martes, 7 de agosto de 2018

Especial para Horizontes...
Sayula, historia de sus clases
sociales, divisiones y prejuicios
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

La marcada división de clases sociales en Sayula, que actualmente experimentamos disminuida; tiene un origen social colonial, sin embargo, esto no implica el origen étnico que algunas familias tradicionales reclamaban, como descendientes de los conquistadores y primeros españoles que habitaron Sayula; sino como hemos dicho en otras entregas de esta misma columna, es producto de las distintas luchas por el poder político en la región su posición social. Los españoles más importantes, salieron para no volver a Sayula a finales de 1810, cuando el Cura Hidalgo proclamó la independencia de México. Los que hasta el siglo pasado utilizaron las formas y valores sociales excluyentes y supremacistas, son producto de la guerra cristera y la revolución de 1910, la mayoría llegados aquí a finales del siglo XIX, los más viejos de la época de la guerra de reforma y sólo una familia de estas, hasta donde sé, se puede rastrear su origen español en la colonia temprana. Sin embargo, las formas sociales que mantenían los estatus sociales en Sayula del siglo pasado, si son de la colonia, como en casi todo México.  Aquí está su historia particular:
"Las ventajas para la creación de riqueza individual no pudieron ser mejores para los españoles pese a la disminución de la población de naturales y la crisis de la encomienda en el siglo XVII. El clan descendiente del encomendero Alonso de Ávalos, dominó la región emparentando o asociándose con los peninsulares más ricos de las Provincias o las regiones vecinas: Guadalajara, Michoacán, Colima y Nayarit durante la mayor parte del siglo XVI y XVII. 
Uno de los descendientes de Ávalos    llegó a obtener un título nobiliario merced a su riqueza, relaciones e influencia: Alonso de Avalos y Bracamonte Ulibarri de la Cueva, primer conde de Miravalles. En 1690 el rey Carlos II le concedió el título de Conde de Miravalles para él y para sus descendientes. Ávalos y Bracamontes era hijo de Pedro de Ávalos Saavedra Delgadillo , que a su vez era hijo de Alonso de Ávalos Saavedra el joven, sobrino de Alonso de Ávalos el viejo; y de María Delgadillo y Ávalos, su sobrina , que a su vez era hija de su prima Isabel Estrada Sandoval hija de Alonso de Ávalos Saavedra el Viejo y Francisca Estrada y Gutiérrez de la Caballería  segunda esposa de Alonso de Ávalos (el Viejo); Isabel se desposó con el conquistador de Michoacán Francisco Delgadillo y Carbajal.
El conde de Miravalles se casó con   Leonor de Bracamonte , Condesa de Bracamonte, nieta del conquistador: Alonso de Bracamonte,  capitán de  Nuño de Guzmán, e hija de Álvaro de Bracamonte, casado  con la hija del  conquistador Guillén de Loa, Isabel de Alvarado. La madre de del Conde de Miravalles fue doña María Catalina hija de Alonso Espinoza de los Monteros Soto,  Aguacil Mayor del Tribunal de la Santa Cruzada y de María de Orendain Yjar y Bracamonte, hija de Francisco de Orendain y Quintana tesorero y juez de Guadalajara, y Beatriz Xaramillo de Yjar, descendiente de  los condes de Barcelona, la reina Urraca I de León, el rey Alfonso VII de Castilla, los reyes Alfonso, Pedro y Jaime de Castilla e Inés de Portugal así como del conquistador Juan Fernández de Yjar;    el cual recibió de Nuño de Guzmán una encomienda que abarcaba desde  Compostela hasta Colima  llamada Villa de Purificación con numerosas estancias ganaderas en Tepic y Autlán; y minas en Guachinango.  La rama de los Dávalos Jasso en Zamora Michoacán, oligarcas hacendados de esa zona, cuyo origen se remonta a Diego de Ávalos de Velazco y Murguía, hijo de María Delgadillo y Alonso de Ávalos Saavedra el joven, y hermano del padre del conde de Miravalles; es otro ejemplo del poderío de esa familia en los siglos XVII y parte del siglo XVIII.
La encomienda que dio origen al clan Ávalos, La Provincia o Pueblos de Ávalos con su cabecera o capital en Sayula, era por lo tanto importante e influyente dadas las relaciones de esta familia durante la segunda centuria de la conquista. Poblada por ricos españoles relacionados con los Ávalos Saavedra: antiguos conquistadores, comerciantes, funcionarios de la real audiencia y las alcaldías de México y Guadalajara , que superando ya a los indígenas en número construyeron una ciudad colonial que expresaba en su arquitectura la ralea e importancia de sus habitantes, Sayula mostraba para entonces ya, su bonanza y belleza arquitectónica, única en la región. Las casonas coloniales construidas en los siglos XVI, XVII y XVIII, así lo acusan.
Pese a que Sayula poseía siete barrios de indios, en crónicas de fines del siglo XVI no era considerada como ciudad de Indios.  El reconocimiento como ciudad de españoles le debió implicar posteriormente ser administrada como una ciudad española sujeta, tiempo después, a las reformas ilustradas Borbónicas (siglo XVIII), con ello se reconoció su carácter señorial, que no tuvo otra ciudad o poblado de la región o la provincia.
"Esta división (pueblo ciudad, durante la colonia)  no corresponde a la distinción campo ciudad en el sentido moderno, puesto que muchos de los llamados centros ´urbanos´ eran de pequeño tamaño, y todos ellos incluían residentes rurales. Este criterio arbitrario de distribución de la población respalda la suposición de que el medio urbano era principalmente el hábitat de los blancos y de los grupos mestizos".
 Las Castas y el mestizaje en el Sayula virreinal.
Las ciudades novohispanas eran estamentarias, es decir los individuos sólo fueron parte de esa sociedad si pertenecían a una cofradía, gremio, comunidad etc. La sociedad estaba dividía rigurosamente en castas con una base fundamentalmente racial. Nuestra noción individualista, producto del liberalismo del siglo XVIII, no nos permite profundizar en la organización colonial en un primer momento, pues nos es ajena esa noción del "ser" social como parte de un todo fragmentario, donde; cabe decirlo, se despreciaba el individualismo. 
Para los siglos XVII y XVIII Sayula era parte de un gran laboratorio de mestizaje, las castas en la Nueva España, que el mundo de entonces seguía con curiosidad. Los distintos corporativos sociales que existían en las ciudades o pueblos españoles satisfacían la necesidad individual de sociabilización, representación, protección y prestigio, teniendo cada grupo sus privilegios y obligaciones. Las diferencias entre los grupos y querellas, consolidaban la distinción marcada. Mientras que, las pomposas ceremonias religiosas y el protocolo de la nobleza imperial, representaba simbólicamente para la población el orden de las jerarquías y los valores a reproducir. Aunque todo orden ideal tiene siempre dos caras, una de ellas impresentable :
"En 1617 el alférez, Pedro de Quiñones, de Sayula, se querella criminalmente con el alcalde Mayor, Capitán Francisco Bravo de Sobremonte, acusándole de tener tabernas públicas (que seguramente también funcionaban como burdeles) en Sayula, Zacoalco, San Martín, Cocula, Techaluta y otros pueblos (de la Provincia); vendiendo el vino a cambio de maíz que compraba a bajo precio…y administraba tablajes públicos para juegos de azar."
Por otro lado:
"Entre las cofradías pudimos localizar en los libros parroquiales (en Sayula)…la del Santo Entierro y la Virgen de la Soledad; de las Animas Benditas del Purgatorio; la Nuestra Señora de la Limpia Concepción; la del Hospital de Nuestra Señora del Rosario; la del santísimo Sacramento y san Nicolás…"
De ahí que, el Sayula del 1700 viva los contrastes sociales de lo que luego sería llamada en las artes la Edad de Oro española: por un lado el ideal monolítico del orden jerarquizado: el sentido medieval de orden, significado y armonía; por el otro la influencia del nuevo orden europeo más allá de las fronteras españolas, donde la unidad religiosa no era prioridad ni realidad ya; donde el orden social se había trasmutado en una reorganización que exigía justicia e igualdad universales; donde los ideales burgueses de propiedad privada, acumulación de capital y audacia mercantil redituaban enormes ventajas. Durante este siglo la arremetida ideológica y económica de la Europa transibérica, penetró las murallas de la unidad católica, la ortodoxia y el dogma que mantenía una visión unidimensional del mundo en España y sus colonias; para contrastar con todo lo que se entendía como español:
Para el siglo XVII en Sayula, como en todo el virreinato novohispano, la separación que marcaban las leyes de Burgos de 1512 entre españoles e indígenas, no puedo sostenerse (sin olvidar que la ley, en la Nueva España, durante el gobierno de los Habsburgo, "se acataba pero no se cumplía" como solía decirse en la época). Para entonces, el mestizaje se consolidó en las condiciones ya señaladas, donde la herencia africana en Sayula fue importantísima. 
Como puntualizamos antes, las ciudades coloniales eran un gran "laboratorio" de mestizaje étnico y cultural, que asombra al mundo. Tanto que para el siglo XVIII despertaban curiosidad y eran objeto de colección entre los viajeros ilustrados europeos los "cuadros de castas", lienzos que representaban la clasificación y variedad racial existente en la Nueva España. Un crisol étnico y cultural que generaba un intento cada vez más complejo de clasificación, que resultó en denominaciones realmente curiosas al tratar de conservar el orden testamentario de la división racial durante la colonia; que a la larga fracasaría:
"De español e india nace mestiza. De español y mestiza nace castiza. De español y castiza, española. De español y negra, mulato. De español y mulata, morisco. De español y morisca, alvino. De español y alvina, toma atrás. De español y torna atrás, tente en el aire. De indio y negra nace cambujo. De cambujo e india, lobo. De lobo e india, zambaigo. De mestizo y castiza, chamizo. De mestizo e india, coyote."
La legitimación del orden colonial se fundamentaba en la iconografía representada en los símbolos que referían la diferencia, jerarquía y sometimiento a la Corona española y la fe católica; sin embrago, más adelante, el fenómeno del mestizaje y la bonanza económica en la alcaldía mayor de Sayula, en el siglo XVIII, hacían surgir una división que jerarquizó de forma distinta la sociedad colonial, el indio fue visto como incapacitado social, al indio se le consideró torpe, vicioso y apático…" (tomado del libro "Sayula: del antiguo Tzaulan al Sayula de los Pérez Rulfo")

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