jueves, 1 de julio de 2010


Medallista Paralímpico visitó Sayula en días pasados

La discapacidad la tenemos solo en la cabeza
El medallista paralímpico, José Arnulfo Castorena, visitó Sayula y ofreció una conferencia en el Auditorio de la Biblioteca Municipal.
  Aun antes de nacer, la adversidad ya estaba presente. Eva, su madre, falleció al momento de dar a luz; su padre, Antonio, no quiso hacerse cargo de su propio hijo. José Arnulfo Castorena Vélez sólo pudo conservar los apellidos de los padres que perdió repentinamente. De no haber sido por su abuela y sus hermanos hubiera quedado, acaso, desamparado. Fue el principio anunciado de una vida de sinsabores que, como define el medallista paralímpico, ha pasado "entre el fuego, pero por fortuna nunca me quemé". 

  La de José Arnulfo NO es una más de las historias de esos competidores que a fuerza de tesón, deseos de sobresalir y de triunfar en la vida, se esfuerzan al máximo en cada competencia internacional en la que participan. Es una historia única que debiera motivar a cualquiera que la conociese. Sus logros no surgieron por casualidad ni por suerte; son producto del entrenamiento cotidiano, sin reflectores ni público, sólo bajo la mirada escrupulosa y paciente de su entrenador. 
  Afectado por un mal congénito desde su nacimiento, el recordista recuerda que desde su infancia la vida le ha puesto diversas y muy duras pruebas. 
  Huérfano de madre y sin un padre a su lado, debió vivir con una de sus abuelas, quien falleció cuando Arnulfo apenas tenía seis años. En ese momento se vio obligado a ver por sí mismo. No se avergüenza de su pasado ni de su familia. Sabe que no es como para presumirlo, pero lo asume, como acepta también tener sólo el brazo derecho y dos piernas muy cortas; la izquierda unos centímetros más larga que la otra. 
  Pero lejos de dejarse vencer por la adversidad, es justamente ésta la que lo ha animado a salir adelante. Serio, recuerda que a los 12 años fue a las calles a pedir dinero o debía lavar autos para comer. "Sí, fue duro, pero nada es imposible de lograr si se quiere", dice con seguridad. 
  Como cualquier otra familia, la de Arnulfo no ha estado exenta de conflictos internos y algunos de sus parientes cercanos han sucumbido a los problemas sociales. No se apena al platicar que su vida ha sido como una hoguera, de la que se ha cuidado de no ser consumido por el fuego. Y es que sus hermanos han caído en la falsa salida de la drogadicción o del alcohol, por lo que quiere seguir triunfando para ayudarlos en lo que pueda. Pese a la muerte de otros de sus familiares por los vicios, está cierto de que ellos lo ven contentos por sus logros deportivos, por lo que ahora trata de hablar con sus hermanos sobrevivientes para que se alejen de las drogas, que si bien es difícil de lograr, no es imposible, supone. Tajante, asegura que este medio ambiente de conflictos lo ha marcado para lograr lo que se propone, porque aunque sea el menor de sus hermanos, siempre su ejemplo será la forma de ayudarlos, porque así como se esforzaba una y otra vez por subirse a la silla hasta lograrlo, quiere que ese empeño lo tomen como ejemplo de vida. "Si yo pude hacerlo, ellos por qué no pueden salirse de eso", remarca. José Arnulfo tiene una filosofía claramente elaborada. Niega ser diferente a los demás, "porque así siempre lo he creído. Siento que soy normal porque soy un ser humano, tengo un corazón, una mente y la discapacidad la tenemos sólo en la cabeza". "Si uno se deprime, solo se crea la discapacidad, y eso sí que es muy grave. 


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