sábado, 14 de octubre de 2017

Especial para Horizontes...
Las danzas en Sayula, herencia milenaria
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

La cultura en un elemento vivo de los pueblos, no se puede concebir como algo estático monolítico, sin cambios o mutaciones. Los pueblos que hacen la cultura y se hacen a través de la cultura, están vivos, como quienes los constituyen. La cultura es el hacer humano, todo lo que hace el hombre es cultura, todo aquello que no es creado por la naturaleza es cultura, el hombre mismo, en el sentido espiritual,  lo es. El hombre es un ser cultural, no natural, esa es nuestra paradoja.
En ese sentido, cuando hablamos de actividades que proyectan el sentir del hombre, entramos al dominio del arte; sus sentimientos, pensamientos e ideas plasmadas de forma estética dentro de un leguaje diferenciado: música, teatro, literatura, arquitectura y danza, son elementos preponderantes en el apartado de la cultura; tanto que a veces se confunde arte con cultura. Pero también la ciencia, la política, la filosofía, la economía, la medicina, la ingeniería, la moral, la religión, el derecho, etc. Son cultura, actividades humanas, que forman al hombre. Pero, nos sentimos fascinados por las actividades estéticas en especial.

La danza, un elemento estético lleno de simbolismo, arte compuesto, dirían algunos ya que mescla la música con el movimiento y la espacialidad; expresando mediante el movimiento del cuerpo humano en el espacio, utilizando su volumen para crear formas que se entretejen con el orden de los sonidos en el tiempo, la música, para expresar lo humano estéticamente.
De un tiempo a la fecha se desató una polémica en el municipio, en cuento a las danzas tradicionales que ritualmente son presentadas en las celebraciones religiosas en Sayula, principalmente el 12 de diciembre. Se preguntaban algunos si estas están perdiendo su esencia incorporando modas contemporáneas o incluso, reinventando totalmente el concepto en una improvisación que empobrece la tradición. Algunos antropólogos opinan que no se debe interferir el devenir de la cultura de un pueblo ya que, como señalábamos al principio, la cultura está viva y en constante mutación, no se le puede imponer a un pueblo moldes, aun con las mejores intenciones, apelando a la pureza de una tradición.
A través de estas mutaciones en la tradición se va contando una historia, la de la comunidad, la de la cultura a la que pertenece esa comunidad que muta su tradición, al fin es expresión viva, no es una pieza muerta de museo, en este caso las danzas, para pedirle que se petrifique y permanezca siempre igual. Quizá a algunos les parezca grotesco la trasformación de la simbología, del traje de danzante tradicional; tal vez a otros nos parezca que, el cambio de los patrones rítimicos, del compás sesquiáltero, por ejemplo, al cuatro por cuatro de la música popular contemporánea, con una versión particular del traje de danzante llevado casi a los bizarro, atenta contra la tradición. No nos equivocamos, pero es parte de un pueblo vivo y su cultura, y eso, no es más que el relato de un contexto histórico donde se da la manifestación del arte popular.
En la expresión cultura hay un elemento de identidad que permanece más menos invariables y otros muchos que cambian de acuerdo al contexto histórico, quien analizará enle futuro las danzas de hoy podría separar los elementos que pertenecen a la tradición milenaria de la danza autóctona del antiguo señorío de Tzaulan, y aquellos que fueron añadidos durante el dominio español, el México Independiente, al reforma, la revolución, al cristiada y más recientemente, el Sayula en un contexto globalizado. Lo cual como se ve, cuenta una historia de una comunidad viva en constante cambio; la tradición puede desaparecer, si los símbolos que le dan su razón de ser desaparecen, nace así otra tradición, ajena quizás a la primera, pero cuyos símbolos propios cuentan y reproducen otros valores, jerarquías, economías y políticas distintos, otros tiempos. Hablar de un rescate purista de los elementos antiguos de la tradición, es convertir a la danza en pieza de museo, que ya a la comunidad actual le dice poco de su cotidianidad, pero que le da raíces e identidad que inciden en su devenir.
El rescate comienza por descifrar los símbolos esenciales de la danza autóctona; por ejemplo, la importancia de compas sesquiáltero en la música prehispánica remite a un ritmo antiquísimos al que responde nuestro inconsciente, de forma muy diferente al ritmo actual del regetón que se está utilizando sin que esto sea consiente en por lo menos una de las danzas en Sayula. la flauta de carrizo de origen otomí, también es un elemento que podríamos agregar en este apartado como parte de una atmosfera sonora relacionada con nuestro origen indígena. En cuanto a la vestimenta, los elementos usados en el traje tradicional también juegan un papel simbólico relacionado con la cosmovisión indígena original: los espejos usados en las coronas de danzante que no son sino penachos estilizados, representan al dios sol, reflejan sus rayos; de ahí pues, que estos sean parte de la danza ritual, una visión simbólica otomí (cultura de importancia en la conformación del antiguo Tzaulan). El traje es también una