jueves, 4 de marzo de 2010


Esos textos para las mujeres

Por Lizeth Sevilla

Todos sentimos el anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene muy pocos antídotos culturalmente aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Nos hemos dejado el cabello largo y con él ocultamos nuestros sentimientos. Pero la sombra de la Mujer Salvaje acecha todavía a nuestra espalda de día y de noche. Dondequiera que estemos, la sombra que trota detrás de nosotros tiene sin duda cuatro patas.
Mujeres que corren con lobos. Pinkola Estes Clarissa
 

Para cuando una mujer está rota, para cuando la han dejado con sus historias, con sus dudas, como un rompecabezas difícil de volver a armar. Existen muchos autores y muchas autoras que han dedicado sus trabajos literarios a esos temas de la vida en los cuales las mujeres salen dañadas por una estela cultural en la que se le permite a la sociedad castrarlas, abandonarlas, intentar restarles su esencia.
Mucho sabemos de estos atropellos en los cuales nos mutilan, nos dejan tiradas en la arena, abandonadas en casas llenas de memorias, con las puertas laborales cerradas y un sin número de fantasmas que nos persiguen a veces por el resto de nuestra existencia; ante esto, las instituciones gubernamentales crean programas encaminados a menguar estas acciones crueles en contra de nosotras, pero poco resultado han tenido por la falta de proyección y por la cargada comercialización que tienen, lanzando campañas en fechas cercanas al día internacional de la mujer o al día internacional en contra a la violencia a la mujer.
Ante esto cada mujer sobreviviente se vale de sus mañas para no estancarse -aunque algunas perecen en el intento- y buscan desesperadas modos para sanar el alma o por lo menos para restarle tierra a los recuerdos; y entre esas opciones está la literatura.
Algunas, a las que no nos gustan esos textos abrumadores de superación personal, nos refugiamos en la poesía o en la novela, en las experiencias en las que tenemos que ponernos en movimiento, pero hay quienes encuentran en novelas de corte feminista y de salvémonos a nosotras mismas la respuesta a muchas interrogantes que por antonomasia no habían sido respondidas. Una de esas novelas es Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola, una psicoanalista Jungiana que aprovecha sus estudios de biología para comparar la conducta de los lobos con la historia de la mujer; a modo de cuentos aborda cuestiones como el abandono, el autoconcepto después de ser atropelladas emocionalmente, el concepto de madre y aquellas concepciones con las que hemos batallado culturalmente.
En la introducción a esta extensa novela escribe: 
Tanto los animales salvajes como la Mujer Salvaje son especies en peligro de extinción. En el transcurso del tiempo hemos presenciado cómo se ha saqueado, rechazado y reestructurado la naturaleza femenina instintiva. Durante largos períodos, ésta ha sido tan mal administrada como la fauna silvestre y las tierras vírgenes. Durante miles de años, y basta mirar el pasado para darnos cuenta de ello, se la ha relegado al territorio más yermo de la psique. A lo largo de la historia, las tierras espirituales de la Mujer Salvaje han sido expoliadas o quemadas, sus guaridas se han arrasado y sus ciclos naturales se han visto obligados a adaptarse a unos ritmos artificiales para complacer a los demás.
Las analogías que utiliza Clarissa con respecto al psicoanálisis y a la biología, dirigidos a un concepto no planteado sobre los estados que ontológicamente ha conservado la mujer, propone una explicación a problemas que vivimos en la actualidad y casi en todos los estratos. Muchas novelas carecen de credibilidad y tienden a modo de recetas de cocina, decirles a las mujeres cómo evitar el dolor o cómo transformarse en una desgraciada, pero esta novela en particular, les da la libertad a muchas mujeres que así lo decidan a incursionar y enfrentar sus fantasmas como debe ser, de frente. Aunque muchas prefiramos que nos duela hasta los huesos porque sea la única salida decente, estas novelas son válidas para quien así lo decide. Cada quien vive sus dolores como mejor le plazca. Incluso evitarlo es válido, aunque después la vida lo cobre con intereses.



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