jueves, 15 de julio de 2010


La tierra de los fantasmas

Lizeth Sevilla
“La novela policiaca encarnada en Ibargüengoitia”
Nos conocemos desde que nos orinábamos en la cama 
(cada uno por su lado, claro está)
Pero si nos habíamos visto una docena de veces era mucho.

La ley de Herodes. Jorge Ibargüengoitia. 


En tiempos pasados, la novela policiaca fue considerada como parte de una tradición de vulgaridad al formar parte de una nota roja; en los años cuarenta la novela se desarrollaba como se llevaba a cabo el trabajo criminalístico, sumamente metodológico y cuidando los pequeños detalles. Algo semejante ocurre en las páginas de estas novelas, en las que encontramos características como el suspenso, el enunciado del problema, la demostración y el hallazgo de la solución. Las escenas siempre ocurren a puerta cerrada dentro de un universo específico, donde la totalidad de los personales son arquetipos de la jerarquía social. Estas personas tienen un perfil psicológico convencional y por lo tanto, manipulable. El culpable es un rico, lleno de inteligencia, sagacidad, despista voluntariamente pero siempre será vencido, gracias justamente al sistema de observación, deducción, lógica, llevada por el detective. Hay escritores que para solucionar los problemas presentes en la novela, se plantean soluciones a partir de sus experiencias de vida. En diversas novelas encontramos también personajes característicos para que la trama funcione: los detectives, con una personalidad misteriosa, como el clásico detective Sherlock Holmes. Con el tiempo los métodos, como las novelas fueron evolucionando, hasta proponer a un detective con las características que Paco Ignacio Taibo II plantea en Héctor Belascoarán Shayne. En la actualidad la novela policiaca supone un arsenal de hipótesis sobre esa vieja concepción de un binomio ficción- realidad, proponiendo que estos trabajos son una imagen fehaciente de la realidad. 
Hablar de este género supone también hablar de Jorge Ibargüengoitia, a quien se le ha considerado precursor de éste género en México; en sus novelas hace una burla de la sociedad que le tocó vivir, de los sucesos que le tocó evidenciar tanto en las notas rojas como en los diversos escritos periodísticos que se publicaban en la época. 
Tal es el caso de Las Muertas (1977) novela en la que se burla de aquel suceso de Las Poquianchis, mujeres que fueron acosadas, acusadas y juzgadas durante mucho tiempo gracias al trabajo de las notas periodísticas que hicieron un borlote más que contar la realidad de los hechos. En la novela, Ibargüengoitia se burla no sólo de este acto poco ético de los medios de comunicación de ese tiempo, que lograron etiquetarlas de asesinas, brujas y demás calificativos no comprobados sino que también hace un juego con los personajes y los nombres reales de las ciudades en las que ocurrieron estos sucesos. Los personajes principales fueron nombrados haciendo una parodia a su realidad, Arcángela y Serafina. La Calavera (una mujer de mala suerte). Otro de los aspectos interesantes es el apellido de estas mujeres, Baladro; que en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española significa grito, lo cual hace referencia directa a lo que vivieron estas mujeres. Y de este modo tan peculiar, Ibargüengoitia encabeza la lista de los escritores que dieron origen a la literatura policiaca en nuestro país, en donde no encontramos un detective como tal, sino que encontramos que el lector es el que busca, el que se pone a debatir con los elementos que encuentra en el texto.  
Finalmente en el libro, aparece la fotografía de todas las mujeres que fallecieron tanto en la realidad como en la ficción, cuyo rostro en la fotografía fue cubierto por números.
En una entrevista que le realizaron a la viuda de Ibargüengoitia acerca de la importancia que tenia para ella ser la esposa de un hombre que inicio un fuerte movimiento de literatura policiaca en el país, ella aseveró que su esposo fue un hombre culto, estudiado, que no leía ese tipo de asuntos banales y que al contrario escribía novela seria.
Y ciertamente, la señora continuaba con esa vieja percepción de que novela policiaca era sinónimo de las lecturas de Alarma, y otros asuntos de nota roja que se acostumbraban en la época. 
Encontré a las señoras Baladro por casualidad. Yo vivía en un rancho y necesitaba dinero porque un hijo que yo tenía estaba enfermo. Fui a Pedrones a pedir trabajo y anduve de casa en casa tocando en las puertas hasta que llegué a una que abrió la señora Arcángela. Ella me dijo: Sí, hay trabajo, pero no de criada. Si vienes a trabajar en esta casa será de puta. Testimonio de Juana Cornejo, La calavera.  



1 comentario:

  1. Muy buenos apuntes. Hace ya tiempo que leí "Ensayo de un Crimen", de Rodolfo Usigli, del que se dice fue uno de los pioneros en novelas policiacas. La disfruté mucho por la trama detectivesca con que se relata. Por cierto, tengo entendido que Usigli fue maestro de Jorge Ibarguengoitia...

    Saludos

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