versión de la vestimenta original: la capa no es tal, en el concepto occidental del concepto, es más bien le ayate que solían llevar los indígenas, para cubrirse del frío, los rayos del sol o el polvo de los caminos, hecho de fibras vegetales, el calzón estilizado que lo mismo simula el taparrabos que el calzón nahua de curo o el de manta del campesino del siglo XIX. Solían usar medias largas sombre los huaraches de correa; estas posiblemente, influencia de las medias que usaban los españoles durante la colonia. La sonaja es lo más evidente, es la estilización de un arma de guerra indígena, el macuahuitl, que en vez de las hojas afiladas de obsidiana tiene hojas delgadas de metal que suenan al sacudirla. El grito tradicional, es un grito de guerra que los cronistas españoles de la colonia describen como un ritual de los guerreros indígenas en las batallas. La evolución de las danzas, sus coreografías, tiene un simbolismo importante también. En ellas se describe con movimientos los cuatro elementos del cosmos, aire, tierra, viento y fuego, y se saluda a los puntos cardinales que representan, hogar de los dioses:  Norte Tecatzipocatl, Oriente Tlaloc, Poniente Quetzalcoatl, sur Huzilopostli. Cuando el danzante da vuelta sobre su eje, simboliza el aire; cuando serpentea entre una columna de danzantes, representa el agua; cuando se mueve al interior y exterior de la columna de danzantes, representa al fuego, cuando se arrodilla y golpea con su sonaja el piso, está reapretando a la tierra. Todo ello va a lo profundo de nuestro ser como descendientes de estos pueblos originarios, está en nuestro ser, en nuestra raíz. Los danzas y elementos contemporáneos, son otro relato, otra historia de la realidad, pero no por ello ajena a nosotros. Los trajes más estilizados en la usanza apache, nos hablan de nuestra concepción de indio tomada de estereotipos del cine (no necesariamente de la banda de música actual "cuisillos" que también la tomaron de allí), el ritmo reguetón, nos habla de un ritmo de la música popular de occidente con la que estamos familiarizados y nos sentimos cómodos. Y lo bizarro de algunas vestimentas nos habla del gusto por espectáculo del burlesque y lo carnavalesco. Obviamente  alejado de una identidad ancestral y más cercano a una realidad contemporánea en la que nos movemos y creamos otra identidad que se mueve en la ambigüedad de la cultura moderna.
La danza tradicional en sí misma es todo un universo de simbolismos trasmitidos por la tradición hasta nuestros días, que vale la pena analizar y hace consciente con el fin de informar el espíritu que motiva al pueblo para que sega reproduciendo este legado milenario, la comunión con la deidad y el pueblo mismo por medio de la danza:
"Es cantando y bailando que el hombre indígena accede a la plenitud del ser.
Esta verdadera simbiosis ritual entre el cuerpo del hombre y el cuerpo del mundo tiene una importancia toral en el mundo indígena, ya que determina el carácter "umbilical" que cobra la danza según las instancias festivas a las que se integra. El cuerpo del mundo se manifiesta a través de la epifanía formal que constituye la naturaleza y sirve a su vez de matriz de comportamiento ritual más que de simple escenografía. Los ríos, las cuevas, las barrancas, los montes, los bosques y, por derivación arquitectónica, los templos de la urbe; los momentos, espacios cardinales, el día y la noche, el cenit y el nadir, preñados de mitología procrean el gesto sublimado de la danza. En un espacio-tiempo determinado se gesta la forma coreográfica que se armoniza con él. No es el hombre que baila en el mundo sino el mundo que vibra en el hombre…El espectáculo dancístico permite, en otras instancias, reactualizar la muerte de un guerrero y "resucitarlo", en el sentido etimológico de la palabra, para que la comunidad, esencialmente las esposas y los hijos, pudieran asimilar esta pérdida del cuerpo social... Las viudas bailan con las mantas de sus maridos en los hombros y los ceñidores y bragueros rodeados al cuello. Los hijos hacen lo mismo con las mantas y las joyas de sus padres a cuestas. Recordemos también que la esposa es parte constitutiva del "ser casado" de su marido, lo que da a su evolución dancística en el ágora ritual su sentido altamente significativo. A la relación de contigüidad "metonímica" esposo-esposa se añade la filiación "sinecdóquica" padre-hijo. El hijo, parte misma del padre, carga su cuerpo espiritual. El cimiento de esta unión es la danza que permite al cuerpo del difunto habitar por unos instantes eternos el cuerpo de los vivos. La vivencia dancística de la regresión letal es manifiesta cuando todos empiezan a bailar "inclinándose hacia la tierra y andando hacia atrás…El hombre indígena arrapado entre cielo y tierra, desgarrado entre sus anhelos espirituales uráneos y el llamado telúrico del cuerpo, entre la luz del padre sol Tonatiuh y las tinieblas de la madre tierra Coatlicue dejó que de su cuerpo crepuscular surgiera la verdad sensible, epifanía hipostática de la carne y el espíritu que se formalizó en la danza. En el principio era la danza y la danza era con los dioses, y la danza eran los dioses…"
Patrick Johansson k, En el principio era la danza.


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