por ejemplo, como perseguido político de esta administración, no lo tomo personal, lo tomo de quien viene.
https:/semanariohorizontes.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario