viernes, 1 de agosto de 2014

 Rarezas históricas de México II

Por Federico Estrada Valera  Cronista de Sayula
Para quienes alguna vez hemos criticado al Gral. Porfirio Díaz, nos cabría reconocer que en lo referente a la Educación Pública, el gobierno de entonces era no solamente capaz, sino exigente con la selección de funcionarios y maestros.
Comparativamente en los tiempos actuales de Vicente Fox para acá, francamente quienes han estado al frente de la educación y de las dependencias, se aprecian MEDIOCRES en sus personalidades y sobre todo en sus resultados.
En 1898, Porfirio Díaz nombró al egregio maestro Don Gregorio Torres Quintero, Director General de Intrucción Pública en el Distrito Federal. Torres Quintero tenía fama de innovador y había ocupado el cargo de Inspector General de Intrucción Pública en Colima.
Al fallecimiento de otro renombrado EDUCADOR, ENRIQUE C. RESAMEN, el maestro Torres Quintero ocupó su lugar como CONSEJERO en el Consejo Superior de Educación.
La Cámara de Diputados elevó al rango de Secretaría de Estado y del Despacho de Instrucción Pública y Bellas Artes, lo que era solamente una Sub-Secretaría (1905).
Ese mismo ascenso, obligó aún más a nombrar a otro distinguido Maestro como Educador y funcionario : Don Ezequiel A. Chávez.
Empezaron a surgir hermosos edificios como sede de la Intrucción Pública y de las Bellas Artes; para ello se llamó a los más brillantes arquitectos e ingenieros, entre otros al Arquitecto Antonio Rivas Mercado, mismo que poco tiempo después proyectara y realizara el más insigne monumento de nuestra patria : el ANGEL DE LA INDEPENDENCIA.
En la celebración del Primer Centenario de la Independencia, la educación fue el tema relevante, se celebró el Nuevo Congreso de la Educación que organizó el maestro Torres Quintero, el mismo año en que se inició la Revolución Mexicana 1910.
Y todavía en las mismas fechas, el Sub Secretario era el eminente maesro Don Justo Sierra.
Quizá como último acto de justicia, para resarcir a los indígenas y campesinos de México, antes de partir en el Ipiranga, Porfirio Díaz expidió una ley que se llamó INSTRUCCION RUDIMENTARIA para que se establecieran pequeñas escuelas en las rancherías y pueblos.
Al triunfo de la Revolución, surgieron los más notables educadores con los que la revolución trató de compensar tantos años de atraso, así, ocupó la Secretaría de Educación, el maestros de América José Vasconcelos, pensador, escritor y universitario (uno de los siete sabios) que fuera candidato a la presidencia y revolucionario maderista, revolucionó la educación, ordenó la construcción del majestuoso edificio de la Secretaría de Educación y transformó los sistemas para una penetración más positiva de la educación a las clases populares y las clases medias con acceso a la educación superior.
Transformó y creó instituciones de música (Conservatorios), Teatros, Danza, Pintura muralista que alcanzó renombre mundial con Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y muchos más.
Se realizó la estructura de la enseñanza media superior, se editaron los libros clásicos populares a VEINTE CENTAVOS EL LIBRO. Por otro lado continuó la obra de Profirio Díaz en lo referente a las escuelas para los campesinos, pues ordenó la creación de las ESCUELAS RURALES. Todavía ningún Secretario de Educación ha realizado ni la sexta parte de lo que realizó el autor de la RAZA COSMICA, libro que otorga al mexicano la capacidad de representar al hombre uniersal, el mismo que hizo el lema de la Universidad Autónoma de México: «POR MI RAZA HABLARA EL ESPIRITU», lema que algún payaso santurrón o mocho, le agregó la palabra «santo».
Otros brillantes Secretarios de Educación tuvieron rango de excepción, como el Lic. Agustin Yañez o Don Jaime Torres Bodet y varios más.
Si el lector los compara con los Secretarios de Educación actuales o más bien contemporáneos, como el que nombró Vicente Fox, que era más bien un negociante, o los que nombró Felipe Calderón, la también comerciantes Josefina Vázquez Mota, que hizo el ridículo con la maestra hoy en prisión y otros que dan risa al ocupar una silla que les queda muy, pero muy grande, porque el problema educativo requiere EDUCADORES, NO PARASITOS.

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