domingo, 15 de noviembre de 2015

LA POLITICA DESDE GAYOLA
Por Rodrigo Sànchez Sosa

Allá en lo alto del mástil mayor  está el puesto del vigía en un barco, se le llama "El nido del cuervo". El vigía en un barco de exploración es el que advierte, como Rodrigo de Triana, el centinela de una de las carabelas de Cristóbal Colón, que la meta está a la vista, que el éxito de la empresa está a la mano. En un barco de guerra, el vigía tiene noticias menos afortunadas, advierte del avistamiento del enemigo; y en ambos barcos, el vigía tiene la tarea de advertir sobre el mal tiempo, sobre la tormenta que se acerca. No cualquiera pude ser vigía, se requieren habilidades específicas, un entrenamiento especializado. Es una empresa en solitario, el espacio allá arriba es reducido, y por ello el cansancio puede hacer ver cosas que no están allí o al contrario no ver lo que se avecina (o fingir que no lo ve). El vigía debe saber distinguir entre cambios sutiles del paisaje y diferenciarlos de espejismos y realidades concretas. El paisaje en su inmensidad parece el mismo siempre, inmutable, inmóvil, un continuo lo mismo hasta el infinito; pero el vigía no debe confiar en ello, debe detectar los cambios mínimos en el horizonte, aquellos que apenas se ven, que parecen no importar, que cualquier otro apenas si notaria o daría importancia, más si trata de una guerra donde el enemigo tratará de engañar camuflándose con el paisaje para tomar por sorpresa. En el barco, los marineros no confiarían en este caso sus vidas a cualquiera, el vigía debe ser confiable, mesurado, con temple y sobre todo leal. Su confiabilidad depende de su información e intelecto; su mesura de su buen juicio; su temple de su sentido del deber y valentía; y su lealtad de su honorabilidad. En estos tiempos que el país requiere vigías que vigilen el horizonte, dándonos confianza en el rumbo, advirtiéndonos de peligros, señalándonos los virajes pertinentes, no tenemos más que incompetentes mareados por el paisaje, extasiados por los espejismos, engañados por el enemigo. Son ignorantes y estúpidos, corruptos y cínicos, cobardes e hipócritas y todos unos hijos de puta. Extrañamente todos lo sabemos en este país  e irracionalmente les confiamos  lo que poseemos, la seguridad de nuestros hijos, nuestro honor y nuestras vidas. Y lo que es más, los ratificamos en el puesto de vigías cada tres o seis años votando por ellos. Nuestro barco, no va hacia una emboscada, ya está en ella, tampoco chocará contra un iceberg como el Titánic, ya chocó y está por demás decir que no vamos hacia ningún punto en el horizonte sino hacia abajo, al fondo del mar de la historia. Nuestro barco se hunde y todos corremos a las partes que aún flotan creyendo que nos salvaremos finalmente, cuando las únicas balsas salvavidas ya están llenas de los hijos, mujeres y parientes de estos criminales y corruptos. Los de los compartimentos inferiores gritan mientras se ahogan allá abajo, que el barco ha hecho agua y se esta hundiendo, pero nosotros seguimos oyendo al corrupto vigía que nos dice que vamos bien, que alcanza a divisar la mancha de esa tierra llamada "progreso, modernidad, primer mundo" allá si, lejos, pero no tanto. Vemos como las provisiones y la carga más valiosa es lanzada al agua en flotadores  y amarrada  a los botes salvavidas de los criminales corruptos y sus familias, y no entendemos qué pasa, seguimos corriendo en el barco hacia las partes donde el hundimiento no se nota, y nos esforzamos por oír los gritos del vigía, que seguramente para entonces ya solo son una grabación que nos dice que no hay enemigos en el camino, que todos son amigos , que nos abren calzada hacia la tierra prometida, que lo que cruje no es el barco sino las olas que rompe éste en su veloz avance hacia el "progreso", la tierra prometida en el horizonte. Nos ahogamos sin entender que el vigía que elegimos nos dijo lo que queríamos oír, que no es que elegimos un mal vigía, sino uno cómodo. El que te  traicionará, siempre dirá lo que quieres escuchar. Comencemos a escuchar a los de abajo, allí es donde primero se filtra el agua; comprobado tenemos que el vigía de arriba no es confiable. La muerte vine de abajo y comienza por abajo, eso crea la falsa ilusión de que nunca llega a los de arriba, pero todos vamos en el mismo barco, ellos arriba y nosotros abajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario