domingo, 24 de abril de 2016

Especial para Horizontes...
La República de Indios, de cómo se gobernaron  los naturales de estas tierras en el siglo XVI

Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa 


“No me acuséis de arrojarle perlas a los cerdos, dijo el demonio mientras repartía los curules de representación popular al partido de las hienas en el país del miedo"
El país del miedo.
A medida que se avanza en la investigación sistemática de la historia de Sayula, la visión de la misma cambia por completo, los juicios que se hacen desde la subjetividad y a la lejanía en el tiempo, se desechan, y poco a poco surge el Sayula antiguo, el Sayula colonial, que uno no puede imaginar en esta segunda década del siglo XXI, sin prescindir de los prejuicios ilustrados y la moral burguesa de la democracia liberal. Investigar es tratar de despojarse de los juicios a priori sobre la historia, y de la propia ideología para entrar un mundo, si familiar, pero desconocido por el mar de tiempo que nos separa de aquella Sayula del siglo XVI. Alguna vez traté de imaginarla en este espacio ¡Qué lejos estaba yo de ello! Muchas de las conclusiones a las que llegué en estas mismas páginas sobre Sayula, se han trasformado poco a poco para comprender que la historia no se sujeta a caprichos, como tampoco es algo a lo que se pueda exceder con una objetividad perfecta. Quizás la clave está en no juzgar con juicos derivados de valores ajenos al tiempo que se analiza, sino en entender la derivación y consecuencias de lo acontecido hace 300 o 500 años en este mismo lugar que dio origen a lo que hoy vemos, que no siempre corresponde o se corresponde a lo que fue, y muchas veces nos engañamos por falta de información o por el ideal romántico del deber ser. Thomas Hillerkuss, un excelente investigador alemán que ha dedicado su trabajo a nuestra región, en lo que a continuación leerá, nos muestra como el gobierno de la Nueva España se convirtió en un problema no sólo administrativo o político, sino ético, religioso y moral, desde una perspectiva para nosotros hoy totalmente ajena, pero que nos descubre una parte de la realidad que aún permanece en el fondo de nuestras relaciones sociales en espera de ser comprendida y descubierta: nuestra dificultan en gobernarnos en libertad, cuando las segregaciones sociales, económicas y hasta educativas siguen siendo obstáculos que se reproducen sin el menor pudor. Veamos pues:
"La política española, relativa al cómo había de organizarse la población autóctona de sus recientemente conquistadas colonias, nunca fue plasmada en un código de leyes específico; más bien se expresó en la promulgación de una gran cantidad de reales ordenanzas y varios documentos legales más acerca de determinados problemas y dudas al respecto. Pocas veces estas decisiones se hallaban libres de intereses peculiares. Por ejemplo, los de la misma corona, que buscaba una lucrativa y efectiva ocupación -pero al mismo tiempo la conversión de los supuestamente infieles-, o bien los intereses del poderoso grupo de los encomenderos y colonizadores -opuestos a cualquier cosa que obstaculizara sus propósitos de explotación de las riquezas naturales y de sus antiguos dueños-, o bien los intereses de los celosos religiosos, quienes en su mayoría hubieran preferido repatriar a los conquistadores para no exponer a sus neófitos al mal ejemplo que les daban.
Además de eso, en la serie de medidas tomadas por la metrópoli podemos detectar la influencia de tres líneas de política coetáneas. La primera, representada por Francisco de Vitoria, pedía que se respetara, apoyara y defendiera la organización política de los indígenas, promoviendo únicamente los cambios necesarios para erradicar la idolatría e implantar el cristianismo.  La segunda vertiente de la política metropolitana al respecto -lógicamente la más apreciada por los colonos- proponía la idea de una sociedad nueva, o sea, la destrucción de la cultura indígena y la imposición de la cultura española procurando con ello la completa asimilación de la población autóctona.
Alonso de Zorita, oidor de las Audiencias de Guatemala y México; el franciscano Jerónimo de Mendieta; el primer obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga o Bartolomé de las Casas, los más destacados miembros de la tercera escuela, se imaginaban dos organizaciones o repúblicas separadas: una para los españoles y las otras castas, y la segunda para los indígenas; por tener cada una sus propias leyes, costumbres y sistemas de gobierno, las dos repúblicas tenían que ser también diferentes.  Sin embargo, en este mismo sentido, la república de indios no podía ser idéntica a la organización política prehispánica, pero tampoco debía ser el ideal de la sociedad española, sino más bien una nueva, de acuerdo con los principios del cristianismo y, en el caso de Vasco de Quiroga y Las Casas, conforme a ideas utópicas y humanistas de la Europa del siglo XVI.

Ante este panorama, la corona española a fin de cuentas se decidió por una política que no afectaba demasiado ni su conciencia, ni el cometido principal delegado por los papas -la evangelización de los naturales y la salvación de sus almas-, ni sus intereses económicos y políticos. El 23 de agosto de 1538 ordenó: " Que los Indios sean puestos en policía sin ser oprimidos. Para que los Indios aprovechen más en Cristiandad, y policía, se debe ordenar, que vivan juntos, y concertadamente, pues de esta forma los conocerán sus Prelados, y atenderán mejor á su bien, y doctrina. Y porque así conviene, mandamos, que los Virreyes, y Gobernadores lo procuren por todos los medios posibles, sin hacerles opresión, y dándoles á entender cuan útil, y provechoso será para su aumento, y buen gobierno, como está ordenado."

Con la ejecución de esta provisión, la corona delegó gran parte de este cometido y la responsabilidad de cumplirlo bien y fielmente, a los prelados, o mejor dicho, a las órdenes religiosas -en la Nueva España a los franciscanos, a los dominicos, a los agustinos y más adelante a los jesuitas- y al clero secular. Al mismo tiempo, se encargó a los gobernantes españoles de las colonias que auxiliaran a los eclesiásticos en el cumplimento del mandato. En consecuencia, durante las primeras décadas de la Nueva España, por lo menos, la implantación del gobierno, de la justicia, de las costumbres y de la cultura en general del Viejo Mundo en los pueblos de indios, especialmente en aquellas partes donde había religiosos, fue llevada adelante por estos incansables predicadores.

Reorganizar (y reducir al mismo tiempo) la jurisdicción indígena a unidades fácilmente controlables, a un sinnúmero de cabeceras y sus respectivos sujetos, fue uno de los pasos iniciales de la aculturación española. Aquí se podía conservar un espacio para los sobrevivientes de la antigua clase gobernante y sus descendientes, lo que permitió a éstos ejercer alguna autoridad, poner de relieve su posición social y enriquecerse, pero también generó la oportunidad de crear lazos administrativos entre el aún exiguo grupo de oficiales de la corona y la sociedad indígena en general, siempre con el cacique como intermediario/ A algunos de estos caciques, antes de formar un gobierno indígena de cualquier índole, se les nombró gobernadores o jueces gobernadores en su nueva jurisdicción. Sin embargo, en la Nueva España, ya en la década de 1530, la corona española empezó a designar o dejar que los principales eligieran como gobernadores a indígenas que no pertenecían a la familia de los antiguos dirigentes. Aprovechándose de algunas crisis en la sucesión del  gobernador, como una buena jugada política, la corona buscó excluir las aún influyentes -y a veces ricas- familias de los caciques, porque ya se habían vuelto un obstáculo más que un medio para el logro de la conquista política, económica y espiritual.
La república de indios no se residía únicamente en el cargo del gobernador sino también en los consejeros municipales -entre uno y dos alcaldes y entre dos y cuatro regidores- y en los oficiales menores, todos electos por un año y dotados con todos los derechos y obligaciones indispensables para cumplir con los menesteres internos de gobierno y justicia de la jurisdicción adscrita, por lo cual las organizaciones políticas autóctonas estaban suprimidas y condenadas a desaparecer, o a transformarse radicalmente según las nuevas necesidades y restricciones fijadas por los españoles." Thomas Hillerkuss. "La republica en los pueblos indios de la Nueva Galicia del siglo XVI". Universidad Autónoma de Zacatecas. México 1995.
 Hoy que el municipio vive una crisis política, y el país una crisis social, no está de más reflexionar en la historia sobre cómo comenzamos a gobernarnos y cuánto hemos avanzado en ello, señores del Honorable Cabildo Municipal, principalmente.
 

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