domingo, 10 de enero de 2010


Los que se nos adelantaron

Por Rodrigo Sánchez Sosa

Nuestra cultura e idiosincrasia nos permiten vernos, reflejarnos en aquellos que han partido al encuentro con la eternidad. Herederos de un cristianismo que ve en la muerte una transición a un estado distinto del ser, que ha de esperar la resurrección al final de los tiempos por gracia de Jesucristo. Y también de una cultura milenaria producto de las grandes civilizaciones precolombinas que tiene una raíz profunda en la visión cósmica del mundo tolteca. Visualizamos la muerte como un dar, renovar la vida, pasar de este mundo a una realidad que está del otro lado, de ese lado que no es tangible a través de los sentidos. De ese mundo que a penas se roza con el nuestro, pero que lo condiciona y determina finalmente. Decimos que alguien al morir se nos adelanta, sabiendo como Nezauhalcoytl que nada es para siempre, que nosotros tarde o temprano seguiremos ese mismo camino inevitablemente o como decían algunos pensadores alemanes, que luego influirían en Ortega y Gasset que influiría a su vez en pesadores latino americanos y por su puesto en nosotros como mexicanos: la muerte no es el fin de la vida es una constante a lo largo de la existencia, una posibilidad, que nos permite actuar, hacer nuestras vidas. Quienes se nos adelantan no finalizan solo cambian, mudan su ser; cumplen su destino, cierran un ciclo, y con ello una posibilidad única de la existencia: el ser individual e irrepetible que fueron. Por ello cuando alguien muere nos damos cuenta del valor de su particularidad, de lo importante que es cada vida, independientemente de de la relación que pudo tener con nosotros. El ser humano capas de tanta crueldad, puede también ser insensible ante la muerte, y como hoy ver y sentir la muerte como algo cotidiano. No causa mucha impresión, en la mayoría, el número de muertes en los noticieros a diario, quizás un poco o mucho de morbo, ese extraño sentimiento bizarro y absurdo que mueve a la insensibilidad moderna. Pero esas muertes así sentidas son anónimas, lejanas y hasta maquilladas para ser vendidas por el espectáculo en que se convierte la comunicación humana hoy. Cuando la muerte es nuestra, cercana, íntima, dolorosa, la perspectiva cambia, la muerte tiene nombre e historia, es real. Es nuestra. Mi padre cumplió 4 años de muerto el pasado 3 de enero. Vivió una vida relativamente larga y relativamente feliz; como me dijo un conocido de él, nunca hizo daño a nadie y vivió dejando vivir. Tan sencillo y complicado como la media de los hombres, cumplió con su ciclo tomando el rol que se le impuso algunas veces y otras, quizás las menos, rebelándose a él. Se llamó Vicente Sánchez Castillo, un nombre elegante si se nota, pero todos lo conocían como Don Tilo, lo de "Don" se le agregó recientemente, la mitad de su vida fue Tilo el hijo del "Palomo", mi abuelo, con otro nombre impactante Maximino Sánchez Covarrubias, hijo a su vez del "Vejo Jerónimo" otro nombre que peculiar: Jerónimo Sánchez Sánchez organista del Santuario y oriundo de San Luis Potosí. Don Tilo heredo el alias de un hermano que murió antes de nacer él. También heredo el oficio y negocio de su padre, la panadería, que este fundo allá por 1930, la que trabajó he hizo crecer dando trabajo a varios jefes de familia de por el rumbo de San Miguel por más de 30 años. La producción artesanal no la habría cambiado en busca de sueños globalizantes y ambiciones corporativas tan en boga hoy, simplemente por que hubiese traicionado la tradición: el birote estilo Sayula, al que solo aquí llamamos "pan de vapor", y con ello hubiésemos perdido los sayulense un pedacito de nuestra identidad en aras de la economía de mercado. En su juventud fue árbitro de futbol y le gustaba la natación, razón, esta última, por la que perdió un oído. Bohemio y buen amigo, muchos lo recuerdan con cariño, sobre todos sus amigos. Quizás, ya cansado por una enfermedad que lo acompañó varios años y le costó una de sus piernas, finalmente dejo de latir su cansado corazón un 3 de enero de 2006, habiendo nacido un 5 de abril de 1940 en este municipio. Lo sobrevivimos 11 de sus 12 hijos, 16 nietos y su esposa. Descanse en paz Vicente Sánchez Castillo, Don Tilo, hombre verdaderamente emprendedor y honesto, de los que se nos adelantaron. Mi padre.

 Sayulenses que se nos adelantaron; Vicente Sánchez Catillo (1940-2006), Don Tilo, junto con Francisco Chacón, recientemente fallecido. Descansen en paz. (Foto Rodrigo Sánchez Sosa).

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Rodrigo, soy Sergio Viveros(tu padrino) "El Diablo". No sabes el gusto que me da encontrar esta foto de tu padre, mi compadre "Tilo".Me gustaria comunicarme contigo para mandarte unas forografias de los bonitos recuerdos que nos pasamos tu papa y yo y mi compadre Manual Marquez. "Los Tres Alegres Compadres" asi nos pusieron. Saludame mucho a mi comadre Juana, a todos tus hermanos y hermanas. Mi email es el sergiodiabloviveros@gmail.com por favor mandame tu coreo electronico para estar en comunicacion. Saludos de Wilmington California, Tu padrino Sergio Viveros "El Diablo"

    ResponderEliminar