sábado, 11 de agosto de 2018

DESPEDIDA A MI MADRE

Por Arturo Fernàndez Ramìrez
En primer lugar agradezco a todas y a todos los que fueron solidarios con nuestra familia en estos momentos de gran dolor por el fallecimiento de mi progenitora Consuelo Ramírez Madrueño.
No habían pasado ni dos meses de aquel 5 de junio de 2018 en que tuvo lugar el deceso de mi hermano Miguel Fernández Ramírez, cuando el pasado 29 de julio de 2018, nos toca recibir otra dolorosa noticia: el fallecimiento de nuestra Madre.
Momentos difíciles, sin lugar a dudas, estando todavía en duelo por un hermano, el destino suma otro dolor más por la pérdida del pilar fundamental de la familia: nuestra Mamá. Incomprensible a veces, pero la vida es así.
A todos nos queda claro lo que realmente significa una madre, lo que en realidad representa para una familia. Siempre se ha dicho que el Día de la Madre se festeja a lo grande, en cambio otros días sociales, como el día del Padre, se hace en menor medida.
Ciertamente todos los integrantes de una familia son importantes: madre, padre, hijos, hermanos, abuelos, tíos, nietos, primos y todos los demás. Y cuando falta alguno de ellos, repercute en todos los demás.
Sin embargo, por razones obvias, el papá y la mamá se constituyen en los pilares fundamentales de lo que se sigue considerando la célula básica de la sociedad: la familia.
Y ante el sacrificio de mantener unida a una familia, por lo general, salvo excepciones, destaca el rol de la madre, quien da todo por sus hijos, quien por encima de ella misma, pone a la familia por delante.
Entonces, cuando falta la madre en un hogar, la repercusión es mayor, precisamente por todo lo que representa, por todo lo que hizo, por todo lo que fundó, por todo lo que se sacrificó, por todo lo que siempre luchó, por todo lo que logró.
Y es aquí donde el resto de la familia puede llegar a sentir que al faltar la madre, ya todo acabó, que ya no tiene sentido continuar con lo demás, que ya no vale la pena seguir luchando, que ya no se podrá seguir adelante.
Pero no es así, cuando falta uno de los pilares fundamentales de una familia, es precisamente en ese momento en que debemos poner en práctica todas sus enseñanzas, todos sus consejos, para no solo mantener firme lo que ya se construyó sino para continuar con su obra, con su legado, con lo que siempre quiso. Esta es la mejor manera de continuar honrando su memoria.
Para quienes somos creyentes, frente a la pérdida de seres queridos, nos resulta muy difícil comprender la voluntad de Dios, pero sí nos queda claro que no tenemos otra opción más que aceptar su decisión y pedirle ayuda para lograr una pronta resignación.
Hoy me toca despedir a mi madre, lo hago con mucho dolor pero también agradeciendo a Dios por todo el tiempo que la dejó con nosotros, por todo el tiempo que nos cuidó, por todo el tiempo que convivimos con ella, por todo lo que ella nos enseñó y nos inculcó.
No puedo decir si fui un buen hijo o no lo fui, si cumplí ante ella o no cumplí, si la supe honrar en vida o no supe, si la valoré en su justa dimensión o no la valoré. Quizás sí lo hice o quizás no lo hice. Esto mejor se lo dejo a Dios como justo Juez.
Lo que sí puedo decir es que tengo claro todo lo que mi Mamá representó y seguirá representando en mi vida. También tengo presentes todos sus consejos, todas sus enseñanzas, todos sus anhelos, todos sus sueños, todos sus deseos, todo lo que ella siempre quiso. Me quedo con todo esto de ella.
Y aunque el título de esta columna habla de una despedida, desde aquí simplemente le digo a mi Mamá: ¡hasta pronto Mamá, porque tengo fe en Dios que nos volveremos a ver y que mientras tanto, desde donde ahora se encuentra, nos seguirá cuidando! Muchas Gracias por todo Mamá. Comentarios y sugerencias al correo electrónico arturferam@hotmail.com

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